domingo, 24 de febrero de 2013

De lluvia y truenos

Decía Fleetwood Mac en su canción Dreams que los truenos siempre ocurren cuando llueve. Y es que últimamente me oigo a mí misma tarareando esa canción, que tampoco es que me guste demasiado, todos los viernes por la noche. Este viernes pegó incluso más el cantarla, que resulta que llovió de verdad, sin que me enterara, mientras estaba en la Filmoteca Regional con I, viendo la peli de Grease

Decía que con la lluvia, truena, y que parece que es siempre los viernes. Una vez leí por ahí, que lo de que lloviera los fines de semana tenía una explicación científica y a la vez muy lógica. Algo que tenía que ver con la contaminación y el gasto energético de la semana, que hacía que eso petara los viernes en forma de lluvia, como si de un desahogo se tratara, para volver a la normalidad los lunes. Me pongo metafórica y pienso en mi lluvia mental de los viernes. Tras la semana de curro, de desgaste energético, y de la contaminación que supone la acumulación de trabajo y algún que otro mal rollo, se hace inevitable que los viernes esté dándole vueltas al coco, reflexionando sobre mi vida, mi tiempo, sintiéndome gris, torcida e incluso al borde del lloro si me apuras. Y no soy la única, que tengo amigas que hasta les da fiebre. 

Aun así, por muy cansada y de morros que esté, intento salir y entretenerme, evitando a toda costa quedarme en casa, probablemente atrapada en el sofá hasta las mil, no haciendo otra cosa que maldiciendo mi suerte. A eso me niego, que ante todo hay que vivir, que si entre semana voy loca ¿para qué están los fines de semana? Y que esta Murcia tiene una oferta de cosas para hacer que no hay que perderse, por mucho que la ojera y el dolor de cabeza te pidan descanso y buenos libros. Entonces, en plena lluvia, siempre ocurre el trueno. Tengo la suerte de que siempre acaba habiendo una sorpresa, me surge un imprevisto de los buenos, que hace que cambien mis planes y mi suerte en un pispás.

Hace dos viernes la sorpresa me la dieron, sin querer, J y L que, saliendo del cine, camino ya de vuelta a casa, se encontraron con M y P, y decidieron que irse los cuatro de cañas, justo en el momento que yo les llamé pidiendo que me sacaran de casa. Las cañas acabaron siendo cena sentados (os recomiendo el crepe de café asiático que hacen en el Keki Bocados), y de ahí hubo que pasar a las copas, que no pudieron ser en otro sitio que no fuera La Oveja Negra, donde se inauguraba una exposición con photocall y todo. Y lo que tiene estar rodeados de amigos y las fotos en blanco y negro, que ni se te nota la ojera, ni los malos rollos esos de la lluvia.

Y como dicen, la lluvia limpia, y los sábados siempre me encuentro mejor, pero sigue habiendo sorpresas. Yo, que quedé con las chicas en ir a la fiesta de Singles del Ficciones, acabé cenando antes con ellas en el De3en3, donde de aquí a nada me van a hacer socia de honor. Allí me encontré a D y D, que me secuestraron para llevarme a un cumpleaños… Para cuando por fin llegué a la fiesta de singles ya no quedaban pegatinas verdes de “estoy libre” y me puse una naranja de “ni fu ni fa”, que parece que molaba más. De ahí otra vez a la Oveja y de ahí, a Contracorriente, después de unos mil años.

Cuando me desperté el domingo ya no quedaban ni lluvia ni truenos, brillaba el sol y por fin me volvía a sentir yo, con las pilas cargadas al 100%, perfecta para ver la ceremonia de los Goya rodeada de amigos.

Hoy, tras el exitazo de la peli de Grease, la cenica improvisada con I y las aventuras que seguro que me depararán este fin de semana, para cuando leáis esto, tened claro que me sentiré al 100%. A decir verdad, puede que esté durmiendo, pues otra ceremonia de cine, la de los Oscars, me espera, esta vez, con la gente de Radio Online Murcia. Para los insomnes y los muy cinéfilos, os espero en internet a eso de la medianoche, deseando que ya haya pasado la lluvia… y los truenos.

Tell me about it, stud

Cosicas que hace falta rememorar de vez en cuando. Gracias, Filmoteca Regional por programarla el viernes pasado. (Tal fue el éxito y la cantidad de gente que se quedó fuera, que tuvieron que reponerla el sábado).

