domingo, 24 de julio de 2011

Yes, please!

Siempre se ha dicho que el truco para elegir un buen sitio para comer en una ciudad desconocida es mirar la cantidad de gente que hay jamando dentro del restaurante, y ya, si dichos comensales parecen locales, el éxito está garantizado. Así hacíamos N y yo en Bilbao, que echamos de menos una ruta del pintxo con motivo del festival al que fuimos, como en nuestro SOS, con su mapica y todo. Habría sido todo mucho más fácil.

Ya en la segunda ronda de txacoli, nos paramos en una taberna de Las Siete Calles. A través del cristal pudimos ver, sentados en taburetes, ataviados con su boina, una típica cuadrilla bilbaína de viejunos simpáticos, uno de ellos hasta llevaba un acordeón. N, emocionada, me instó a entrar: “Tira pal fondo”. Y ahí, en el fondo, lo vi. Un guapetón sanote, enorme y rubiales, de los que me chiflan, sentado solico con su pintxo, en una mesa donde cabíamos cuatro. “¿Te importa si nos sentamos contigo?” – le pregunté. Y con una sonrisa me respondió: “Yes, please”. “Yes, please”, le contesté yo también, con la baba. (Anda que sí, menuda profesora de inglés, si me examino me suspendo). Y ahí que me esclafé, a su lado, mientras N pedía en la barra.

Al ratico, la cuadrilla de viejunos empezó con su folklore en medio del local. El guapetón los miraba con atención hasta que decidí pasar a la acción: “Yo tampoco soy de aquí”. (Ya, no es mi mejor frase, pero funcionó). Le conté que habíamos venido al festival, al mismo tiempo en que me fijé que no llevaba la pulsera para entrar. Y es que no tenía ni idea, él estaba de turismo y era australiano. “Grant”, nos dijo entonces con un apretón de manos y una sonrisa de las de estar genuinamente encantado de conocernos.

Poco a poco, Grant nos contó que era chef de un hotelaco en Sídney y que, de siempre, había sentido curiosidad por España. Año y medio antes había pedido que lo trasfirieran a un hotel de la misma cadena en Madrid o Barcelona e incluso recibió clases de español, pero cuál fue su chascazo cuando le dieron Ámsterdam de destino. Sin embargo, no se quedaría él con su espinita clavada y, una vez finalizado su contrato, se propuso recorrerse España en un mes. Y ahí estaba, tras Barcelona, Palma y Pamplona, en Bilbao con dos murcianas. “¿De Murcia? Voy para allá en un par de semanas”. Y cómo somos los murcianos, que nuestra primera reacción fue de extrañeza. “Con el calor que hace ¿qué se te ha perdido en Murcia, alma de cántaro?”. Lo había elegido por el nombre y por la playa. “Apúntate mi teléfono, guapo”.

Ya se vino con nosotras de taberna en taberna, calle tras calle, y paseando a lo largo de la ría, puente tras puente. Hablamos de mil cosas, de las tapas, de Australia, de los viajes, y le describimos nuestro delicioso caldero. A Grant le gustó la idea del arroz del Mar Menor y a mí más la idea de que cuando viniera a Murcia me lo llevaría a Cabo Palos a conquistarlo. Claramente era el hombre de mi vida: alto, viajero y chef, y era una historia fantástica para contarles a mis nietos. Yo lo veía cristalino, pero es que la peliculera de mi amiga N más aún, que casi casi estaba encargándose la pamela para nuestra boda, que dice que había mucha química entre nosotros.

Acabamos nuestro paseo con un café en la terraza del Guggenheim y tras cuatro horas de charla decidimos seguir caminos separados. Al extenderme la mano le lancé la cara para darle dos besos y él me dio tres, como hacen los holandeses. “Te llamaré cuando llegue a Murcia, y si no estás ocupada…”. Qué voy a estarlo, si lo apunté en mi agenda hace 2 horas.

