lunes, 22 de agosto de 2011

La vuelta

A las 7 de la tarde estaba mi taxi esperando para llevarme al aeropuerto. Frente a él tuve que despedirme de un fantástico grupo de voluntarios y amigos con los que he compartido tanto y a los que ya no se me ocurrían más palabras que decirles. “La vuelta” ya había sido tema tendencia en las conversaciones de los últimos días, y sobre esto y mucho más reflexioné en las tres horas que me quedaban dentro de ese taxi antes de llegar a Chennai. Tres horas, la madre del tren. Si algo no echaré de menos de la India es lo lejos que está todo, o sus carreteras y su tráfico, que menuda locura. Al menos este coche tenía cinturón, que me abroché preguntándome si sería la única persona con él puesto en todo el Sur de la India. 

En el exterior del Aeropuerto de Chennai, tal y como el día que llegué, parecía que tenía lugar la verbena del pueblo. El parking y las puertas se petan de curiosos y salidos, que debe de ser aquello el mayor entretenimiento del lugar. Para qué quieren una tele, si tienen la entrada del Gran Hermano en directo, al laíco de casa. Y es que así me sentía yo, como una estrella mediática, con mi maletica de ruedas haciendo el paseíllo. Luego entras y te recuerda a las películas de Pajares y Esteso. Los carteles, de “Salidas” o “Inmigración”, cuelgan de hilos y se mueven al ritmo de los ventiladores que hay colgados las paredes. Desde la puerta ya se ven todos los mostradores, los de facturación, inmigración, aduana y el security check, con lo que yo, que había llegado con tres horas de antelación, estaba lista papeles en media hora. Me tocaba entretenerme para no dormirme en un aeropuerto con sólo nueve puertas de embarque y cuatro tiendas innecesarias. Y se supone que es el tercer aeropuerto de La India, y que en el 2011 estará terminada la renovación. Cuatro meses les quedan para obrar el milagro.

Por fin subí al avión, a las casi 2 de la mañana. Pronto la cena, que esperé con ansiedad mientras me debatía entre tomarme una pirula para dormir o dejarme llevar por mi propio cansancio. Pero es que me quedaban tantas horas de viaje yo sola... Ganó la pirula. Me puse la manta y cerré los ojos. Cinco horas después los abrí con cuerpo de desayuno.

En Frankfurt aterricé a las 8 de la mañana nuestras, y hasta las 11:30 no salía mi segundo avión. Me esperaban otras tres horas de ocio y entretenimiento. Pensé incluso en ducharme, por hacer tiempo con algo distinto, pero al final me quedé con mi libro, la prensa internacional, probando perfumes en la duty free o caminando de la A1 a la 46 y de la 46 a la 1. Varias veces.

Tras un segundo avión de dos horicas, aterricé puntual en Madrid. Con la mochila y maleta en ristre salí escopetada hacia Chamartín. Todavía podría intentar adelantarme el tren a Murcia si llegaba a la estación en una hora. Me metí al metro emocioná de que podría conseguirlo hasta que de repente en la primera parada un grupo de jóvenes haría tambalear mis intenciones. Se podría decir que toda la adolescencia mundial católica estaba en esa estación de metro y a mí me tocó la delegación italiana. Sentí que estaba otra vez en la India, aplastada dentro de una nube pegajosa y apestosa de humanidad. Además, se pusieron a cantar, que si la del Pomeriggio o la de Bella Ciao y lo peor, que nunca parecían cerrarse las puertas. Mi esperanza estaba en que me bajaba en la última parada, de otra forma, nunca podría salir de ese vagón.

Tan solo media hora antes del tren conseguí personarme en la cola de venta de billetes para hoy con los dedos muy cruzados. “¿Queda hueco en el tren de las 16:29 a Balsicas?”. “Pues sí, señorita, ha tenido usted suerte”. Sí que la tuve, sí. Llegaría así a casa tres horicas antes de lo previsto, treinta horas después de aquel taxi, justo a tiempo para la cena.

9 comentarios:

Bryan dijo...

Balsicas, todavía tiene estación ese bello paraje en la inmediaciones del campo de Cartagena???. Yo, la que conocía era la de Sucina, pero ahora creo que es una galería de arte...

Anónimo dijo...

... de Chennai a Balsicas sin pasar por la casilla de salida y sin digerirlo como Dios manda...

Conch dijo...

Tiene estación, sí y una galería de arte, la Ribera, chulísima y altamente recomendable, por cierto.

Intento no contestar a los Anónimos pero... ein? cómor?

Anónimo dijo...

querida Conchi, me refiero a que sales de La India ( La India, ese país de cuento ), relatas muy bien la experiencia, tu fuerte es la litertura ehh ???, pero rompes la magia -¡¡ zas, en toda la boca !!- con Balsicas... terminas en Balsicas. Una explicación quiero.

Conch dijo...

Por Balsicas?! No te gusta Balsicas?? Me bajé en Balsicas porque es la estación más cerca de casa ¿Qué más quieres (Federico, si eres guapo y eres rico)? Y que en el periódico sólo escribo una página. Ésa es la única explicación que se me ocurre darte.

Firma, jolín!

Anónimo dijo...

... joeee Conch, que la última frase (una explicación quiero) era una gracia. Entiendo que Balsicas esté cerca de tu casa, pero cuál ?, en Torrepacheco, en la misma Balsicas, de ahí a la Torre, en la calle de San Nicolás ?? que enseguida saltas, a ver si es el "yeg lag"...

Firma

Conch dijo...

Estoy empezando a considerar la moderación de comentarios...

Luci dijo...

Uy uy uy...que aquí veo amor secreto! xD

Bienvenida Conch! ;)

Conch dijo...

No tanta luz...

Gracias, Luci, hola de nuevo :)