domingo, 27 de febrero de 2011

Mala noche, no.

Al final me pudieron las ganas a mí. No pude contener mi ansiedad y con un mensaje de texto incumplí todas las normas de los manuales de la chica cool, la fría que se las sabe todas, la que se deja querer. Quería saber qué había de lo nuestro. Que llevaba el tío dos semanas diciendo que tenía ganas de verme. Que tan sólo la noche anterior me había pedido audiencia pero me pilló ya tarde, en pijama y con el cuerpo para el arrastre. Esta noche era la noche, ése era el plan, pero eran ya casi las 11 y no tenía noticias de él. Incluso se podría decir que estaba en mi derecho de pedirle señales de vida.

“Estoy en el coche camino de casa, no ha sido un buen día y me voy a la cama. Un beso.” Y fue precisamente el beso lo que me paró los pies a la hora de blasfemar y cagarme en su estampa. Y que el “no ha sido un buen día” podría significar cualquier cosa, quizás tremenda, que sobre todo cuando tienes alguna desgracia o funeral reciente te da por pensar lo peor, que ya vas por la vida que cualquier imprevisto te descoloca. Si ya no se me daban bien las sorpresas…

Pero es que se veía venir. Lo había gafado yo desde el principio. La ley de Bridget Jones en estado puro. La casa limpia, el modelito bien elegido, la conjunción de la ropa interior, la depilación, un pelazo de escándalo y un maquillaje impecable. Estaba cantado, que poniéndome la máscara de pestañas murmuraba: “¡No me voy a comer una roooosca esta noche!”. Y mis amigos L y M se reían sentados en mi sofá deseando saber el desenlace de esta historia, que yo ya me olía que iba a ser fatal.

Me fui con ellos a cenar, qué remedio, y fueron ellos los que me dieron permiso para mandarle el mensaje al de las ganas y L quien me leyó su respuesta pues yo me temía lo peor y no tenía fuerzas. Lo sabía, ahora ¿qué? Talento desperdiciado, otra mala noche. En ese momento saltaron los dos, cual Verónica Castro con su “Mala noche, no”, con que disfrutara de la cena, que la vida es muy corta y que luego nos iríamos de cubatas y a bailar. Y eso hice, que lo que me reí con el par de dos y con las elementas de la mesa de al lado no tuvo precio. Y los vídeos musicales de fondo, que estábamos en el Bodegón Santiago y tienen por costumbre ponerte un DVD de algún concierto. Sin embargo, no es hasta que sale Miguel Bosé cuando la gente se desmelena cantando y bailando “Seré tu amante bandido” con el cuchillo de la sobrasada en la mano.

A esto, que sólo fue el calentamiento, habrían de seguirle las copas, que L y M no quisieron dejarme marchar. Fuimos entonces al Ma-T, donde nos juntamos con las primas rolleras y ya comprendí que no había marcha atrás, ya estaba liá, con cara de juez y un cubata en la mano. Hasta que fui al aseo.

Ahí estaba, frente a mí, haciendo cola para entrar. El chico más guapo y que más me gusta de toda Murcia, así como el que más pasa de mí del mundo entero. Que será un tontolpijo como todos los demás, sobre todo si no tiene el más mínimo interés en conocerme, pero a mí me encanta, que me alegra un montón la vista y la existencia. Tal y como me arregló, en ese mismo momento, la noche esta tan mala. 

¡Hola! – le metí un grito que lo pasmé, pero es que la emoción me pudo.
Hey, hola, ¿qué tal?- respondió él sonriente dándome un par de besos. 
Genial. Mira, ya salen del aseo, ya te toca.

Y ahí está. Eso fue todo. Se metió al aseo, cerró la puerta y ya tuve suficiente. Así somos algunas de sencillas. Porque mala noche, mala noche… ¡no!  

Verónica y su pelazo

domingo, 20 de febrero de 2011

Martes Gallo

Seré una mujer débil, pero es que a veces, sobre todo en invierno y aunque sea martes, parece que lo necesito. Aunque sea laborable, me hace falta de repente un respiro en forma de pequeño momento de fiesta, un paréntesis de marchuqui para liberar estrés. Algo que me haga olvidar que en el fondo somos a lo que nos dedicamos y que, aunque me delaten los restos de tiza en las uñas o la señal de las gafas a la altura de la ojera, necesito juntarme con mis amigas en un sitio guay para recordar que somos tías estupendas, jóvenes, divertidas y que podemos permitirnos no volver a casa inmediatamente después de trabajar a darle de cenar a nadie. O dormir menos horas una noche, que por una no pasa nada.