Pero lo de siempre, que no puedo evitar ser escéptica, que “ya te llamaré” es la mentira más universal del siglo XXI. N dice que me llamará, también mis padres, mi hermano, mi cuñada, mis amigos… Más que nada por lógica. Pongámonos en situación: Si fueras australiano vagando solo por España y quisieras probar el caldero ¿a que me llamarías? Yes, please!

sábado, 23 de julio de 2011

viernes, 22 de julio de 2011

From Beniel to Bilbao

De los veranos me quedo con los viajes. Y de los viajes, me pirran los que surgen con motivo de un concierto o festival, que de esto último está España llena en verano. Viajar a Niza para ver a Madonna, a Barcelona a ver a Kylie, o a Bilbao para ver a Coldplay son algunas de las aventurillas de las que más fardo, que sin querer me sale la sonrisica nada más de escribirlo. Es como que me lleno de orgullo y satisfacción, pues no mola ni na hacer locuras de éstas y contarlas a gente que te responde con un “¡oh!” o un “¡hala!”. 

La última hazaña fue un road trip de cuatro días con mi amiga N, carretera y manta hacia un festival en el País Vasco. From Beniel to Bilbao en 10 horicas de nada, con mucha música, risas y jale, que nos fuimos equipadas como para la guerra, no fuera a ser que nos diera un vahído por el camino. Hasta una latica de aceitunas que nunca abrimos llevábamos en la bolsa del picnic.

Me gusta conducir y así se lo hice ver a N, a la que poco dejé manejar mi cochazo precioso, amor de mi vida. Ella mientras, como buena copiloto, se encargaba de cambiar la música, pasarme el agua y controlar las horas para parar, que si por mí fuera… También hacía fotos al paisaje, que pasaba de nuestro amarillo huertano-desértico a las verdes montañas del norte, pasando por las llanuras aburridísimas de Castilla. Yo le informaba de los cambios de temperatura, que salimos de Beniel con 37⁰ y en Madrid ya bajó unos 10 grados, hasta Bilbao que se quedó en 20⁰ menos del origen. Lo que viene siendo mayormente una rasca del quince para ser verano.

Pillamos una oferta chulísima y nos alojamos en un hotel de 4 estrellas, que ser festivalera no quita que seamos unas señoras. Del hotel, tras las 10 horas de viaje pero hechas unos pinceles, fuimos a buscar el bus lanzadera para subir al Kobetamendi, un monte sólo apto para chicarrones del norte y no princesicas del sur. Cuánta gracia nos hizo cuando nos dejó a mitad del camino. Tras saludar y oler a varias vacas en cada cuesta, con el corazón que se nos salía por la boca, llegamos casualmente justo a tiempo para oír a Blondie entonar su Heart of Glass. Así, demostrando ser la más moderna del lugar, ataviada con un pijama de preso de Guantánamo, Debbie Harry nos dio la bienvenida al festival. A partir de ahí, y tras haberlo comprobado con las fotos, la cara de flipada no se me quitó en tres días. Ya no sólo por los conciertos, en los que puedes elegir acercarte a las primeras filas o verlos perfectamente desde un monte lejano, sino también por el buenrollismo que se respira y la cantidad de gente guapetona y moderna que allí se junta. No tan modernos como los del SOS, he de decir, que los Black Crowes atrajeron a mucho viejuno, pero sí gente estilosa y multilingüe, que también mola un montón. Sugiero que el SOS que viene se pongan los carteles en español, inglés y panocho, a ver qué pasa.

Así, subiendo y bajando cuestas, alimentándonos de pintxos y txakoli durante el día, hidratándonos con mojitos por la noche, disfrutando de buena música, cantando bajo la lluvia y conociendo gente muy divertida, estuvimos los tres días que duró el festival. Cada día nos enamorábamos de un cantante distinto, Chris Martin, Brett Anderson, o Jack Johnson fueron los nominados a Míster Festival 2011, especialmente el último, al que nos encontramos saliendo del backstage y acosamos junto a un grupo de adolescentes gritonas. A nuestros quince años, pero en cada pata, era de suponer que acabáramos con agujetas en todos y cada uno de nuestros músculos y con cita en el fisio por contracturas múltiples.

Con la oferta festivalera que hay por esta zona, que si el de Jazz de San Javier, la OSRM en Belluga, la Mar de Músicas, el FIB, el Low Cost, y el Electromar con Moby en los Alcázares, te habrás pasado por alguno, ¿no? ¿Eres festivalero?

lunes, 11 de julio de 2011

Come, reza...



Come, reza, ama.

Come, bebe, reza.

Baila, come, reza.

Baila, come, ama.

Ama, come, reza.

Sólo os dejaré este vídeo y así os voy dando pistas de mi verano, igual que me las doy a mi misma ya de paso, pues no tengo claro el orden de los factores... ni los factores mismos. Ni siquiera sé si ha empezado ya mi verano o está a punto de comenzar.

