Si algo le tocaba la moral a F
cuando estaba en la orilla de la playa jugando con sus hijos haciendo y
deshaciendo castillos de arena desde prácticamente el alba, era que pasara
frente a ella el típico barco con la cubierta a reventar de gente de farra,
bailando, totalmente borrachos, felices y encima saludando. Ganas le daban de
lanzarles el cubo, la pala y el rastrillo. Lo que no sabía F en aquel momento
es que a finales de agosto tendría la oportunidad de resarcirse, que la vida le
daba un respiro.
Un buen día, con motivo de que no
hay motivo, mi prima C nos convocó a familiares y amigos a un crucerito
marchoso por el Mar Menor a bordo de un catamarán. Siete horicas con comida,
bebida y por supuesto, el gran DJ Barty, (Dj de cabecera de mi prima M), que en
una fiesta como ésta no podía faltar.
Llegado el día, me planté milagrosamente
puntual, pues la ocasión y las ansias lo merecían, en el Puerto de Lo Pagán. Y no
era yo la única ansiosa, que en ese pantalán donde esperábamos nuestro barco se
respiraba mucho buen rollo y expectación, aunque quizá por motivos diferentes a
los míos. Pronto me di cuenta de que la gran mayoría de los que estaban allí
eran padres jóvenes liberados de sus hijos. Habían dejado a los críos con los
abuelos y se disponían, a estas alturas de la película, cuando ya casi se oía
al Dúo Dinámico de fondo entonando “El final”, a disfrutar, según me decía uno
de ellos, de su “primer día de verano”.
Yo nunca había oído hablar del
Catamarán Olé. Sí que sabía que por nuestra costa hay varios tipos de
embarcaciones que puedes alquilar para celebrar eventos, pero nunca me había
imaginado algo así. Nosotros éramos unos cincuenta, pues en el catamarán ese
oficialmente caben cien personas. Verlo aparecer, con el sol de la mañana,
entre las barquicas de Lo Pagán, era todo un espectáculo, casi titánico.
Por fin subimos e inmediatamente partimos entonando, no sé por qué motivo, el New York, New York de Sinatra. Pronto todo cambió a pachangueo veraniego y canciones muy de barco, o al menos eso me lo parecieron con un negrete en la mano, una bebida cubana que empezó a circular por allí tras las cervezas. Y aprovechando que eso no se balanceaba como cualquier otro barco, bailábamos. Estaba clarísimo, por mucha empanadilla que me comiera, que la cogorza estaba asegurada.
Pronto, una vez llegados al mismo
centro del Mar Menor, muy cerca de la Isla del Barón, el Catamarán Olé fondeaba
y nos dejaba una horica de baño, no sin antes advertirnos del código de colores
medusil: las marrones no pican, las blancas sí. Y daban mucho asquito si lo
pensabas mucho, pero el calor mandaba y al final daba igual, más acompañados
estábamos.
El siguiente baño fue en el Mar
Mayor. Más frío, más transparente y de un color azul oscuro alucinante. Un
refresco perfecto para volver al barco y empezar con los gintonics de Goa,
ginebra que ya fiché yo a las once de la mañana, en aquel pantalán. O los
vodkatonics, que por supuesto alguien había ahí, como siempre, empeñado en
ponerlo de moda. ¿No os dais cuenta de que lleváis meses insistiendo y nada?
Así surgió un pequeño debate: ¿Vuelve el vodka? Entonces J soltó la respuesta
más lúcida de la tarde: “No vuelve. Entra”.
De repente, tanta solemnidad fue
interrumpida por DJ Barty al grito de “Soy una taza”. Como poseídos por el
espíritu de los Cantajuegos, los papás y las mamás surgieron de la nada para,
colocados frente al DJ, bailar la coreografía que tantas otras veces habrían
bailado con sus hijos. Estaba perdida, y desesperada, buscaba un soltero que me
comprendiera… A la segunda estrofa no tuve más remedio que unirme. “…una
tetera, una cuchara, un cucharón”.
Acabé la fiesta tumbada en la
lona que por la mañana me daba tanto miedo. Ya me daba todo igual, que
enseguida llegaríamos a puerto. Qué corto se nos hizo, más de uno habríamos
querido un bañico más, aunque hubiera sido rodeados de medusas.
2 comentarios:
Ya era hora! La foto está muy chula. Seguro que le gusta a Mara. El año que viene iré más preparado. Aletas y churro parecen buena idea.
Yo también! Iré con las coreografías preparadas, que a mí no me volvéis a pillar!
Qué bien lo pasemos, picaduras de medusa marrón incluidas :s
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