La culpa la tiene Twitter, que todo esto empieza ya por la mañana, especialmente los martes, con Gabi animando al personal a ir a Del Gallo Blues a desayunar, a escuchar tal charla o a disfrutar de tal concierto o DJ… Y ya algo me reconcome, que además se me ocurren muchas cosas que celebrar: el coche nuevo, el aprobado en italiano, que estoy viva... Y el hashtag #martesgallo (cosas de twiteros) se te graba en la retina y aparece una y otra vez, hasta que hay un momento en el que dices “¿qué pijo?” y llamas a una amiga, o se lo dices a una compañera del trabajo, a ver qué le parece la idea. “¿Te hace un Gallo esta noche?” Y ante el primer atisbo de un sí nos ponemos en contacto con Gabi, que nos reserva una mesa para las 9:45.

Para los que no conozcáis Del Gallo Blues habréis de saber que se trata de un sitio muy especial, y ojo, probablemente es el sitio más cool de Murcia y del Levante español. No se trata ni de un restaurante, ni de un pub, ni de una cafetería. Es un cafemusicrestaurant, así todo junto, y a mí me rechifla precisamente por ese mezclete. O si no, ve un martes de charla y verás. Que lo mismo está Miguel Ángel García Gallego hablando de las expediciones de un tal Shackleton, comentando unas imágenes de barcos y pingüinos, que allí está todo el mundo a su rollo, disfrutando de su deliciosa a la par que exótica cena, de risas con los amigos y el tío ahí, habla que te habla. Que la última vez comentábamos que las noches así son ideales para parejas que ya no tienen nada que contarse, que las había, que tú te pides tu cenica y escuchas la charleta mientras comes frente a la parienta, sin tener siquiera que mirarla a la cara.

Yo voy en otro plan, claro, que suelo llamar a mi amiga B, que entre semana se apunta a un bombardeo y trae consigo a un mínimo de 3 amigos más. Esta semana sin querer nos juntamos seis tías, cada una de nuestro padre y nuestra madre a jalar como locas. Por supuesto, pedimos sushi y ensaladas para parecer que íbamos de light, pero aviso que la César lleva seis alitas de pollo bien friticas. Y mientras compartimos el foie con mermelada de violetas hablábamos de los temas más variopintos. Momento grandioso fue recordar a nuestros ídolos de la infancia: Mary Poppins (prácticamente perfecta en todo) y la estilosa Truly Scrumptious, prota de Chitty Chitty Bang Bang. Ahí, claro, hablando de coches chulos, conectamos con mi nuevo amor, al que según B debo darle un nombre cuanto antes. Qué locura, que hasta hablamos de toros, ya que este domingo se celebra el Festival contra el Cáncer. 

Lo único que nos calló fue el postre: una bellísima tarta de queso en copa rebosante de la mermelada de fresa más dulce jamás y un orgásmico fondant de chocolate acompañado del afrodisíaco helado de canela, para irnos a la cama con otra cara. Así que fuimos las últimas personas en salir del Gallo, que para eso nos estamos convirtiendo en las reinas de la noche entre semana. La que viene no sé qué día caeré por allí, pero ya por mi salud mental, iré seguro. Le preguntaré a Gabi, a ver qué me ofrece. ¿Te hace un Martes Gallo?

Prácticamente perfecta en todo

Verdaderamente deliciosa

lunes, 14 de febrero de 2011

Cenas románticas en Murcia

Hoy por ser el día que es... POR FIN lo publico. Os doy las gracias a todos los que me habéis ayudado con vuestras opiniones.

Así pues, creado por todos vosotros... que yo sólo he llevado la cuenta...

El (dichoso) Ránking de Restaurantes Románticos en la Región de Murcia.

1. El Reloj de Cuco

2. Pura Cepa

3. Enso Sushi

4. Quesería Tope

5. La Casa del Reloj

6. La Cabaña de la Finca Buenavista

7. La Salica

8. La Escuela de Pieter

9. La Vieja Ermita

10. Monteagudo

Y que conste que no me llevo nada por hacerle la publi a nadie... pero acepto invitaciones ;) que no los he probado todos.

domingo, 13 de febrero de 2011

I love Thalatsu


Fue un trato que hice con mi amigo F, que me confesó que tenía antojo de caldero, y vi el cielo abierto para mi último hedonismo. “Hecho”- le dije- “nos vamos un miércoles al Thalasia, a San Pedro del Pinatar. Yo te invito al Ritual del Caldero en el restaurante La Sal y tú me invitas a un masaje”. Y aceptó, sin saber que yo no me refería a un masajucho cualquiera. Yo quería probar el Thalatsu, único en el mundo entero y diseñado específicamente para mí. O más o menos.

