martes, 27 de noviembre de 2012

How to leave a lover

Temazo chulérrimo descubierto a la vejez viruelas.

Sobre cómo dar calabazas al petardo de turno, o como dice mi amiga K, "fuera de mi puerta, chucho".

Dedicado a ella, a I y a J, por las clases de refuerzo de esta mañana ;)



The problem is all inside your head
She said to me
The answer is easy if you
Take it logically
I'd like to help you in your struggle
To be free
There must be fifty ways
To leave your lover

She said it's really not my habit

To intrude
Furthermore, I hope my meaning
Won't be lost or misconstrued
But I'll repeat myself
At the risk of being crude
There must be fifty ways
To leave your lover
Fifty ways to leave your lover

[CHORUS:]

You Just slip out the back, Jack
Make a new plan, Stan
You don't need to be coy, Roy
Just listen to me
Hop on the bus, Gus
You don't need to discuss much
Just drop off the key, Lee
And get yourself free

She said it grieves me so

To see you in such pain
I wish there was something I could do
To make you smile again
I said I appreciate that
And would you please explain
About the fifty ways

She said why don't we both

Just sleep on it tonight
And I believe in the morning
You'll begin to see the light
And then she kissed me
And I realized she probably was right
There must be fifty ways
To leave your lover
Fifty ways to leave your lover

domingo, 25 de noviembre de 2012

Cinco años


Hoy hace 5 añazos que empecé con esta locura. Tal día como hoy, una tarde de domingo aburridilla... Recuerdo perfectamente estar escribiendo mi primer post sentada en la cama, ese día no dormí la siesta...

Cinco añazos, cinco (la rima para vosotros), y lo que siempre digo: no me ha dado vueltas la vida ni na gracias al blog dichoso.

Hoy no ha habido post en la Opinión, necesitaba un pequeño descanso. El domingo que viene volveremos a la carga si nada lo impide.

A cambio, os dejo con el top 10 de artículos de estos 5 años:


domingo, 18 de noviembre de 2012

Una chica de película



La semana pasada hablábamos en la tertulia de la radio de lo que hacía falta para ser una chica Bond. Entre todas mis compis contertulianas llegamos a la conclusión de que había que ser guerrera, sexy, misteriosa y tener un puntico dulce para volver locos a los chicos Bond. De estar buena como requisito también hablamos, que me atrevo a decir que no hay persona en este mundo que no relacione la frase “Chica Bond” con el momentazo Ursula Andress o Halle Berry saliendo del mar con ese conjunto de biquini, caracolas y cuchillo en la cadera. Sin embargo esa parte intentamos obviarla y correr un tupido velo, que todas confesamos que aspirábamos a causar ese efecto al salir del mar en cualquier playa del Mediterráneo pero dudábamos de conseguirlo.

Ay, qué lejos queda de repente el verano, lo pienso y me entristezco un poquito. Que no veo yo a la chica Bond saliendo de la cama con el pijama de felpa, caminando bajo un paraguas sorteando charcos, ni haciéndose manzanas asadas para merendar. Sigo insistiendo en que el mes de noviembre no me inspira nada bueno ni sexy, y mucho menos a sacar la chica Bond que llevo dentro. Pero eso no es todo, que si las cosas podían ir a peor, llega el día en el estrenan Amanecer 2, la última peli de la saga Crepúsculo. Apaga y vámonos, que ya la hemos liado, que es que parece que no había otra época mejor. Crepúsculo, la saga de novelas de vampiros que hace a las adolescentes sufrir por un amor que las treintañeras sabemos que no existe, y a las treintañeras suspirar como adolescentes en ebullición, vuelve al ataque de nuestra autoestima y nuestro corazoncito. No me había dado tiempo a digerir el concepto chica Bond y me cambian totalmente la película.

Yo nunca me he leído las novelas, ni tan siquiera por curiosidad filológica. Tanto amor es algo que me sobrepasa, y la fantasía, lo irreal, sinceramente no es mi rollo. Pero hace unos meses caí atrapada, casi en contra de mi voluntad, en una tertulia sobre la dichosa saga en casa de una amiga, en la que confieso que aluciné e incluso me interesé por, lo reconozco, lo bien que está construida la trama, los personajes y sobre todo, por la capacidad de crear tanta tensión y tanta intriga en mujeres maduras, adultas y con cabecica como son mis amigas.

Tuve que preguntárselo. ¿Qué es lo que tiene Crepúsculo que a todas os tiene tan enganchadas? “Todas somos Bella y queremos un Edward en nuestra vida”, me contestaron una por una. Resulta que Edward, el vampiro de mirada helada y brazos marmóreos, “es un caballero de los que ya no quedan.” Y claro, me pongo tierna y casi que les tengo que dar la razón, pues es algo de lo que hablo mucho con mis amigas últimamente. ¿Es cierto que no quedan caballeros? ¿Se acabó el cortejo y el amor heroico? ¿Somos nosotras las que tenemos que tirar del carro?

