1. No me gusta el whisky. Es olerlo y erizarme, pero no de gusto, sino de la arcada. Y puede que suene raro, pero es que ya casi ni me acordaba de que existía esta bebida. Será que el whisky ya no está de moda. Vale que tampoco hago botelleos ya, que una tiene una edad, y no controlo el mercado (habrá que esperar al Bando), pero es que tampoco es tema de conversación entre mis amistades, ni lo huelo en los bares...
2. Yo antes esquiaba. Me acordé de que no me gusta el whisky buscando un jersey. De estas cosas que sólo yo hago, amanecí el jueves pensando en un jersey que yo tenía y al que, por alguna razón extraña, no había visto por mi armario en todo el invierno. Me lancé en búsqueda del jersey perdido en la bolsa del equipo de esquí, pensando que, habiendo ahí dentro ropa de invierno...
3. Soy muy desordenada y muy de dejarme las cosas para otro momento. No encontré el jersey en esa bolsa, pero sí una botella de whisky de dos litros, del último viaje a Sierra Nevada con mis amigas. ¿Qué narices hago yo con eso ahora?
4. Yo soy más de ginebra con limón. Ahora todo el mundo bebe gintonic, especialmente tras la típica costumbre murciana del Aperitivo (con mayúsculas) o el marchaperitivo, como lo llama mi amigo M. Y es que todavía hay gente que no sabe que aquí en Murcia hay vida más allá del irse de tapas, y eso es algo por lo que esta ciudad se está haciendo famosa en el panorama regional y nacional. Aquí la fiesta es de día y así se demuestra en la Plaza de las Flores y en la calle Pérez Casas de viernes a domingo.
5. En ocasiones me invitan a fiestas. El evento era en Chinatown, el bar más cool del momento que, como todos los viernes por la tarde, estaba a reventar de gente. La fiesta Ladies and Gintlemen by Larios 12 rendía homenaje a la bebida de moda y convocó a doce personalidades de Murcia a que hicieran de DJs improvisados. Yo era una de ellas.
6. Ya no salgo de fiesta. Me di cuenta cuando tuve que enfrentarme a mi armario y al qué me pongo. Hice cálculos y así, en plan destroyer, llevaba desde Nochevieja sin salir. Vuelta a la minifalda, los tacones y a la pestaña. La falta de costumbre hizo que necesitara una hora para arreglarme.
7. Nunca sería disc-jockey. Poco después de que el maestro coctelero me pusiera un gintonic a medida (“¿Lo quieres dulce o seco?” “Lo quiero refrescante”), me tocó ir a pinchar. Hice buenas migas con Matías, el DJ de Chinatown, que intentó explicarme cómo funcionaba una caja de mezclas. Me pareció complicadísimo de asimilar así, con una copa en la mano. Sólo me quedé con los BPM, los beats por minuto, que ayudan a saber si las canciones encajan o no. Aun así, preferí intentar otro tipo de maridajes, que estaban allí mis amigos de La Lechera de Burdeos. Ginebra y queso, no es uva pero también supo a beso.
8. No me gustan los garbanzos y menos por la noche. Fui secuestrada y llevada al Volapié a cenar. Tras la pausa de la cena, las ladies y los gintlemen nos trasladamos al Café Moderno, en Alfonso X. Más tranqui y quizá más gentle, daba gustico estar ahí. No sé si es la calma cool que allí se respira o la luz anaranjada que despiden sus focos, pero allí se ve a las personas con otros ojos. Parece que invita a decirse cosas a la cara, pero quizá más suavemente.
Pronto se hizo muy tarde y yo, que casi ni bebo, ni salgo, ni me gusta el pampaneo y le he perdido la costumbre a los tacones, decidí largarme. Nos vemos si quieres allí dentro de diez días, que habrá otra fiesta de men, (esta vez Mad Men) y te sigo contando más cosas que no sabes de mí.
2 comentarios:
Jajaja, me ha gustado tu entrada, me sentí muy identificada. Comparto lo del whisky, yo no lo puedo ni oler.
También lo de no salir de marcha nocturna, si es que Murcia tendrá muchas cosas buenas pero el ambiente es siempre el mismo-. Así que para qué!
Besos, paisana!
Bri.. bri... brillante !!!
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