Con esto de San Valentín, mi bandeja de entrada, mi twitter, hasta mi buzón, y por supuesto, mis nervios, estaban que trinaban con tal cantidad de promociones, ofertas, viajes, regalos e ideas para gente con pareja pero sin imaginación. Además, el facebook aparecía de repente lleno de novietes rezumando y recochineando amor, e incluso algún amigo osado me pedía consejo sobre cómo demostrarle amor a su chuqui. (¡A mí! Habrase visto.) Y yendo por la calle, y en el trabajo… Y todas tiendas, las revistas, los periódicos… rebosantes de corazones. Entonces, justo cuando ya pensaba que Eros estaba conspirando contra mi feliz soltería, lo vi. Cristalino, para mí, allí estaba, entre las sugerencias de una revista para los malditos enamorados: el Thalatsu.

Leí que este masaje acuático, además de ser anti-estrés, mejoraba las relaciones de pareja. Que no se trataba de una simple técnica de relajación sino que era algo más profundo. Realizado en agua salada caliente, combinando aspectos físicos y mentales, proporcionaba bienestar al cuerpo y permitía encontrarse a sí mismo, facilitando así la comunicación de pareja bla bla bla… Obviamente esto último me daba igual, que yo lo que quería era probarlo y ver qué efectos tenía en mí.

Y allí que me planté. Momento biquini en pleno febrero, luciendo lorza a to lo que daba la mata, pero dispuesta a dejarme llevar en manos de Jorge, el amable fisioterapeuta al que le tocó la china esa mañana. Seguí sus instrucciones y me adentré con él en una mini-piscina que había junto a las otras grandes donde chapoteaba el reparto de Cocoon en pleno. “Tienes que confiar en mí”- me dijo- “y no abrir los ojos hasta que yo te diga”.  Mucho me pides, tronco. Pero los cerré, y que fuera lo que Dios quisiera. Y en esto que Jorge me abraza y me coloca en posición horizontal, como haciendo el muerto, con los oídos sumergidos en el agua. Y de eso que ya no se oye nada, y piensas si será eso parecido a aquello que dicen de volver al vientre materno, porque sólo podía oír profundidad y agua. Que lo demás no me importaba, ni un pelo que me pudiera haber dejado sin depilar, ni el posible público proveniente de la piscina de al lado. Me olvidé hasta de Jorge, que movía mi cuerpo en el agua y presionaba mis puntos de energía. Yo sólo flotaba y me concentraba en mí misma o en la nada.

Dicen también de este masaje que los que lo prueban, al dejarse llevar, se desinhiben de tal manera que se sinceran sin querer, pues te puede dar por llorar o por partirte la caja. Y en mi caso fue lo segundo, que se me escapaba la risa con la tontería de la flotación, menuda fiesta me monté yo en los cincuenta minutos que estuve conmigo misma.

“Abre los ojos” –oí decir a Jorge, al que recibí con una inmensa sonrisa y una alegría loca que no cabía en mí. Una alegría por la que habría saltado a la piscina contigua a morrearme con un pedazo de guiri rubiales que me miraba con cara de “a-donde-vas-pringá”, para escarnio de los viejunos de alrededor.

Tras eso, lo prometido: el calderico allí mismo, pero hecho y servido con esmero y ritual, que primero fue el caldo en tapón, luego un pescado frito, para culminar con el arroz, su pescado, su ajo, y unos paparajotes de postre.

Y yo con mi sonrisa tontuna, que vaya un plan más guapo me monté por San Valentín sin quererlo, así, a lo tonto tonto.   

miércoles, 9 de febrero de 2011

All the right moves

¡Feliz miércoles, cariños míos!
(Me pido a David Gandy. Prime!)




Muchas gracias a Carmen por pasarme esta joya.

martes, 8 de febrero de 2011

Gañanes

Gañanes que escriben con faltas de ortografía.

Gañanes que creen que tienen algo en común contigo y se empeñan en quedar.

Gañanes que te dicen que te llamarán después de comer para quedar... y ya es la hora de la cena.

