Parecía que había empezado la primavera, hacía un sol espléndido, una temperatura maravillosa y desde la soleada carretera camino a Yecla se veían los almendros en flor, además, la sangre había empezado a alterarse, la vida te hacía sonreír… pero eso fue el finde pasado.
Hasta el martes, que volvió el invierno. Y con el invierno, el viento. Viento frío, fuerte y poderoso. Viento que intentó derrumbarme, que se llevó la alegría, la ilusión… y muchas otras cosas.
La tarde de ese mismo martes saqué a Belén de casa y me la llevé de excursión y sesión fotográfica… a estar debajo de un almendro.
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