domingo, 27 de mayo de 2012

Murcianos en Madrid


De todas las cosas típicas que hacemos los murcianos cuando vamos a Madrid, ir a Chueca, entrar a un Starbucks y sacar el plano del metro hasta en misa mayor, quizá la más típica de todas sea la de avistar famosos. Yo, que a Madrid voy mucho, he alardeado siempre de la cantidad y la calidad de las celebrities divisadas. Desde Ana María Matute hasta Belén Esteban, me atrevo a decir que mi promedio de famosos vistos está por encima de la media. Mi cuñada, madrileña ella, lo ha flipado siempre con nosotros, pues ella no ve famosos y cree que se debe a dos razones fundamentales. Una, que cuando venimos a Madrid, nos paseamos por el centro (los madrileños se ve que no hacen eso), con lo que aumentan nuestras probabilidades. La otra, y no sé cómo tomármelo pues probablemente es cierto, es que vamos tan emocionados y tan provincianos (eso lo digo yo, no ella), que no quitamos ojo a todo aquello que nos rodea. Y así claro, anda mira, un famoso.

El motivo central de mi viaje a Madrid el fin de semana pasado fue el concierto de Coldplay. Siendo en domingo, teniendo familia allí y yendo en coche con unas amigas, lo mejor iba a ser pasar allí el finde entero. Y sí, con 55.000 entradas vendidas, era normal que hubiera mucho murciano, pero… ¿tantos? Amigos, amigos de amigos, hermanos de amigos, compis de trabajo y tuiteros conocidos y desconocidos se darían cita en Madrid tarde o temprano ese fin de semana. Pero no sólo para ver a mi banda favorita, que me enteré de otros muchos que estaban allí por otros motivos. Tras el concierto de Coldplay, el musical de El Rey León parecía ser la opción más popular. ¿No había más findes en el año o es que a los murcianos nos pirra ir a Madrid?

Y fue por uno de esos murcianos, comparando restaurantes exóticos de la capi (otra cosa que nos chifla), por el que supe de un conciertillo más modesto para la noche del sábado. Soundtrack, “proyecto alternativo” del actor y paisano Carlos Santos (¿os acordáis de Povedilla?) junto a Fran y Jorge de Second, tocaría versiones de los grandes en un club del centro de Madrid. La invasión murciana estaba asegurada.

Pero no fui, al final se me lió el sábado. Y es lo que pasa en esa ciudad, que no da tiempo a hacer nada. Tras mi charla sobre la India en un curso de mi ONG, me quedé de palique con otros voluntarios hasta que, cansada y sin ganas de más Madrid decidí pirarme. Y sería el agotamiento, que no vi a ningún famoso en mi camino. Cuál fue mi sorpresa sin embargo, cuando en el metro me encontré a R, un compi de trabajo de los de El Rey León.

Para típico también, el topicazo de que los murcianos nos llevamos el sol donde vamos. Nada más lejos. El domingo, unas nubes negras y unas lloviznas amenazaban con fastidiarnos el concierto. Y efectivamente, dos horas antes de que empezara, una granizada nos sorprendió en pleno estadio. Decidimos entonces resguardamos en el interior del Vicente Calderón hasta que escampara, y ahí dentro, en la penumbra, los chicos de Intermón Oxfam intentaban captar almas solidarias para su campaña “Crece”. Dos de ellas, disfrazadas de plátano y guisante respectivamente, se hacían fotos con los empapados asistentes. De repente me di cuenta de que yo a ese guisante lo conocía. M, murciana con la que estuve en la India, regalaba sonrisas embutida en una vaina de peluche.

No vi a ningún murciano más durante el concierto, pero supe de sus localizaciones por el móvil. A la vuelta, helada pero más contentica que na, seguí a los madrileños que cogían el metro en dirección contraria a las masas, que se agolpaban peligrosamente con sentido norte. En uno de esos vagones, me encontré a P, un amigo lorquino que había sido igual de astuto.

Tiene gracia, pensé en el taxi que cogí después, que hasta el último momento viera a más murcianos que famosos. Entonces me percaté de que en la radio sonaba lo último de Maldita Nerea.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Me gustan las cerezas

Hoy he dado por comenzada la temporada de cerezas, que me chiflan. Además, una vez leí (la típica trolaca seguramente) que era bueno para luchar contra la celulitis así que llevo veranos hinchándome. Los mismos que llevo luciendo celutitis...
El caso! es que la emoción me ha hecho tuitear desde el puesto de la fruta del Carrefour: "Me gustan las cerezas, me gustas tú", recordando una canción de mi más tierna infancia. Vivan los Ronaldos!

