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“Profe, deja que te la lea”. Buff, yo paso, a mí esas cosas me dan un yuyu… “También leo las cartas” – dice M. Calla, por Dios, qué horror, que me recuerda a Candy Candy, que no se me olvidará en la vida cuando a Anthony le leían el tarot y le salía el verdugo y mira lo que pasaba luego, y todas las de mi generación traumatizadas de por vida. Que no, nena, deja. Lo que pasa es que no puedo soltar eso como pretexto para escaquearme, que no es serio, ni digno de mi posición, y claro, los alumnos me presionan y al final me convencen. Entiendo la expectación y curiosidad que produce siempre saber algo más de la vida de la profe, así que al final hago de tripas corazón y me veo forzada a someterme a la adivina. “Pero no digas nada si me va a pasar algo malo, si ves algo negativo te inventas cualquier cosa”.
“Uy, uy, uy,…”- empieza a leer M, con una sonrisa de oreja a oreja que me acojona. Mal empezamos. “Profe, tú eras una niña muy muy tímida”. “¡Quién lo diría!”- suelta un espontáneo. “Pero hubo un cambio – continúa la pitonisa – que a los 16 ó 17 años te hizo ver las cosas de otra manera”. Atiza, yo a los 16 años me fui a vivir a EEUU... Puede que sí sea verdad que tu vida esté escrita en las manos y ella sepa verlo… ¡¿o es porque lo he contado en clase?! No, no lo flipemos, no puedo creerme estas cosas.
Luego sigue con la vida en general, los cambios, algo del trabajo, pero todo como muy difuso y abierto a todo tipo de interpretaciones. Y que debo vivir la vida con más intensidad (¿más?) y que mis próximos viajes no me van a emocionar tanto como lo hicieron los primeros. Con lo cual no me creo nada de lo que me dice, pos no me queda a mí mundo ni na.
Cuando llega al amor abro las orejas y las puertas de mi inteligencia. “Veo aquí un amor del pasado muy marcado, puede que todavía no esté olvidado”.
- “¿Solo uno? ¿Hijos ves?”
- “Tendrás otro gran amor a los 40-45 años”
¿Pero qué me estás contando? ¡Que tengo 32 años! ¡No puedo esperar tanto! No puede ser, y me pico con eso de que termine su lectura sin decirme cuántos hijos voy a tener. Que vamos, que me niego a creérmelo pero al final me lo creo. Ya sabía yo que estas cosas al final acaban afectándote y emparanoyándote. Yo que siempre he creído que no hay destino, que si eso lo escribes tú con las decisiones que tomas, eligiendo tu propia aventura, de repente me encuentro resignada contando los años para ese gran amor viejuno. Necesito una segunda lectura.
¿Creéis que vuestro destino está escrito? ¿Le pedisteis deseos a San Juan para intentar cambiar vuestro destino?
Este post está dedicado a D, que sacó un 9.41 en Selectividad, y a los 14000 opositores que hoy escriben en Murcia su destino, en especial a mis compis de la EOI. Mucho ánimo, y fuerza para todos.