domingo, 26 de mayo de 2013

Espérame en el cielo



No fue hace mucho que mi amiga I nos pasó por email una copia de un post de uno de esos blogs tan buenos y tan geniales, que son de pago. La entrada trataba de aquellas cosas que, aunque nos duela reconocerlo, deberíamos aprender de los hombres. Cómo serían tales cosas, no obstante, que me acuerdo tan sólo de un par de ellas. Con la capacidad de retentiva que creo que tengo y se ve que en su momento diría “bah, paso”, que supongo que una parte feminista de mí se niega a copiar los patrones de comportamiento masculinos a las alturas de la película que estamos. Si acaso, como ya apuntó mi amiga V, que también leyó este post, nos podrían enseñar a hacer pis de pie, que eso sí que es verdaderamente práctico.

Del único punto que me acuerdo que deberíamos aprender es, tal y como hacen los tíos, a no contestar mensajes de gente que no nos interesa. Nosotras sí, siempre contestamos. Hay algo en nuestra educación que nos impide no responder a ese mensaje aunque sea con uno de esos iconos de monito de Nikko. Ellos pueden perfectamente leer un mensaje y contestarte a los tres días, al mes, o quizá no contestarte nunca. Los hay también que escriben un “¡Claro!”, y eso parece que te calma el ansia viva… durante una hora. Así, algunas tenemos los móviles llenos de deprimentes “claros” y de monos de feria.

Otro de los comportamientos supuestamente modelo que recuerdo de repente es lo de que los tíos se prueban. Aquí entra entonces el denominado por una de mis blogueras de cabecera, Moderna de Pueblo, el Capullo Trimestral. Aquel que, tres meses después, decide tirar de whatsapp y preguntarte qué te cuentas. Porque te ha tocao. Y el tío además va y te ofrece una cita consistente en quedarse en casa, en el sofá, con manta y peli. ¡¿Perdona?! ¿En qué momento se pasa de un tres-meses-sin-hablarte a la intimidad de un sofá? Sin embargo, no seremos capaces de decirles la verdad y mandarlos a la mierda con todas las letras. Es más, nos veremos obligadas a contestarles. “Estoy muy ocupada, otro día”, digo yo muy a menudo, y confieso que me siento algo loser. Como si colara encima.

Este viernes volvió a intentarlo. Y yo con ganas de salir pero sin haber concretado acompañante. Él pidiendo audiencia, y yo queriendo huir. Lancé mensajes a todos mis amigos y aquello parecía la noche de los planes. Cenas, una fiesta de cumpleaños sorpresa, conciertos del Murcia Tres Culturas, Julio César en el Teatro Circo, una graduación, un finde en Granada, Madrid o Calpe, y hasta la –qué casualidad - proyección de Mujeres al borde de un ataque de nervios en la Filmoteca Regional. Estaba Murcia para salir corriendo, y mientras mis congéneres derrochaban todo tipo de hormonas con los romanos de Shakespeare, yo me decantaba más por la obra de mi amiga de la infancia Diana M. de Paco, que se estrenaba en el centro Párraga. Espérame en el cielo… o, mejor,no se titulaba la historia de cuatro mujeres distintas que yo necesitaba ver, pero con alguien que no fuera él. De repente N, a pesar de estar cansada del curro, se interesó y me salvó como no era la primera vez. “Tengo ya planes. Otro día”, le escribí al payo. Y ahí la coletilla mentirosa de nuevo.

Tras la obra de Diana, N y yo comentábamos especialmente la historia de la mujer que se volvía loca porque su novio era incapaz de soltar mentiras. Me hizo darle la vuelta al concepto de la verdad, la mentira y de si preferimos sinceridad o trolas piadosas que no hacen casi daño. De si deberíamos contarlo todo o simplemente nunca hacer preguntas de las que puede que no nos guste la respuesta.

“¿Sigues interesada en quedar conmigo, Conch?”, me escribió más tarde. En otro momento le habría contado la milonga de que había conocido a alguien, o quizás debía haberle contestado con un “claro” o un mono, pero esta vez, algo me impulsó a utilizar unas palabras sinceras. “Espérame sentado o… Mejor, no.”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué ilu ser parte de otro post. me encanta. fue una noche muy chula, verdad que sí?
N y tal

Conch dijo...

Chulérrima :)