Gañanes que te mienten.

Gañanes que no se lavan.

Gañanes que te comentan temas.

Gañanes que dan el porculo to lo que saben.

Gañanes que te dicen que te llamarán después de comer para quedar... y de eso hace ya 3 días.


Y desde aquí, un saludico a Ernesto Sevilla, con el que salí de feria mucho antes de saber que era Ernesto Sevilla.

domingo, 6 de febrero de 2011

Valores

Al menos una vez al mes intento quedar con mi amiga A para, acompañadas de un café y unas tostadas, hacer una intensa actualización de nuestras vidas y así, es verdad, practicar nuestro deporte favorito: rajar de los hombres que nos rodean, desmenuzando cada situación y comportamiento intentando entender por qué narices son así.

Al hilo de la historia aquella de la rubia, me contó que hace poco, una noche rara, de esas veces que una cosa lleva a la otra sin saber cómo ni por qué, mi amiga acabó invitando  a un chico mega atractivo, dijo, a su piso y a su sofá. Compartieron una botella de vino, vieron una película, seguida de unos copazos y unas risas, sumando un total de siete las horas que duró la visita y las confidencias. Que es que el chico además parecía de los listos, pues decía frases largas bien construidas y hasta le cambiaba el tono de voz al pronunciar palabras como sociedad y valores. Tras tantas horas de profundidad llegó el momento de la despedida y hubo magreo del bueno, pero decidieron dejarlo para otro día, que ya era tarde.

“¿Cuándo te veo?” – le preguntó la muy incauta. “Pues tengo cenas y cosas, ya te llamo yo cuando vea un hueco”. Moscardón en la oreja de mi amiga y por supuesto, nunca jamás se supo.

No fue hasta unos días después que mi amiga, cruzando Pérez Casas, supo que seguía vivo al verlo a través de los cristales del Chinatown. Al día siguiente, además, era su cumpleaños, por lo que mi amiga, que es una tía educada, y con el propósito ya de paso de mandarle uno de esos mensajes de te-acuerdas-de-mí, lo felicitó con un sms al que nunca respondió el de la educación y los valores.

Hubo que esperar a la noche del sábado, también en el Chinatown, que mi amiga departía con sus colegas cuando lo vio llegar con un grupo de gente. Él le hizo una señal de “Ahora me acerco (no vengas tú)” pero nunca se movió de su sitio, apoyado en la barra de palique con una rubia a la que mi amiga intentó no dar importancia.

De repente, al salir del aseo: “Hey ¿qué tal?”- se preguntaron falsamente emocionados. Él entonces rompió el hielo: “Pues no iba a salir hoy, he venido por obligación, porque me ha convencido una chica… la chica que… vamos, mi rollo…” Ahí lo llevas: ¡sin timidez! Dice mi amiga que a partir de ahí no oyó nada más, que todo se ensordeció mientras ella se concentraba en poner no sabemos qué cara. ¿Con qué morro le dices eso a una tía con la que te has liado una semana antes? ¿O es que eres así de corto y no das para más? Encima nosotras pavas seguimos con la sonrisa, porque pedirle explicaciones no es plan, que total, entre tú y él no había nada ¿no? Y se te pasan mil cosas por la cabeza, rápidamente ojeando las páginas mentales del manual de la chica cool, buscando qué hacer en situaciones como ésta. Entonces piensas en las conversaciones que tuviste con él, en las que se le llenaba la boca con palabras como “respeto”…

Y ésa precisamente fue la primera conclusión a la que llegamos: nos han perdido el respeto y con ello ha desaparecido también aquello tan bonito del cortejo. Encima, como mi amiga es así de buena y, como a mí, disfruta dándole la vuelta a todo, decidimos ponernos en el lugar del tío y pensamos: ¿Y si nos hubiera pasado a nosotras? Imaginemos que estamos de tonteo con dos a la vez y coincidimos con ambos en el mismo sitio… ¿Qué habrías hecho tú?

¿Sinceramente? A y yo concluimos que las tías tenemos más dignidad o más vergüenza y nos habríamos alejado de la escena del crimen cuanto antes y con la mayor discreción posible. Creo además que tenemos más pudor ante la posibilidad de haceros daño y sin embargo vosotros… ¿Por qué os quedaréis, gallitos cabritos, recochineándonos que os lo pasáis mejor con otra? Y voy más lejos: ¿tan difícil os es concentraros solamente en una?