Gracias también a I por acompañarme y dejarme que cantara todas las canciones desde mi butaca.

lunes, 18 de febrero de 2013

Confirmados: Crystal Fighters

¡Vienen al SOS! ¡Vienen al SOS! Mis adorados Crystal Fighters, a los que evoco cada vez que saludo a alguien con entusiasmo (¡Hola! Me llamo Mimi) o cada vez que pienso en Londres (I love London!) o cada vez que... ¡muchas veces! Hasta un post tengo con sólo la cancioncica.

Hoy habré sido de las últimas en enterarme de que vienen al SOS, pues lo han confirmado a las 11 de la mañana y yo he estado todo el día perdía. Con lo cual, excuso así mi retraso, soy consciente, que ya me imagino a alguno pensando "ahora quieres". Y es que eso es lo que tienen los modernos, que se enteran de todo antes de que ni siquiera exista.

Pues eso, día a tope. Lunes full, aunque no de Estambul. Y ahora, que por fin estoy en casa, no puedo sino hacerles un pequeño homenaje a mis Crystal Fighters para decirles que los ADORO y que estaré dándolo todo con ellos en el próximo SOS.

domingo, 17 de febrero de 2013

Fuera de mi piscina



Si escribo esto, significará que habré sobrevivido a la semana del amor. Y a la del desamor, las preguntas y las respuestas, tanto de otros, como las que nos acabamos haciendo sin querer a nosotras mismas, y al examen, y finalmente toma de conciencia de nuestra situación actual real, patética en la mayoría de los casos. Que si algo tiene la semana ésta de martirio chino (que es que no es un día sólo, sino siete) para las que no tenemos pareja, es que parece que te obliga a definirte y a dar explicaciones de tu vida. ¿Te han regalado algo por San Valentín? ¿Tienes novio? ¿Y por qué no? Que si ya es cansino, a la par que inevitable, que al hablar de amor hables de su ausencia, de historias felices del pasado y de otras no tanto, y de, volvemos a lo de siempre, de lo mal que está el mercado y lo decepcionante que es todo, en una semana como ésta, yo no he podido sino hacer balance de mis últimos meses de existencia. Más concretamente, balance de los maromos que se han cruzado en mi camino o en el de algunas amigas mías y, sinceramente, la conclusión a la que llego es que no son ellos, soy yo… la que no ha podido tener peor suerte al conocerlos. O mejor.

Que dice mi amiga C, y con razón, que las últimas citas que ha tenido con chicos han sido un estrepitoso fracaso. Bienaventurada ella, le digo yo, que al menos ha quedado con alguno. Porque si hasta hace poco conseguir un tercer encuentro con un tío era un súper logro, hoy en día lo que importa es que puedas seguir wasapeándote con él durante más de una semana. Y la verdad es que nos reímos con estas historias, aunque realmente sean para llorar, porque hemos decidido darles la vuelta y disfrutar con ellas, en lugar de que nos amarguen la existencia. Los motes que surgen, las frases y hasta las teorías absurdas (como la de las tres semanas o la de los guapos imbéciles) nos dan la vida, y al final, nos hacen darle gracias a Dios y a todos los santos del cielo por que se hayan delatado ellos mismos enseguida. Como Darwin, que hablaba de la supervivencia del más fuerte en la piscina genética, si el tío es un débil mental, un petardo y un mierder, que lo será en un altísimo porcentaje, que se descubra pronto es lo mejor que le puede pasar a la mujer que lo conoce, y que aparte sus genes de nuestro camino. Fuera de mi piscina ahora mismo.

Sentadas alrededor de un café y una pecaminosa cupcake (y que se mueran los feos), entonábamos el “Virgencica, virgencica, que me quede como estoy” y el “mejor sola que mal acompañada”, que ya tiene que aparecer un hombre lo suficientemente estupendo para que nos haga querer cambiar lo bien que estamos. Sin embargo, M, a la que se le nota que todavía cree en el amor, se preguntaba si es que somos demasiado exigentes, y propuso que enumeráramos las cualidades que tiene que tener un hombre para que nos haga abandonar la soltería. Yo podría enumerar mil, al igual que ninguna, porque llega un momento en el que ya cualquier “ojos negros tienes” se agradece igual que un anillo de diamantes. Y es que cuando nos llaman exigentes, me suena a reproche injusto, pues parece que en nuestra puerta tenemos una fila de maromos partidazos preparados para pasar revista. Nada más lejos. Quitando unos mínimos, que en ocasiones tampoco cumplen (ducha diaria y un poco de intelecto), el resto de posibles exigencias pasan a un segundo plano. Al final, que ya no tengan con nosotras ningún gesto romántico, que no muestren un atisbo de interés por conquistarnos y que no practiquen el bello arte del cortejo, nos está haciendo tirar nuestro listón y nuestros principios por la borda. Así pues, todo se reduce finalmente a un requisito, le insistí a M, y es que tengan ellos ganas de cambiarnos el estado civil.

