lunes, 23 de septiembre de 2013

Life is all I got

La vida en septiembre se vuelve vertiginosa y se llena de quehaceres, pero entre la feria, los pasacalles, el buen tiempo y los fuegos artificiales, parece que no nos hacemos cargo del lío que llevamos. Luego llegan los viernes y me pregunto, como con ansiedad y respiración asmática, qué plan hay para el finde. Entonces tiro de los eventos del facebook y hago una ronda de whatsapps dejándome llevar por un mono de fiesta que no me aguanto. No me doy cuenta de que realmente estoy reventada y que debería quizás quedarme en casa tirada en el sofá tragándome series a punta pala.

Y es que, si empiezo a rememorar mi vida desde tan sólo el finde pasado, me doy cuenta de que no he parado. Desde la siempre agotadora visita a una conocida tienda sueca de muebles (me encanta cómo suena esto), el 4º cumpleaños de Paquito con aquel castillo hinchable asesino y el concierto tributo a Queen hace dos viernes, todo ha sido un nonstop. El sábado fue la comida de amigas (y sus maridos e hijos) y la inauguración del restaurante Rock House, y el domingo, el montaje de muebles suecos y el último empujón en los Huertos, cuyas calorías quemaría el lunes por la mañana en la clase mortífera de spinning. Luego a currar para, en cuanto acabara, volver a Murcia con prisas para no perderme a mis adorados Crystal Fighters, que tocaban en el Murcia Parque.

“Por favor, ¡no empecéis sin mí!” les tuiteé antes de salir de Lorca como si fueran a esperarme. Total, si habían cenado con mi amiga M en Los Toneles, a lo mejor les hablaba de mí y se tiraban al rollo. Uno de mis grupos favoritos de la pasada edición del SOS 4.8, estos londinenses medio vascos-medio locos perdidos volverían a darlo todo en un escenario murciano. Mi banda sonora del verano me llevaría de nuevo a la playa más felizota con su canción Plage. Nunca me lo perdonaría a mí misma si llegaba tarde.

Afortunadamente, unos paisanos entretenían al personal cuando yo llegué. Paco Ganga, de los murcianos The Leadings, convertido en Lofelife, se lo pasaba en grande haciendo música rollito New Order acompañado de los hermanos Guirao de Second y Fede de Varry Brava. Conjuntados a lo Star Trek vintage iban anunciando artistas invitados y nos hacían partícipes de su fiesta de amigotes. Y sí, no estuvo mal el wachuguá para ir calentando motores.

Pronto el sonido de la txalaparta anunciaba a los Crystal, que iban incorporándose al escenario poco a poco impresionándonos con sus atuendos. El que más, el líder, Sebastian Pringle, vestido a lo Paco Clavel versión perroflauta de lo cual nos hicimos muy fan. “¡Queremos tu chaqueta!”. Los momentos fan histérica sin embargo los dedicamos a Graham Dickson, que sin camiseta mostraba ese tipo de cuerpo que, larguirucho y sin ser muy cachas, nos encanta. “¡Guitarrista, tú pa mí!”. Desde el País Vasco hasta San Francisco, pasando por cuevas y playas, aderezándolo de amor sincero y universal (Love is all I got), disfrutamos de un tema tras otro, bailándolos todos. Sudados y exhaustos no quisimos que se fueran sin cantar su I love London, que les pedimos jóvenes y no tan jóvenes coreando cuando llegó la hora de los bises.


Al terminar el concierto la idea era irnos, sobre todo porque una servidora trabajaba al día siguiente. Mientras que decidíamos hacia dónde girar, un simpático hombrecillo con pantalones cortísimos y camisa de palmeras, como recién llegado de Miami, nos sorprendía con una mezcla extraña que pronto pudimos reconocer. Una versión electro-cumbia del Te estoy amando locamenti de las Grecas seguida de Beethoven, Coldplay, Prodigy y hasta el hombre muy honrado de Antonio Banderas. DJ Meneo se llamaba el de las palmeras y a él le debí el dolor de cuerpo de la mañana siguiente. Nada tuvo que ver la última en la kábila de los Almorávides, con esos pufs que invitaban a quedarse ahí para siempre, ni tampoco la parada en la Churrería del Plano antes de volver a casa.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Lo tengo todo, papi

Para acordarnos del verano, que todavía nos queda reciente... Artículo publicado en la Müsh! Magazine el pasado agosto. De venta en vuestro quiosco más cercano.