Un par de horas después, Vicente Capapé me dedicaba esta canción al final de su programa deportivo de Onda Cero. Gracias, rey!


Por el sol que me une a ti paso por la noche mejor,
por las cosas que me dices veo la cosa mucho mejor.
Tengo miedo de que te vayas y me dejes sin ti.
Los perros nos molestan, nos iremos de aquí.

Hasta la noche me da la razón,
porque me gustan las cerezas, me gustas tú.

Hay "eses" y "uves" en la noche
que me persiguen, vienen por mí,
tu luz me guiará y me llevará hasta tus abrazos, sólo tu luz,
sólo tú, solo tú, solo tú sabes quien me lo dijo a mí
y ahora voy a por ti, ten cuidado porque voy ardiendo.

Hasta la noche me da la razón,
porque me gustan las cerezas, me gustas tú.

Tienes cara de sueño pero no me importa,
tienes ojos de halcón cuando haces amor.
Tienes ...
Tienes ...
Tienes ...
Tienes ...

Por el sol que me une a ti paso por la noche mejor,
por las cosas que me dices veo la cosa mucho mejor.
Tengo miedo de que te vayas y me dejes sin ti.
Los perros nos molestan, nos iremos de aquí.

Hasta la noche me da la razón,
porque me gustan las cerezas, me gustas tú.

¡Ah!, me gustas tú,
me gustan las cerezas, me gustas tú,
me gustan las cerezas, me gustas tú,
me gustan las cerezas ...

martes, 22 de mayo de 2012

Vamos de boda


“Ese día tengo otra boda”, le dije a L con cierta tristeza cuando me invitó a la de su hermana. “¿A qué hora?”. “A las 8”, le contesté demasiado rápido. “Genial, Bitter, te da tiempo a ir a las dos, la de mi hermana es a las 12”. 

Y así fue como me liaron. Dos bodas en un mismo día. En primer lugar la de T, hermana de mi amigo L, y más tarde la de Q y M, un ex compañero de carrera con una prima mía. Con ocho horas de diferencia y ambas casualmente celebradas cerca de casa, la cosa no parecía suponer mucho problema mientras controlara el calzado y el alcohol. No le di mayor importancia pues, pero al final, como siempre, hubo gente que me acojonó con historias de miedo de “yo una vez lo hice y nunca mais” y amenazas del tipo “vas a morir”. 

Lo consulté entonces con N, que una vez vi llegar a la que era su segunda boda más fresca que una rosa y como si nada. La clave, según ella, aparte de elegir cuidadosamente el calzado, fue desmaquillarse, ducharse, cambiarse de vestido, volverse a maquillar y ¡ale-hop! Así pues, llevé dos vestidos a la tintorería y preparé tres pares de zapatos (boda 1, boda 2 y plan B).

A la primera boda llegué ya para la salida de la iglesia. Con el día que me esperaba y el calorapio que hacía, preferí no llegar antes y pegarme la plantoná. En la puerta, tanto chicos como chicas se abanicaban con unos paipáis que astutamente repartieron las hermanas de la novia. Pronto localicé a mi grupete y, pronto también, me compadecí de los chicos que, enchaquetados sudaban la gota gorda. “Por favor, bodas a partir de mayo en Murcia, no”, se lamentaban. “No más bodas en general” soltó otro, “son la peor epidemia del siglo XXI”. Tú y los payos como tú sí que sois una epidemia, le dije.

Enseguida salieron los novios bajo un manto de arroz y llegó el momento de marchar al lugar de celebración. “Está sólo a 20 minutos andando, es un paseíco” ¿Perdona? Pero claro, no era plan de irme yo sola en taxi, así que hice de tripas corazón y le di al tacón con garbo pero con miedo, por el centro de Murcia.

Tras una paradica técnica para una birra fría en la Posada de Correos, llegamos al lugar de celebración donde los invitados se cocían bajo el sol. Cuál fue mi sorpresa y alegría, cuando encontramos, en una esquina del jardín, a aquel camarero tan simpático haciendo mojitos…

La comida fue estupenda, y el momento del baile y la barra libre aún mejor. DJ Keaton animaba el cotarro con una variedad de temazos increíbles mientras yo apuraba mis minutos y mi segunda copa. Llegó la hora de marchar y esta vez sí que me pedí un taxi que me llevara a casa. No sólo por mis pies, que milagrosamente seguían ahí, sino también porque no me veía yo cruzando la manifestación del 12M15M al grito de “Vamos de boda”. Entonces, siguiendo los consejos de N, me duché, me cambié de vestido y me puse los plan B, y enseguida, más fresca que una rosa, llegué a la segunda boda. 

