lunes, 1 de octubre de 2012

El paraguas



Y empezó a llover. Y sin querer, porque quizá tengo todavía cercanos los recuerdos del verano, me acordé de la historia de mi paraguas japonés que, por un motivo o por otro, la habré contado unas mil veces desde que volví de Japón, y que me perdonen los que ya se la saben.

Estábamos advertidos P y yo de que, a pesar del calorapio propio del verano japonés, nos podía llover a cántaros en cualquier momento. Pues hubo que esperar a tan sólo dos días antes de volver a España, para poder experimentar el chaparrón a la japonesa en nuestras carnes. Tocaba excursión a Kamakura, ciudad costera conocida por sus decenas de templos y su estatua de Buda de 13 metros de altura. Cierto es que amaneció con claros indicios de lluvia: humedad, color gris y, como se dice por aquí, estaba el cielo tierno. Por eso, P sí que se echó el paraguas al bolsillo, mientras que yo, como buena murciana, pasé tres kilos del paraguas. Es que pesaba, ocupaba mucho espacio en mi bolso y seguro que hasta en Japón se cumpliría la maldición ésa de que cuando salgo provista de paraguas inmediatamente deja de llover y no lo necesito. Y sí, estaba claramente poniéndoselo en bandeja al tiempo, pero también pensé que siempre tendría un ladito en el paraguas de P para cobijarme.

Nada más lejos. Cuando llegamos a Kamakura la lluvia ya la estaba liando parda. Y yo sin paraguas, con sandalias y mentalizándome de que me calaría hasta el esófago. El paraguas de P no sería suficiente y Yoshiko, nuestra guía, me miró con lástima mientras ella sostenía un paraguas casi tan alto como ella. Qué maravilla de paraguas, pensé cuando lo vi, grande, señorial y además transparente. Estos japoneses lo que inventan.

En el lío, arrimada a P, pronto me di cuenta de que ese tipo de paraguas, el grande transparente, era el más popular entre los japoneses. El equivalente al recurrido paraguas negro de caballero que compras aquí en España en la primera tienda que pillas. ¡Pero éste era tan bonito!, pensaba yo mientras notaba los goterones bajándome por los hombros. Tuve que actuar, y decidí entrar al primer establecimiento que viera para comprar un paraguas de ésos.

Una farmacia. Al final de la cuesta arriba que nos conducía al templo donde haríamos el ritual del té, tan sólo encontré una farmacia. Igualmente fui para allá, entré y como el que no arriesga no gana, gané, y nada más en la puerta, un flamante paragüero repleto de bellezas alargadas transparentes me daba la bienvenida. “800 yenes”.

Fui feliz con mi paraguas, que tuve que prestar al envidioso de P cuando vio que el suyo se quedaba pequeño y escurrío. “Esto nos lo llevamos a España”, dijo P.

Al llegar al aeropuerto de Narita, mostramos el paraguas con una sonrisa, por si no colaba, que al menos pensaran que éramos gente simpática. Yo le recordé a P el famoso caso de mi amigo K, que embarcó unas chanclas en una bolsa de plástico sólo para comprobar que llegaban. También pensé en los esquís y las tablas de surf, que son embarcados sin problemas. Y así mismo fue, en un plástico donde cabrían 3 tablas de surf envolvieron el paragüicas. Tres etiquetas y medio rollo de precinto después, el paraguas, convertido en armatoste de gran calibre, viajaba rumbo a España.

Ésta y otras mil batallitas fueron las que nos contamos A y yo el viernes pasado en las cinco horas que tardamos en volver de Lorca. Tras una hora esperando a que escampara, decidimos salir navegando por la Avenida de las Fuerzas Armadas. Después, conduje sorteando montañas de escombros y basura hasta que una tromba en Totana nos obligó a hacer un alto en el camino. Por fin, habiendo esperado a que volviera a salir el sol y tras alguna retención, el arcoíris más impresionante jamás nos daba la bienvenida de vuelta a casa.

La historia de la inundación de Lorca ya me la guardo para contarla en un futuro. Y tú ¿cuentas historias? ¿Dónde estabas el viernes?

6 comentarios:

cuarentona dijo...

Las cuento y las recuento...(las aventuras/batallitas)sobre todo las ocurridas en aviones¡que Viernes caos en el trabajo, familia atrapada , Whassaps a tutiplen, angustia y por fin, todo solucionado!!, ¿me perdí el arco iris? mierda, con tan pocas oportunidades que tenemos. Pero que reluciente el Sábado

sushi de anguila dijo...

El mío lo compré en una pequeña tienda de Tokio junto a la estación central que tenía un poco de todo: desde tiritas y comida hasta unos esplendorosos paraguas transparentes automáticos de diferentes tamaños, como refleja una inscripción en su mango: 65 cm de copa, en mi caso. Lo traje de vuelta acoplado dentro de mi gran maletón de honeymooner. Lo que tuve claro desde un principio es que no dejaría Asia sin mi paraguas nipón. El viernes, en pleno temporal, y cuando nadie osaba pisar la calle con la que estaba cayendo en pleno centro de Murcia (el trabajo obliga) rindió su último servicio por el momento, a la espera de próximos remojones... Literalmente, lo adoro...

Conch dijo...

Yo llevo viendo toda la semana, en revistas de moda, que el paraguas que se lleva es el transparente. Si es que tenemos un ojico para las tendencias... ;)

Me alegro de que sigáis bien.

sushi de anguila dijo...

Alive and kicking...urge verse ya!

Conch dijo...

Pues sí! Antes de que alguien que yo me sé y no ha nacido haga la comunión!

sushi de anguila dijo...

...o la confirmacón...:)))