Lo confieso. No hace mucho quise convertirme en Chenoa, Carolina Cerezuela o la mismísima Ana Obregón y pasar todas las vacaciones que tuviera en mi vida en Miami, año tras año. Y estuve a punto, ojo, que tras un invierno sombrío hace unos años pensé en mi amigo R, que vive en Miami y decidí gastarme los ahorros en un vuelo trasatlántico para ir a visitarlo, y que se murieran todos los feos. Fue una semana santa fantástica, sacando la hortera que llevo dentro, a mi bola por Ocean Drive, de compras chulérrimas con las que luego fardé, tomando mojitos en Española Way o montando en un airboat entre cocodrilos a lo CSI. Así, en el avión de vuelta lloraba porque, pensaba entonces, nunca podría vivir allí, pues en principio me habría quedado en ese lugar toda la vida.

Y como decía, estuve a un paso más de convertirme en Chenoa cuando, al año siguiente, mis amigas M y A se pusieron con los brazos en jarras frente a mí recordándome una promesa que les hice: “¿No nos ibas a llevar a Miami?”. Y ahí que esa primavera repetí viaje, aunque con mis amigas, que hizo que fuera distinto y mejor.

De ese segundo viaje me acordé cuando E, que se casó hace una semana, me llamó para que le recomendara sitios y cosas molonas de Miami, pues se iba de viaje de novios. En la lista de sugerencias, además de lo típico y lo especial, no pudo faltar el Nikki Beach, pues estando en la época en la que estamos, era lo que más me pedía el cuerpo. Un sitio de chill out, copas, cena, música o lo que se precie, al pie de la playa. Un sitio tanto para descansar, pues para eso está el verano, como para pegarte unos bailes y unas risas sobre la arena, y conocer gente si eso, que estas cosas siempre unen, y venga, otro mojito…

Se me fue el santo al cielo, y pese a que mi adicción a Miami ya había sido superada, me sentí en la tentación de coger un avión y plantarme ipso facto en el nº1 de Ocean Drive. Sin embargo, más fácil, cogí el teléfono y llamé a M y A: “Subiros al coche, que esta tarde, volvemos a Miami”.

Inaugurado el pasado 15 de junio, el Thai Beach te ofrece más y mejores ventajas que cualquier Miami, Marbella o Ibiza. La primera y principal, que está aquí al lao, sin necesidad de trasatlánticos. En San Javier, junto al aeropuerto, tienes el lugar ideal para refrescarte, relajarte y disfrutar en buena compañía. Nosotras fuimos a la puesta de sol, en una tarde con muchísimo ambiente. Había hasta animación de adultos con globitos. Sí, sí, lo que leen, ahí todos haciéndose sombreritos y todo tipo de figuras fálicas de colores. De fondo, un musicón de lujo de la mano de DJ Moree MK, residente los jueves.

Entonces se hacía necesario el cóctel, que nos preparó Pablo Sabater con ron, vodka, crema de leche, azúcar, melón y por supuesto, mucho amor. Amor de verano metido en un melón de Torre Pacheco, que de eso sí que no hay en Miami. Así, dando sorbitos a nuestro cóctel de la tierra, se nos acabaron todas las nostalgias, que además, pensamos, ahí seguro que está lloviendo, pues es lo que tienen los climas tropicales. En Murcia, con su verano auténtico, todo mola mucho más. Y Chenoa se lo pierde.


Playa, música, moda, cócteles, risas, relax y belleza, mucha belleza. Y todo a un tiro de piedra. En Thai Beach lo tengo todo, papi. 