“No beberé ni comeré más… al menos en un rato”, les dije a B y F camino al banquete. Y el “rato” me duró hasta la entrada del salón, cuando me ofrecieron una copa de champán rosa y divisé la barra de quesos, torta de casar incluida, y la de sushi… Nos inflamos. Y luego en la cena no pude ni con la ensalada y no os contaré lo que sentí cuando llegó el ossobuco.

Mi segunda barra libre fue sin alcohol, e hidratándome a base de Coca-Cola, bailé como una posesa hasta que a las tres de la mañana mi cuerpo dijo basta. Podía sentirme orgullosa aunque, presintiendo los dolores de la mañana siguiente, me prometí no volver a hacerlo nunca mais.

Por fin, a eso de las cuatro de la mañana, y tras quince horas de boda, cautiva y desarmada como el ejército rojo, me lancé en plancha a la cama, cerré los ojos y pensé: La guerra ha terminado.

domingo, 13 de mayo de 2012

Guapo 4.8


Pues sí, fue un sosero. O soser, que es el término made in Murcia que designa a todo ser medio modernete que viene al SOS. Alternativos, gafapastas, indies, poppies o pijos al fin y al cabo, o como dice mi amigo R, “son todos unos hippies”. Pues eso, que da igual la designación o la tribu urbana, que a mí los modernetes estos me encantan, y el que me moló era definitivamente un sosero de los que me gustan: alto, aseado y más guapo que hecho por encargo. Un adonis moderno, un ser apolíneo versión 4.8. El sueño de mi vida realmente, alguien que disfruta del SOS como yo, pues me he convertido en incondicional de nuestro festival, que desde que empezó hace cinco años no me he perdido uno. Añado entonces “Que le guste el SOS” a mi lista de requisitos para mi hombre perfecto.

Que si ya el flirteo, las sonrisas y las gracias empezaron con los Friendly Fires, creo que lo conquisté definitivamente cuando le convencí para que cambiara a los Pulp por nuestros murcianos The Leadings. Acierto total y ganando puntos a mi favor, aunque fue ya en el concierto de Gossip cuando decidí que la vida es muy corta y a mí el guapo no se me escapaba, y que el contoneo de caderas provocado por el vozarrón de Beth Ditto no podría compartirse con otro que no fuera él.

La luna más grande del año brillaba la segunda noche del SOS. Los Delorentos y los Flaming Lips dieron comienzo a la banda sonora de una velada que prometía ser fantástica. El guapo del SOS y yo disfrutamos como enanos del concierto de La Casa Azul, donde lo dimos todo, yo hasta la voz, perdida entre desgañites y bailes. Finalmente, aún sin cansarme de tanta maravilla y tanto buen rollo, seguí la fiesta junto a él y a los Cansei de ser sexy, que empezaron ya a altas horas de la madrugada.

Las cinco de la mañana y todo sosero, se demostró una vez más que en el SOS el que resiste gana. El recinto de la Fica rebosaba todavía a esas horas de un montón de modernos danzarines, vibrando al ritmo de dos DJ de lo más animados. Finalmente, al guapo y a mí nos separó la lluvia, mi afonía y el dolor de pies, y mirándole a los ojos pero sin hablar, le dije “quiero volverte a ver” deseando que él también lo quisiera.

Horas después, con el sol brillando en lo más alto, resacosa, afónica, despeinada, dolorosa y ojerosa, di los buenos días post-SOS con una sonrisa en la cara que no me quitaba nadie. Ni los tirones de gemelos, ni el dolor de cabeza pudieron con el buen sabor de boca, que definitivamente era más fuerte. Y fue esa sensación, y muchas otras cosas, lo que me apeteció trasmitirle a mi guapo del SOS. Saber cómo estaba, si se mojó mucho con la lluvia, si había dormido bien, si le gustó el festival y si, ya de paso, se acordaba de mí.