Definitivamente, he sobrevivido a la semana del amor y a la de las charlas sobre el amor. Si he querido flores o bombones me los he comprado yo, si he querido cenas en buena compañía y noches de amor, me he ido con mis amigos. La semana que viene no habrá más preguntas y podré, tranquilamente, volver a nadar en mi piscina.

domingo, 10 de febrero de 2013

Así, no



Quiero a mis amigas con locura y me encanta, por encima de muchas cosas, verlas, charlar con ellas de lo divino y lo humano, y ya, si puede ser alrededor de una mesa, degustando maravillas culinarias que ellas mismas cocinan, olvidándome del inevitable aumento de mis lorzas y de mi abandonada operación bikini, mejor que mejor. Sobre todo porque ya no tenemos tanta facilidad para juntarnos. Los maridos, los hijos, el trabajo y los viajes nos obligan a hacer encaje de bolillos para encontrar un hueco en la agenda y, cuando lo conseguimos, parece que sólo puede ser cena y en viernes noche. Otra vez 800 gramos de regalo a la mañana siguiente, pa mí solica durante las dos semanas que tardo en quitármelos. Al día siguiente, que no fui yo sola, todas nos propusimos intentar quedar la próxima vez para aperitivo, comida o merienda, que de grandes cenas...

Y ya no es sólo por los kilos, sino también por salud mental, que he decidido que voy a dejarme las cenas tranquilas en casas de amigas para cuando me jubile. Sonará tremendo, pero siento que no tengo ni edad ni condición para quedarme las noches de los viernes o los sábados encerrada en casa. Me da la claustrofobia vital y me niego a que esto ocurra. Con esa sensación de estar desperdiciando mis fines de semana y, en definitiva, mi juventud, me desperté el sábado pasado. Y es que, si durante la semana me dedico a trabajar, ir al gimnasio, hacer recados y gestiones a toda prisa, ¿cuándo se supone que disfruto de la vida? Si ya los domingos los dedico a currar preparando la semana en vez de ir al cine o salir a dar un paseo, ¿en qué se queda mi vida? ¿En un continuo esperar a que lleguen las vacaciones mientras se me pasa la vida? Así, no. Aquella mañana de sábado me sulfuraba dándole vueltas, así que decidí poner a Dios por testigo de que le daría un giro a mi vida ya y que nunca más iba a comportarme como una viejuna ermitaña, de ésas que viven solas, van siempre en bata y tienen gato.

Aun así, horas más tarde, el plan de la noche parecía volverse contra mí y mis propósitos de giro. Con M enferma en el último momento y la quedada con I y A para ir a la Filmoteca a ver Let it be, la noche del sábado amenazaba con quedarse en “una peli, una caña y nos vamos”, y no lo podía consentir. Entonces los chicos, que propusieron plantarse en la filmoteca con camisetas de los Rolling Stones para llevar la contra, me dieron una idea. Yo aproveché y me puse la mía de Madonna, mi falda de tutú y mi taconazo y, perfumada hasta las pestañas, me senté en mi butaca como si asistiera un estreno. Yo lo llamo a eso actitud.

Al salir, me llevé a I y a A de copas premium, que el Club del Gintonic presentaba su combinación del mes con nombre de Aston Martin, Vanquish, en la Posada de Correos. Poco después llegó L, que enseguida nos convenció de que había que cenar algo y, aunque recordé los malditos 800 gramos, me hizo mucha ilusión ir por fin a De3en3. Llevaba meses queriendo conocerlo, no sólo porque lo regentan unos amigos míos, sino por todas las buenas críticas que he leído o escuchado. La cena, deliciosa y divertida, en parte gracias a la compañía, me rechifló, desde el donut de berenjena hasta la tarta del postre, momento en el cual aparecieron J y P, que venían del teatro y decidieron unirse a nuestra ruta. 

La siguiente parada fue en el Café Ficciones, donde estaba teniendo lugar la fiesta God Save Queen, dedicada al gran Freddy. Confieso que estaba feliz, de risas con mis amigos y recuperando mi vida de chica de mi edad y condición, que sale de copas a lucir palmito. 

