lunes, 29 de agosto de 2011

El pampaneo


Volver de La India en pleno verano, con todavía días de vacaciones por disfrutar conlleva un montón de cosas que dan pereza hacer. No hablo de combatir el jet lag, deshacer la maleta o quedar con familiares y amigos. No me refiero a volver a comer ternera, y que se convierta casi en un hito en mi vida, o reorganizar las mil quinientas fotos, sino que también hay que volver a las andadas en cuanto a la vida social se refiere. Qué remedio, pienso sin querer, porque es que ni yo misma me explico cómo me da tanta pereza algo que debería estar deseando volver a hacer. Volver al sota, caballo y rey: Playa por la mañana, chiringuito, comilona, siesta, más playa y pampaneo nocturno. Pues no quiero, no me apetece. Mi cuerpo y mi mente me llaman a hacer otras cosas.

El pampaneo. Ocho letras que me empalagan de tal manera que parece que no llego a la “e” cuando las pronuncio. Yo que me había propuesto cambiar de hábitos sociales veraniegos me vi abocada a salir el viernes noche sin que nada pudiera evitarlo. Había quedado con unos amigos en el bar de copas de todos los veranos que, por ser el único decente en varios kilómetros a la redonda, goza de una mayor concentración de pampaneantes y tontosdelpijo. Para acudir allí, el personal se suele cuidar muy mucho el modelito, pues ya desde la carretera, antes casi de bajarte del coche, eres sometida a escrutinio por los que allí pululan, copazo en mano, como han llevado haciendo cada fin de semana desde el primero de julio, no vaya a ser que la vida les enseñe algo mejor. Pues yo pasé de modas y conjuntismos, y me puse lo que más a mano tenía, unos salwar (pantalones típicos hindús) donde cabíamos tres, y una camiseta de tirantes. Con más moral que el alcoyano, no necesariamente favorecida y con tintes perrofláuticos me presenté en terraza del bar, y que se mueran los feos y las criticonas.

Entonces empiezan los reencuentros, los deseados y los no tanto. Amigos que sinceramente se alegran de verte y piden que les cuentes cosas y otros que articulan el mismo gesto de como si te hubieran visto ayer (que no me molesta, ojo). Amigos con los que intercambias experiencias veraniegas y por los que te entristeces si te dicen que no han tenido casi vacaciones o no han podido disfrutarlas como hubieran querido. Luego, por fin, como si te hubieran olido al llegar y mostrando la emoción de no haberte visto en un tiempo, están los tontolpijo, que con ojos libidinosos se empeñan en colgarte sambenitos salidos de su imaginación pervertida. En el fondo creo que los he echado de menos. Sin querer, me envolví en un halo de frikismo yogui y misterio que a alguno lo tenía fascinado. Así, al invitarme a una copa y pedirme una cocacola y no un gintonic eso ya significaba que me he vuelto más espiritual, que es lo que tiene estar todo el verano meditando (¿perdona?). “Ésta es Conch, se ha ido todo el mes a La India a hacer yoga”. Que a cuantos hindús habré dejado con el corazón partido, y lo mejor: “cómo se nota el peso que has perdido, como en La India no habrás comido nada, estás estupenda, no te sobra ni un gramo...” Y yo mientras pensando que mis ganas marranas, que un kilo y medio menos no se considera siquiera digno de mención y qué les pondrán a esta gente en la bebida, que hay que ver. Yo los dejo hablar, que en cierto modo me divierte, pero siempre estará el pavo que se auto-convence de que tu silencio y tu sonrisa significan un sí, quiero. Entonces llegan los pellizquicos cariñosos en el bracico y el costado, y el ofrecimiento a darnos un paseo. Amos, non fotis. “Venga, que es verano”, me dice el muy atrevido. Ni verano ni ocho cuartos. Entonces vuelvo a lo del halo de espiritualidad y me agarro a él como a un clavo ardiendo. “No, mira, es que yo ahora no estoy para nada y paso de pampaneos”. No cuela. “Además, me tengo que ir ya, que me ha dado por madrugar para ver el amanecer y…” De repente le cambió la cara y hasta el color de piel. Así pues, dándole un beso en la mejilla me despedí de él. “Muchas gracias por la cocacola, príncipe”.

3 comentarios:

elcalleja dijo...

Hija, no hacia falta irse tan lejos para descubrir el pampaneo, superficialidad y tontería de los niñ@s pij@s, aunque algunos ya ronden los cuarenta...

Luci dijo...

Es curioso como ciertas experiencias cambian tu forma de ver la vida.
Pues me parece mu bien que reflexiones y te niegues a seguir las costumbres borreguiles que muchas veces seguirmos simplemente "por que sí"

Un beso!
Luci.

Conch dijo...

Calleja, no lo he descubierto... hablo de volver a él. Y pampaneo garrulo también hay, a montones :)

Gracias por comentar.

Luci, borreguiles, jajaja, no te imaginas la de veces que utilizo yo la palabra "borrega" para describir temas relacionados con éste...

Muuax!