Entonces mi impaciencia le mandó un sms. Justo lo que no se debe hacer, que las modernas que van al SOS no hacen eso. Fui débil y empecé a arrepentirme ya desde el primer minuto de espera. Y es que no aprendo, y pronto fui martirizada por mis amigas que me lo explicaron y empezaron a enumerarme los puntos del protocolo de actuación del día después. Y más con estos modernos. “Pero es que es muy guapo, entendedme”.

Contestó, casi dos horas después, pero contestó. Intentaré no pensar qué pudo significar la tardanza. Que si estaba como yo, tirado en el sofá, inutilizado y con más resaca que vergüenza, a lo mejor no tuvo fuerzas para nada. Pensaré en positivo, que esta semana he quedado con él. Cierto es que no habrá música, ni luna, ni SOS, pero sí muchas ganas de verlo. Que si a pesar de que haya pasado una semana, efectivamente es tan fan del SOS como yo, guardará todavía fresco el recuerdo del que para mí ha sido el mejor finde del año. Y que si este guapo es para mí, estará, como yo, contando los días para el SOS del año que viene.

domingo, 6 de mayo de 2012

¿Puedo dormir en tu sofá?


La idea me la dio M, la más aventurera de mis amigas. Hace ya un par de años que se unió a la red de Couchsurfing. ¿Que qué significa? Pues Couch es sofá, y con surfing uno se puede imaginar un payo rubiales con traje de neopreno subido en tu tresillo, pero no. Se trata de una red de viajeros de bajo presupuesto, adalides de la aldea global, del todos somos hermanos y del mi casa es tu casa. No es mala la idea. Desde un punto de vista práctico, por medio de los contactos hechos en esa web, puedes conseguir alojamiento gratuito en todas partes del mundo, pues los miembros de esa red te ofrecen su sofá. Puedes conocer desde dentro la cultura y costumbres de un país, pues hacen de guías de su ciudad o se ofrecen a darte conversación con un café y así practicar idiomas. Genial, ¿no? Pues puedes unirte sin ofrecer tu sofá a cambio. Mi amiga M no tiene casa propia y sin embargo ha surfeado los sofás de medio mundo, desde Estados Unidos a Corea, pasando por Finlandia. Amiguitos tiene la tía en todas partes.

Un buen día M me convenció de que me creara un perfil. No sólo por la cantidad de gente interesante que conocería sino porque a lo mejor un día, perdida en un viaje, podría necesitarlo. Y así, una madrugada tonta, completé mi perfil. De repente, en un lateral, descubrí una sección que invitaba a detallar tus próximos planes de viaje. Esto fue hace un cosa así de un mes y mi viaje más próximo era el de estudios el pasado Puente de Mayo. “Hola, no necesito sofá pues ya tengo hotel, tan sólo me gustaría quedar con alguien con quien tomarme unas pintas y ver algo de Dublín que no conozca”.

Al día siguiente tenía un mensaje de un tal Paul ofreciéndose a llevarme de pubs. Paul, de 35 años, dublinés de nacimiento y bonico del to, en su foto salía con un palo de billar y una expresión socarrona que me recordaba muchísimo al Dr House. La ilusión y las mariposas me invadían el cuerpo y empecé sin querer a montarme la película. Entonces leí su perfil y no podíamos tener más cosas en común, ni él tener un humor más fantástico. Era ideal para mí y, le gustara yo o no, ya tenía yo el viaje de estudios apañadísimo. Menudo aliciente, no sabía si podría esperar un mes.

El mes pasó y llegó el día de partir hacia Irlanda. Esa mañana de viernes, tras semanas sin saber de Paul, le mandé un recordatorio de mi llegada, al que no respondió antes de mi marcha. Debía ser paciente, pensé, que además el primer día del viaje estaría ocupada con los alumnos y la visita a la ciudad. Seguro que respondería para el sábado noche… Pero, como pude comprobar esa tarde gracias al wifi del hotel, no lo hizo. Más tarde, pinta de Guinness en mano, no pude evitar preguntarme dónde estuvo mi error. ¿Mostré demasiada emoción en mi respuesta? ¿Fui demasiado rollera? ¿Demasiado… facilona? Dos pintas y un sex on the beach más tarde, tras haber bailado no sé qué canción de un rover en un pub típico, mi único pensamiento era: Pues mira, él se lo pierde.

Para nuestra última noche en Dublín reservamos una cena en un restaurante típico con más música y más baile, y fue otra vez en el hall del hotel, mientras esperaba al resto del grupo, cuando vi un email de Paul con su número de móvil. Rápidamente y casi sin pensar le mandé un sms con mis planes y mi localización. “¿Podremos vernos o será demasiado tarde para ti?”. Pero no respondió inmediatamente. Ni cuando llegué al restaurante, ni a la hora, ni después de cenar. Ni a la mañana siguiente, ni cuando ya aterrizamos en San Javier.