El remate fue en Salitre 48, donde la música me encanta y me hizo contar los días para el SOS. Una horica después, al entrar a mi casa, tuve hasta que tuitearlo de la emoción que me embargaba: “Son las 3:45 de la mañana y vengo de fiesta con los tacones en la mano. Así, sí.”

domingo, 3 de febrero de 2013

Ciertas cosas



Seguro que muchas veces, inevitablemente, te pones a imaginar cómo sería tu relación de pareja con ese chico que te encanta. ¿A que nunca te ves pidiéndole, o hasta suplicándole, que quiera volver a salir contigo o que quiera avanzar o comprometerse? ¿Verdad que no? Entonces ¿por qué en la vida real sí pasa o nos mordemos la lengua para que no pase? ¿Por qué si lo pasábamos bien juntos de repente desaparecen? ¿Por qué oponen tanta resistencia cuando llega el momento de ponerse serios? ¿Acaso se ha convertido en una leyenda urbana el que un hombre, motu proprio, decida que no puede vivir sin ti y que está dispuesto a dejar sus días de soltería por ti?

Pues no, en absoluto. Tan sólo tienes que mirar a tu alrededor y obtendrás prueba de ello. Seguro que conoces más de un solterón empedernido que de repente un buen día se casó. O a lo mejor has sufrido la desgraciada experiencia de estar saliendo con un chico que repetía el “no estoy listo”, para poco después verlo comprometerse con la siguiente mujer que aparecía en su vida. Pues sí, y es una mierda pa ti, pero quizá por eso existe ahí un rayico de esperanza: Por mucho que pensemos y nos digan que el mercado está muy mal y que ya no quedan hombres decentes, existen todavía unos pocos tíos (rara avis) que se comprometen con mujeres y esto es así. Pero nunca pareces ser tú la afortunada. Lo cierto es que un tío no tendrá ningún problema en tirar por la borda su soltería cuando sienta ciertas cosas por una mujer. Ciertas cosas hasta el punto de que no pueda sacársela de la cabeza y no quiera que ningún otro hombre ocupe su lugar. Hasta el punto de hacerse 400km para darle un abrazo, que eso lo vi yo hace dos semanas. 

Ojalá hubiera un libro, un curso o una aplicación informática que nos enseñara a proyectar esas cosas, algo que hiciera posible el empezar una relación y del salir con chicos algo divertido. Que dejen ya de ser una cansina decepción tras decepción. Algún método que nos hiciera saber cómo crear este deseo, cómo mantenerlo y, en general, qué hacer bien, porque lo que hacemos mal sí que me lo sé de memorieta. Cuando las mujeres queremos crear ganas de avanzar en un hombre, por lo general, intentamos diferentes estrategias patéticas que nunca funcionan y que de hecho causan que el chico quiera comprometerse aún menos y salga por patas en la mayoría de los casos. He aquí tres tácticas que no funcionan: 

1. Apelar a su lógica. Puede que pensaras que, siendo criaturas con raciocinio, iba a funcionar que le expusieras sobre la mesa todas las razones por las que hacéis buena pareja, por ejemplo. Sin embargo, la mente de un tío no funciona así. Sentirá que estás intentando venderle la idea de una  relación formal, oh sacrilegio, y huirá despavorido a la de tres. 

2. Detener las muestras de afecto. Empezamos a hacernos las duras, actuar distantes, rechazando cualquier contacto físico, para crearle ganas, para ver si pilla que quieres algo más con él, ¡para que te pida más él mismo! Nada más lejos. Por supuesto no le llega el mensaje, y además, empezará a crear un resentimiento con el que se dará por inaugurada la desconexión entre los dos. Si acaso le llegará el mensaje de otra, más cariñosa, que sí quiera mostrarle su afecto.

3. Negociar. Como último recurso, una mujer puede decidir que no tiene nada que perder pidiéndole al hombre a la cara que se comprometa. Y acabamos amenazándolo con el “o las tomas o las dejas”. Y tampoco es eso, que si colara, ¿realmente queremos estar con un tío con este tipo de condiciones? ¿No nos sentiríamos mejor si no tuviéramos que presionarlo? 

Anoche cené con tres amigas casadas y hubo un momento en el que, mientras hablábamos de España, sobres y corrupción, yo desconecté y me puse a recordarlas de solteras. En su momento, ellas no tuvieron que hacer nada, ni tener la más mínima charla, tan sólo fueron capaces de hacerle sentir a un hombre ciertas cosas.