Pero luego me detengo en Bella y… un momento, para ese carro. Resulta que la protagonista, la heroína de la saga, es una sonsa, una torpe desaliñada y sin autoestima, que se liga por arte de birlibirloque al guapo del pueblo. ¿De verdad os creéis que esas cosas suceden en la vida real? ¿De verdad os sentís un poco ella? ¿Acaso necesitamos a un hombre a nuestro lado para sentirnos especiales? ¿No habíamos quedado en que queríamos ser chicas Bond?

Me indigno, amigas, y no puedo con vosotras. Yo no soy Bella. Paso de lánguidos, de suspiros y de guapos atormentados. Que los saque de su abismo Rita. Prefiero un James Bond que me saque a mí a pasear, aunque no sea para siempre. Fuera el pijama de felpa, arriba el tacón, las pestañas y los morros pintados de rojo, y abrigaos, que vamos a salir a la calle. Nunca en noviembre hubo una chica Bond más sexy.

Looking for shells?

Levantamiento de ceja en el 0:38. Y no tengo nada más que añadir.

Stay where you are!

domingo, 11 de noviembre de 2012

Una más en la familia



Fue el jueves noche, al salir del desternillante monólogo de Carlos Ramos en el Kennedy cuando me acordé de una anécdota que precisamente me contó A, de un compañero suyo de trabajo, cuya mujer se puso de parto de un ataque de risa. No podía dejar de darle vueltas a esa historia, pero ni a ésa, ni a cualquier otra, que por alguna razón extraña, yo esa noche no podía conciliar el sueño.

A unos 400 km de donde yo estaba, M tampoco podía dormir. Unos pinchazos le recordaban que ya había salido de cuentas. Callada, se quejaba de sus molestias por lo bajini, pues parecía que, a pesar de haber estado nueve meses esperando la llegada de su niña, ahora se negaba a que naciera. “No, no, todavía, no”. Pero A se empeñó en que sí y tirando de ella la convenció para que entrara en el coche. Que según ella no estaba de parto, que sería otra falsa alarma, pero dice A que cuando la vio haciendo respiraciones agarrada al manillar de la puerta del coche, aquello estaba más claro que el agua. Pero ella seguía erre que erre, renegando de esa idea, y hasta le echó la bronca a A en la puerta del hospital, cuando sacó la maleta del coche. “Que no nos quedamos, no te empeñes, que no estoy de parto, uf, uf, uf, uf…”

Y yo mientras en Murcia peleándome con Morfeo: “Acho, déjame dormir, que mañana podría ser un día muy largo”. Entonces me llegó un sms que me lo confirmaría, pues sólo podía ser de A: “Cuatro centímetros de dilatación. Ingresados en el hospital. M de parto”. Pues ya la habíamos liado. Ya podía tardar eso 8 horas que a mí ya no me dormía ni Perry. Que no sólo pensaría en el parto de M y en los nervios de A, sino también en cosas del curro, en las dos visitas que recibí esa tarde, repasaría el monólogo del Kennedy… Estaba perdida.

Sin embargo, tan sólo pasaron dos horas para que llegara otro mensaje: “Estamos yendo muy rápido, ya asoma la cabeza. Nos vamos al paritorio”. Y ahora ¿qué hago yo? ¿Enciendo la luz y espero? ¿Leo un libro? ¿Me hago un colacao con galletas? Pero no me dio tiempo a decidir, que la pequeña B llegaría al mundo unos minutos más tarde, y a mí me llegó una foto, que ya no pude dejar de mirar. Y luego otra. Y con esas dos fotos estuve flipada hasta que oí el microondas de mi vecino por el patio de luces que me confirmaba que eran las 6 de la mañana. Aunque fuera un par de horas, debía intentar dormirme.

Diez minutos antes de las 8 me llamaba el Divino Impaciente, abuelo y padrino, haciendo ya planes para el mediodía. A él lo puse de excusa para que por favor no se alargara la reunión de más de tres horas que tuve en Lorca. “¡Por favor, tengo a un abuelo primerizo esperándome para que me lo lleve a Madrid!”

A las 3 por fin partíamos rumbo a Mini B y, aunque emocionados y nerviosos, nuestras caras no ocultaban el cansancio de la noche anterior. La conversación giraría en torno a esa noche, a la mañana de felicitaciones y las reacciones de los familiares y amigos. Y así en bucle durante cuatro horas. Aunque también salieron por ahí la abuela Pepita, su abuela Ramona y el bisabuelo Lino, entre otros.