Por otra parte, Indonesia me tocaría a final de año, pero... ¿Y si lo cambiara por Australia? ¿Y si mi Bali ha sido ya Bilbao? Total, empiezan por la misma letra ;)

domingo, 10 de julio de 2011

Si hoy es domingo, esto es...


Me fascina sobremanera la manía que tenéis algunos de asignar a los días de la semana una cosa o tarea determinada. Y más en verano y con la que está cayendo aquí en Murcia, que tiene menos sentido todavía si cabe, pues cualquier día es bueno para salir de casa y para cualquier otra cosa. ¿Qué más da si la fiesta es en viernes, en lunes o en miércoles? Si total, tampoco vais a poder dormir del calorapio. Si me vais a parar los pies, ponedme una excusa de peso, por favor.


Yo sabía lo del color. Que algunos friquis como yo, lo confieso, vemos, sin querer, algunos conceptos abstractos de un color determinado. Los números del 1 al 10, los meses del año y los días de la semana tienen cada uno un color cuando pensamos en ellos. Así, para mí el lunes, por mucho que lo deteste y por muy negro que se me presente, siempre lo veo blanco. Que será, digo yo, por lo de empezar la semana de cero, como una hoja en blanco para escribir un nuevo capítulo de tu vida. Lo cual me hace pensar ¿es que todo ha de empezar los lunes? Las dietas por supuesto, tras una despedida por todo lo alto en un restaurante tex-mex a poder ser, para luego hacer lo que dice mi amiga N, los lunes hervido, los jueves cocido.

Los martes “ni te cases ni te embarques” son granates, color del rubí, por lo que me pregunto si el que compuso Ruby Tuesday sufría también esta sinestesia absurda. Como la canción, empiezo a pensar que son unos días tristísimos. Por eso quizá son los martes mi noche favorita para ir al Quitapesares al salir del trabajo.

Los miércoles son naranjas y según mis amigas, no se cena. Me explico. Teníamos muchas cosas que celebrar y decidimos quedar para unas cañas. Al cuadrar agendas, el miércoles fue el día elegido. De repente nos juntamos siete tías y vi necesario no salir al tuntún, sino elegir sitio y reservar. “¿Pero es que vamos a cenar? ¡Si es miércoles! Con unas cañas y almendras con parmesano nos sobra” me increparon. Sin querer contradecirlas, acabé yendo merendada, que este cuerpo no se alimenta de aire y paso de que me dé un vahído así, en miércoles. “¿Qué os pongo, chicas?”. “Pues un picoteo típico de miércoles”- le contesté al camarero. “Operación biquini, entiendo”. “No, que es miércoles.” Y lo que pasa, que acabó por imponerse el sentido común, y tras las cañas y el parmesano, pedimos una ensalada, unos rollitos primavera, un plato de sushi y coronamos el festín con una tarta de queso. De repente, las más reacias a cenar se convirtieron en las más fans. “¿Un gintonic?” ¿Pero no era miércoles? ¿En qué quedamos?

Los jueves, color bermellón, son días estupendos para lo que sea. Jueves bribones, jueves cabrones o jueves de farra sin anestesia. O coger carretera y manta con una amiga y largarte a Bilbao a ver a Coldplay y empezar un particular Come,reza, ama.

Los viernes y sábados, amarillos y celestes respectivamente, son días para subir el felicímetro (happymeter según M) al máximo, cada uno a su manera: Videoclub, golosinas y pizza ya te dan un 8. Playa, helado, rebajas, y cine lo menos un 9.

Así, llegar al domingo, color negro, que suelo dedicarlo a la reflexión y a mis pensamientos. Todo lo contrario que M, que dice que los domingos no quiere dramas. “Quiero comedia, una hamburguesa o un masaje, pero nada de cosas transcendentales”. Yo los domingos quiero música, siesta y sacarle el dedo corazón a Dukan y a todas las dietas martirio, aunque para eso cualquier día es bueno.

Esta semana os la deseo diferente, olvidaos la cuadrícula y dejad lugar a la improvisación y la sorpresa. Os invito a hacer el experimento, pero antes… ¿Veis los días de colores?

martes, 5 de julio de 2011

Fotacas

Iba yo a tomarme un café en Del Gallo Blues hace unos días y...
Mirad qué fotos más chulas me hizo mi amigo Víctor Soriano, @vicsoriano en twitter, de buena mañana, asín sin comerlo ni beberlo.



