domingo, 18 de marzo de 2012

La filmoteca


En ocasiones no quiero salir. O eso o que no puedo, que no tengo con quien. L está en Barcelona, M en Londres o en Corea, C de parto y N prefiere subirse al taconazo y quemar las calles de Murcia. Y a mí no me apetece. Por razones varias me tuerzo, y una vez torcida, prefiero sofá, peli e introspección. Por mucho que una voz dentro de mí me diga a gritos que es sábado noche. ¡Me da igual! – le contesto desde el diafragma.

Entonces busco material de sofá. Nada que me haga pensar, ni sufrir, ni, a ser posible, engordar ya con la primera noche plof del mes. La revista Cuore quizás, un montón de fresas y de peli… ¿Qué ver? Tras darle una vuelta a la programación y a mis cajones, la respuesta me la dio la Filmoteca de Murcia. Una de Woody Allen. Ni una comedia romántica donde un guapérrimo conoce a chica estilosa, ni dramones, ni acción sino “Todo lo que quiso saber sobre sexo (y nunca se atrevió a preguntar)”, que me hizo abandonar mi plan de sofá y mantica.

Y no sé por qué, pero me hacía un montón de ilusión. Ver una peli de hace cuarenta años (esto es así) en la filmoteca y en versión original. No podía molarme más mi plan seventies. Luego ya, típico en mí, me monté el peliculón de mi vida pensando en las posibilidades de un sitio así. Y es que últimamente, en las conversaciones con las amigas, nos preguntamos donde estarán aquellos que son como nosotras, gente normal con quizá un puntico diferente. Y lo de siempre, que si voy yo a la filmoteca un sábado noche, igual hay alguien con el mismo plan que yo. Lo veía cristalino, así que decidí tentar a la suerte y acumular más papeletas en el bombo del amor yendo al cine sin pintar y con gafotas.

Llegué con tiempo, para poder estudiar el percal bien estudiado, pero cuál fue mi decepción cuando ahí sólo había parejas de modernos (la primavera ya está aquí) y un grupo de tres señoras que bien podrían ser mi madre. Cotorras como ellas solas, me temí lo peor. Primero, que no se callarían y me iban a dar la peli, y segundo, que eran profesoras de secundaria. Y efectivamente. ¡Oh, no! Indignadas hablaban del aumento de horas, de lectivas, complementarias, de guardias, del año que viene, de desplazamientos, de jubilaciones, de no cobrar… ¿No había manera de desconectar de malos rollos ni tan siquiera un maldito sábado noche? ¿Ése iba a ser mi idílico plan romántico?

Menos mal que pronto se hizo la hora de la peli y aquello se empezó a llenar. Enseguida también comenzaron los magníficos títulos de crédito con los conejicos y eso fue algo casi hipnótico. Todos callados, que para eso a los frikis de filmoteca les gusta mucho el cine.

La peli terminó hora y media después y, al encenderse las luces, descaradamente me puse a buscar al amor de mi vida o al menos una cara conocida. Nadie. Tan sólo dos chavalotes con pinta de limpios y simpáticos que se me quedaron mirando con cara de “qué quieres de mí”. Me di cuenta, no sé qué pretendía. ¿Qué me dijeran que me fuera a tomar una caña con ellos? No sé cómo pude pensar que algo así puede pasar en la vida real.

Y es que… ¿cómo se entra a alguien en un lugar donde no hay a priori predisposición al ligoteo? Esta semana sin ir más lejos he fichado a alguien en el gym. Primero he de fijarme en que no lleve anillo, pero que no lleve puede significar que se lo quite para hacer ejercicio. Y en segundo lugar, ¿le sonrío sudada y luciendo ojera y le digo que si nos vamos a desayunar juntos? Me da que tengo que perfeccionar el plan.

Este viernes volví a la filmoteca. A otra de Woody Allen, “Annie Hall”, pero esta vez fui con refuerzos: mi amiga M, mis tacones y mis smoky eyes, por aquella caña que pudiera surgir después. Y surgió, pero sólo M y yo, que tras la cena y una enriquecedora conversación, brindamos por todas aquellas mujeres valientes.

6 comentarios:

cuarentona dijo...

huyuyuyuy!!¿detecto desesperación, depresión y desmoralización?.
¡¡lo que tu tienes es hambre!!

Conch dijo...

Jajaja, más que el que se perdió en la isla! Pero hambre de amor, no de la comida basura que a veces me ofrecen ;)

Mujer desesperada, sí, pero deprimida no, no es pa tanto.

Antonio Rentero dijo...

Yo siempre he recurrido a esa figura de que no me encontraría a mi "media naranja" (o pera, o mandarina, o fresa...) de marcha por ahí sino en la Filmoteca (o similares: un Ficciones tb vale).

Compruebo satisfecho que en el prototipo buscado yo al menos había atinado.

Lo curioso además es que uno de los dos días que comentas nos encontramos allí ;-) que tú ibas a ver la peli de W. Allen y yo salía de presentar y moderar la charla coloquio con Felipe Coello con proyección de "Invictus" para la Asociación de Jóvenes Empresarios.

La Filmoteca, hay que decirlo más.

Conch dijo...

Nos vimos mi segunda vez, que estaba yo esperando a M, la noche que llevaba maquillaje :)

Anónimo dijo...

Muy buena entrada. A mí me ocurre lo mismo quiero encontrar a alguien fuera de los bares y resulta que en otros ambientes donde no hay "ambiente de ligoteo" ¿cómo se hace? ja ja. Seguro que surge de forma natural...habrá que esperar. Lo que está claro, que no se puede forzar nada.

Conch dijo...

Uf! Hay un montón de sitios! Quizá si es verdad que la filmoteca o el gimnasio son sitios difíciles, pero intenta éstos:

- Aprendiendo un idioma en la Escuela Oficial
- Cursos de cocina o de... yo que sé, danza africana.
- En Excursiones o Senderismo
- Catas de vinos (incluso de quesos)
- Fiestas, eventos, conciertos...