Cuando llegamos a la habitación 9 de la clínica madrileña, la pequeña B se recuperaba de un berrinche. Con los ojos muy abiertos y una cara de sorpresa, aunque de lo más familiar, nos saludó a P y a mí por primera vez. La pequeña B olía al colacao con galletas que no me llegué a tomar y, con tan sólo pasarle un dedo por aquel moflete tan suave se calmaba, para, apretando los morritos, intentar volver a dormirse. “Hola, Mini B, soy tu tía Conch, bienvenida a la familia”.

domingo, 4 de noviembre de 2012

November rain



Yo me habría quedado para siempre en el mes de octubre. Lo pensaba el pasado jueves, haciendo repaso y balance del mes, y recordando el sabor de esa refrescante mezcla de ginebra premium con tónica de color rosa, frutos rojos y raspadura de limón de mano de buda. El Octubre rojo, que así se llamaba la creación de los chicos de El Club del Gin Tonic, me había conquistado desde el primer sorbo. Tanto es así, que me resistía a darle paso a la mezcla de noviembre, que me miraba desde el otro lado de la barra. Qué necesidad había de acelerar el paso del tiempo.

Y más para inaugurar un mes como éste, el mes más triste de todos. November Rain, la lluvia de noviembre, es el nombre del gintonic premium nuevo, el del mes, y seguro que es un gintonic chulísimo. Sin embargo, por muy dedicado que esté su nombre a los Guns N’ Roses, para mí evoca tristeza y “bebe para olvidar”, que todo lo que sea noviembre me inspira la depresión más profunda. No soy la única que lo piensa, que me avalan las estadísticas que dicen que noviembre es el mes de mayor índice de suicidios. Que no está entre mis planes, ojo, pero para evitar cualquier tentación y, tras haber pasado un primero de noviembre más enfadá que un mono sin motivo aparente, me obligué a salir el pasado viernes día 2, porque también la ocasión lo merecía.

El día de Todas las Santas, como lo tituló mi amiga S, sería mi rayico de esperanza, mi luz al final del túnel en este mes tan feo. Se trataba de una quedada de amigas, de ésas que ya no ocurren tan a menudo ni tan fácilmente. Así, de trece amigas que somos, pudimos juntarnos ocho, que tampoco está mal. Por goteo fuimos llegando al lugar de encuentro y, mientras esperábamos una mesa, cerveceábamos y nos poníamos al día.  Pronto todas coincidíamos en lo mismo: ¿Por qué no nos gustará noviembre? ¿Por qué será un mes tan cenizo? Quizá porque lo empezamos hablando de muertos y calabazas, decía M entre risas, y dicho y hecho, un desfile de Halloween trasnochado tenía lugar ante nosotras, en el día de los Difuntos.

Fantasmones y ex novios que creíamos muertos reaparecían cual zombis por aquel callejoncico murciano. No habrá calles. Que encima había que ser simpática y saludarles, pues mira, a mí en noviembre no me sale. Lo mismo en el 609, al que volvimos por los viejos tiempos y, tal y como ocurría hace años, se nos acercó algún que otro vampiro que, huyendo de la luz, buscaba cualquier excusa para tirarnos a la yugular. El remate fue en la calle Pérez Casas cuando, entre el mogollón, divisé al último que me dio calabazas en brazos de otra.

Ay, noviembre, pensé en la vuelta a casa, mes compuesto de treinta días anodinos en los que parece que no pasa nada y lo poco que pasa es un rollo. Como la llegada del invierno, que lo hace de repente, sin otoño ni medias tintas. Un frío del quince sin avisar y sin venir a cuento. Que por muy hasta el moño que estuviéramos del verano y del calor (a mí no me miren), parece que nunca estamos preparados para la llegada del frío. Yo misma, aunque ya los dedicos de las manos se me empiecen a poner azules, o por mucho que ya pueda matar con el simple roce de un pie, me resisto a sacar los jerséis y las lanas. Empieza el dilema de nórdico o mantica, de calefacción o rebequica, de chaqueta o abrigo, de “voy a tener que ir al trastero por el radiador”. Perezaca máxima, o como decía Giusy Ferreri en su canción “Novembre”: “il mio corpo non si veste più di voglie”, o lo que es lo mismo: mi cuerpo ya no tiene ganas de na.

Y así va a estar mi cuerpo, decidí al girar las llaves en la cerradura de casa: sin ganas de nada y metidico bajo una manta. Mientras, contaré los días para el próximo aliciente, resolveré dilemas y planificaré mi nueva vida.

¿Te gusta noviembre?

viernes, 2 de noviembre de 2012

Hola, me llamo Mimi!

I love London!

Nada mejor que una canción cañera como ésta para liberar la energía negativa de este mes de noviembre. 

Dedicado a mi M de María, M de mami y V de @vasicodeleche porque este finde está allí y yo me muero de envidiaaaa!!

Tengo un monazo de Londres que no me aguanto.

¿Quién me lleva pronto?