Tengo fly, tengo party, tengo sabrosura

Temazo del verano. Lo tengo todo, papi.

Hasta rulos.


lunes, 16 de septiembre de 2013

Mejoras fantásticas


Y por fin, tras una hora y media de siesta imprevista y un bol de helado de cookies and cream, me di cuenta de que había terminado. Tras semanas de locura, de prisas, montañas rusas y amagos de infarto, llegó de repente la calma o quizás hasta un vacío. Como si de un precipicio vertiginoso, con el fondo negro y profundo, se tratara. Reflexioné sobre cómo se me habían pasado los meses de junio y julio, y hasta diría que también todos los otros meses anteriores. Vaya un año loco, trepidante y a full. Supongo entonces que por eso mismo, cuando por fin daba vacaciones, tenía la impresión de que seguía ahogada, de que me había dejado mil cosas sin hacer y que incluso a lo mejor se me estaba olvidando algo muy gordo en lo que no caía. Ahí me di cuenta de que, o estaba enferma, o de verdad necesitaba un descanso, y que desconectar iba a costarme lo suyo.

Levantando entonces la mirada hacia mi alrededor me fijé en mi casa. Igualmente abandonada y desordenada como yo misma, como si alguien hubiera gritado “Fuego” y yo hubiera salido corriendo para nunca más volver, me pedía una renovación, un cambio de aires. Que decía mi horóscopo casualmente que mi verano iba a estar dedicado a mudanzas y mejoras fantásticas, así que me lo tomé al pie de la letra y elaboré un plan de desholline y desaloje de trastos para empezar una nueva vida mejorada. Una alteración del orden de prioridades que empezaría por un cambio en la disposición de los muebles o en una limpieza de armarios. Fuera toda esa energía negativa acumulada, que ya lo dicen los chinos del Feng Shui y los programas americanos esos del Divinity. Y estar conmigo misma, en silencio, y dejar de escribir un tiempo, que quizá sería lo que más me costaría.

Fuera de Murcia y sin postureos innecesarios en las redes sociales, visité Madrid, Bilbao, las playas de Almería, y sufrí cual castigo monacal el fresquito y la lluvia de Escocia durante dos semanas. Una vez de vuelta en nuestra tierra, el verano del amor y del calor me daba la bienvenida a casa. Fueron muchas las noches de insomnio, de mosquitos y repelentes tropicales apestosos, hasta de un gato atrapado en el patio de luces y de noches de paseos bajo la luna. También hubo quedadas con amigos, playas, piscinas y conciertos, que bien disfruté de algunos en Cartagena y otros en la Plaza Romea, donde las abuelas se convertían en las más fervientes groupies cuando el líder de la banda les dedicaba temazos y besos.

Finalmente, la vuelta al cole y a la vida real llegaron un lunes horrendo que amenazaba con convertirse en un vertigazo de esos míos. Pero no fue así, pues nunca hay precipicios en septiembre.

La Feria evita todo tipo de malos humores, con sus huertos, su Fica y su olor a fritanga. También las bandejicas de la feria gastronómica, y los copazos en el campamento moro. Vuelven los aperitivos en la Plaza de las Flores, los desfiles callejeros y la agenda se me vuelve a llenar de eventos... a los que estoy volviendo poco a poco. Abren nuevos bares, nuevos restaurantes y se lanzan nuevos conceptos, y parece que Murcia también ha obtenido mejoras fantásticas.

Yo sólo necesitaba descansar, pero nunca dije que se tratara de un descanso eterno. (De hecho nunca dije nada, que menudo mutis por el foro más guapo). Ni he dejado de escribir ni he matado a ningún personaje. Solo necesitaba respirar, dormir, recobrar fuerzas, recopilar historias y cargar pilas para este súper año que sé que ahora comienza. Tenía que volver, y más hoy cuando coincido de nuevo junto a mi querido Yayo Delgado. Vuelvo pues, desde hoy, a re-conectarme, que tengo muchas cosas que contaros.