Si necesitáis un fotógrafo, diseñador gráfico o queréis saber más sobre su trabajo, podéis seguirlo en twitter o visitad http://fotowaton.com/

domingo, 3 de julio de 2011

¿Estás en la lista?


Una de las cosas que más molan en este mundo es que te inviten a una fiesta VIP, y uno de los miedos que ello conlleva es el pensar que puedes no estar a la altura. Llevar el vestido adecuado, el pelo y el maquillaje impecable y sobre todo estar en La Lista son las claves del éxito. Luego está el controlarse con el condumio, vigilar el lenguaje corporal sobre tacones y mantener conversaciones propias de señoritas discretas, intentando no delirar si encuentras algún famoso y, por muy tentador que sea, abstenerse de hacer posturitas en el fotocall.

Con esas premisas y ciertos miedos, llegamos mi amiga H y yo a la noche de gala organizada por Citroën en Promenade, donde se presentaba el DS4, un maquinón enormísimo y completísimo. Confieso, sin embargo, que nada más entrar me gustó más el DS3, aparcado en la puerta, más pequeño, con pegatinas de rally y de color amarillo pollo.

Tras un paseíllo, la estupenda M, organizadora del sarao, me recibió con los brazos abiertos sin necesidad de mirar La Lista, lo cual me hizo sentirme súper VIP y 2cm más alta. Le presenté entonces a H, a la que, por el contrario, hundió sin querer: “Hay una chica con el mismo vestido que tú”. Pobre H, intenté consolarla con que eso le había pasado también a la mismísima Carmen Lomana, VIP de VIPs, que lo contó una vez en la tele. Qué memoria la de M, pensé, qué tía, pero es lo que tiene ser una profesional de todo esto.

Y por fin la fiesta. Me impresionó la cantidad de señores de traje y mujeres entaconadas entre camareros repartiendo bebidas. Había también personal con pinganillo, un escenario y, cómo no, varias celebrities posando junto al coche en el consabido fotocall. Maldita Nerea, Second, Varry Brava, Rafaelillo y Alejandro Valverde eran algunos de los súper-VIP murcianos que lucían palmito y sonrisa junto a un reluciente DS4 rojo.

Pronto un vídeo de presentación y dos embajadores de lujo hacían su aparición sobre el escenario: el guapérrimo ex Míster España Jorge Fernández y la bellísima Nuria Roca nos contaron maravillas del nuevo auto. A ella, que lucía un vestido de ésos que yo llamo de Sonrisas y Lágrimas, por no llamarlo de monja (que luego será un CH Vintage valorado en un cojón de pato), no la volví a ver más. Llevaba la pobre unos tacones rosas preciosos que se veía que la estaban matando lentamente. Así pues, se retiró durante la fiesta, no pudiendo pasear entre la muchedumbre como hizo su compi, que se dejaba hacer fotos con toda tontuela que se le acercaba a tocarlo y olerlo. Yo me contuve tal y como me prometí. Ni siquiera con las bandejas me desmelené, con lo que yo he sido.

En la cola del buffet, justo delante de nosotras, los chicos de Second cogían los últimos platos informándonos de que nos íbamos a tener que buscar la vida si no queríamos comer con las manos. “Qué poco caballerosos”, les dije sin pudor alguno, y cómo les sentaría que no sólo nos dieron los suyos, sino que hasta José Ángel Frutos himself (que es altísimo y tremendamente sexy) se salió de la fila para buscar más platos.

Recordando lo que aprendí en la cata, me dediqué a saborear cada trocico de queso, lo cual me ayudó a parecer una señorita, hasta que de repente… Al fondo, unas letras japonesas delataban un oasis de sushi de mil tipos. El paraíso. Equipada con mi soja y mis palillos, no hubo maki que se me resistiera.

La fiesta acabó con cava y un espectáculo de magia. Poco a poco fueron desapareciendo los famosetes y los trajeados y fue nuestro momento de hacer el chorra en el fotocall, que ya estaba bien de tanta contención.

Días después vi a Second actuar en el SOS 4.8 por Lorca y me sentí algo culpable por lo de los platos. Como una tontuela, decidí entonces dejarles un mensaje en Twitter: “Hola, soy la mandona del buffet, qué bien habéis estado esta noche”.