Esta semana la he pasado respondiendo peticiones de sofá de gente que venía al SOS. Cada vez que entraba a la web miraba con tristeza la foto de Paul y releía su perfil. Me moría de ganas de mandarle un resentido mensaje de “no me contestaste” pero me contenía cada vez. Hasta esta tarde, que he cogido mi móvil y he visto el mensaje que le envié. Entonces se me ha ocurrido comprobar su número… ¡Mierda, me faltó un 7!

martes, 1 de mayo de 2012

Mi héroe


En un lugar del Valle de Ricote, de cuyo nombre no quiero acordarme,  no ha mucho tiempo que vive un hidalgo de los de apargate y limonero. Se llama Súper Perrete y por si no han oído hablar de él, cosa que dudo, es el primer superhéroe murciano. 

Sus hazañas y enseñanzas se pueden ver en Youtube. Los cortometrajes, titulados “Muncho Murcia”, dirigidos por el grandísimo Abelino Tarantino y acompañados de una música de fondo de peli setentera que me fascina, gozan ya de miles de visitas de todas partes de España, quién sabe si también del mundo. Así conocí yo a Súper Perrete, que pronto me conquistó con su sabiduría y valentía, mostrando y defendiendo nuestra tierra murciana, que sí que es verdad, es auténtica, a golpe de limonazos y gracia huertana.

El segundo encontronazo virtual fue en facebook y finalmente en twitter. A través de uno de los perfiles más retuiteados e imprescindibles de la Región, nuestro héroe comenta la actualidad en forma de perlas adornadas de esas expresiones murcianas que nunca debimos dejar de utilizar: “Acho, ¿sí?”, “A pajera abierta”, “que por nadie pase”, “estar hecho un solar” y por supuesto, la gran ordinariez, pero también la expresión por la que se le conoce y que, reconozcámoslo, más nos gusta, el “enchufar al estilo perrete”.

Así pues, tenía que conocerlo en persona, pero su sede, en la Pizzería Ralonni de Ceutí, me pillaba siempre un poco a desmano. Sin embargo, la solución, y una alegría muy grande, llegaría a mí el día de mi cumpleaños, el pasado Jueves Santo, cuando se inauguró en Murcia, en plena zona de las tascas, otra Pizzería Ralonni. Era una señal, pero en días de fiestas se me hizo imposible ir a presentarle mis respetos. Así mismo, fue una pena tremenda pillarla cerrada el día del Bando, aunque eso supuso que hubiera cola para hacerse una foto en la puerta, junto a su retrato. ¡Oh, Súper Perrete, mi héroe!

Pronto, y una vez acabadas las fiestas, mi amiga I, su fan más fan, con una prisa extrema, me urgía ir a cenar a la Pizzería de Súper Perrete, un martes y en plena operación Morcilla Burning. Y claro, ya me conocen, no supe decirle que no.

¡Qué emoción más grande nada más cruzar su puerta! Y, aunque él no estaba, (dicen que sólo va por ahí los fines de semana), su espíritu sí estaba presente y fuimos recibidas como si las heroínas fuéramos nosotras. Sentadas entre limoneros, disfrutamos, en primer lugar, leyendo una carta de pizzas divertidísima a la par que completa. Nos inclinamos al final, tras mucho debatir con A, que nos la explicaba con esmero, por una deliciosa ensalada de la Señora Fina, la Pizza Súper Perrete y por la de la Iniciativa Dharma, que para los friki-fans de “Perdidos” es algo así como lo más. A mí ni me pregunten. Terminamos la infleta con “La Golosica”, la pizza de tres chocolates, la cosa más rica de mis últimos tiempos y el sueño de todo choco-lover.

Y así, a pesar de nuestra conciencia dietética, salimos de allí muertas de risa y sintiéndonos renovadas, que esa pizzería desprende muy buen rollo. Cierto es que no vi a Súper Perrete pero, como sé que volveré, estoy segura de que pronto lo conoceré en persona. Además, me he enterado de que se está preparando ya el rodaje de la tercera entrega de “Mucho Murcia” y necesitan a alguien que salga hablando inglés. Cúchame, Abelino Tarantino, si me lees, cuenta conmigo para el casting.