viernes, 31 de mayo de 2013

Cuarto de EGB



“Bitter, ¿tú hace 25 años qué hacías?”. Tras un cálculo rápido, no dudé lo más mínimo: Cuarto de EGB. Y eso fue todo. Yo, que siempre he creído que recordaba mi infancia, de repente me pareció que ese año de mi vida estaba en blanco. Y es que cuando tienes 10 años no pasa nada especial. A mí por lo menos. Ni comuniones, ni hermanos nuevos, ni problemas, ni traumas, ni edad del pavo. Por eso no tengo ni casi fotos de ese año, que buscando en los álbumes en casa de mis padres descubrí que, después de mi primera comunión pasaba al verano, de ahí a la Navidad (2 fotos), luego el Bando de la huerta (cuando podías hacerte fotos sin borrachos de fondo) y otra vez el verano. Y ya.

Porque de cría tampoco me llevaban de viaje, que es cuando se hacían fotos (que ahora las hacemos hasta del carro de la compra) o al menos yo todavía no había viajado al extranjero. Lo más lejos, Valladolid y Segovia por aquellas carreteras de España, lo que supongo que sería tan emocionante para mí, que se lo contaría a mis amigas en los recreos, puede que chuleándome. Lejos de verdad ya viajaría cuando fuera mayor, imagino que pensaría. O tal vez no. Quién me iba a decir a mí entonces que más tarde se me iría la mano con el culo este inquieto que me saldría años después.

Culo que, por cierto, ni estaba gordo, y estoy segura de que ni me fijaba en él, que mis preocupaciones serían otras. Como mi pelo, que ya a hace 25 años empezaba a asomar mi pequeña gran obsesión, pues si algo recuerdo de ese año es que me rebelé contra mi madre y me dejé crecer el flequillo hasta hacerlo desaparecer. Supongo que además de tener un pelazo, ambicionaría ser la más lista, la más divertida o la que mejor leyera, cantara o bailara, que flirtear sí que recuerdo que flirteaba. Recuerdo perfectamente además a los niños del cole que me gustaban, pues siempre eran más de uno. Hoy, esos niños que cantaban a Duncan Dhu haciendo playback son médicos, fisioterapeutas, dentistas, incluso cantautores… y padres de familia. En qué momento los dejé escapar, madre mía.

Quizá soñaba con algo más grande, que flipada sí que recuerdo haber sido toda la vida. Alguien tipo DavidHasselhoff, MacGyver y por supuesto, Tom Cruise, que nos enamoró en Cocktail y Rain Man, y ahora lo veo y me dan ganas de partirle la cara. Con Rick Astley sin embargo no me pasa, y eso que a ése sí que no hay por donde cogerlo. Sería por su forma de bailar, que si algo recuerdo a la perfección era lo que me gustaba a mí mover el esqueleto y la de tardes que pasé frente al televisor poniendo cintas de vídeos musicales grabados de Rockopop, copiando pasos y coreografías.

Era muy artística yo, que recuerdo que todos los sábados, tras ver Cajón Desastre, iba a clase de pintura y escultura a casa de Mercedes Martínez Meseguer, cuya obra está actualmente expuesta en el Almudí. También en casa de la abuela P explotaba mi faceta más creativa, que mientras mis primas preferían aprender a cocinar, mi abuela me enseñaba a hacer ganchillo o a bordar lentejuelas o cualquier otra manualidad que se le ocurriera.

Los domingos imagino que haría los deberes, pues era una cría muy aplicada. Con 10 añicos no dábamos inglés todavía en el cole, así que mi asignatura favorita era la lengua. Recuerdo lo que disfrutaba cada vez que me mandaban escribir una redacción y lo que sufría, avergonzada, cuando cometía alguna falta de ortografía.

Me miro en esa foto de 1988 y no puedo evitar preguntarme: ¿Qué contestaría mi yo de 10 años si le preguntaran dónde se vería dentro de 25? Con lo que molaba la vida entonces, seguramente diría que casada con Rick Astley.

domingo, 26 de mayo de 2013

Espérame en el cielo



No fue hace mucho que mi amiga I nos pasó por email una copia de un post de uno de esos blogs tan buenos y tan geniales, que son de pago. La entrada trataba de aquellas cosas que, aunque nos duela reconocerlo, deberíamos aprender de los hombres. Cómo serían tales cosas, no obstante, que me acuerdo tan sólo de un par de ellas. Con la capacidad de retentiva que creo que tengo y se ve que en su momento diría “bah, paso”, que supongo que una parte feminista de mí se niega a copiar los patrones de comportamiento masculinos a las alturas de la película que estamos. Si acaso, como ya apuntó mi amiga V, que también leyó este post, nos podrían enseñar a hacer pis de pie, que eso sí que es verdaderamente práctico.

Del único punto que me acuerdo que deberíamos aprender es, tal y como hacen los tíos, a no contestar mensajes de gente que no nos interesa. Nosotras sí, siempre contestamos. Hay algo en nuestra educación que nos impide no responder a ese mensaje aunque sea con uno de esos iconos de monito de Nikko. Ellos pueden perfectamente leer un mensaje y contestarte a los tres días, al mes, o quizá no contestarte nunca. Los hay también que escriben un “¡Claro!”, y eso parece que te calma el ansia viva… durante una hora. Así, algunas tenemos los móviles llenos de deprimentes “claros” y de monos de feria.

Otro de los comportamientos supuestamente modelo que recuerdo de repente es lo de que los tíos se prueban. Aquí entra entonces el denominado por una de mis blogueras de cabecera, Moderna de Pueblo, el Capullo Trimestral. Aquel que, tres meses después, decide tirar de whatsapp y preguntarte qué te cuentas. Porque te ha tocao. Y el tío además va y te ofrece una cita consistente en quedarse en casa, en el sofá, con manta y peli. ¡¿Perdona?! ¿En qué momento se pasa de un tres-meses-sin-hablarte a la intimidad de un sofá? Sin embargo, no seremos capaces de decirles la verdad y mandarlos a la mierda con todas las letras. Es más, nos veremos obligadas a contestarles. “Estoy muy ocupada, otro día”, digo yo muy a menudo, y confieso que me siento algo loser. Como si colara encima.

Este viernes volvió a intentarlo. Y yo con ganas de salir pero sin haber concretado acompañante. Él pidiendo audiencia, y yo queriendo huir. Lancé mensajes a todos mis amigos y aquello parecía la noche de los planes. Cenas, una fiesta de cumpleaños sorpresa, conciertos del Murcia Tres Culturas, Julio César en el Teatro Circo, una graduación, un finde en Granada, Madrid o Calpe, y hasta la –qué casualidad - proyección de Mujeres al borde de un ataque de nervios en la Filmoteca Regional. Estaba Murcia para salir corriendo, y mientras mis congéneres derrochaban todo tipo de hormonas con los romanos de Shakespeare, yo me decantaba más por la obra de mi amiga de la infancia Diana M. de Paco, que se estrenaba en el centro Párraga. Espérame en el cielo… o, mejor,no se titulaba la historia de cuatro mujeres distintas que yo necesitaba ver, pero con alguien que no fuera él. De repente N, a pesar de estar cansada del curro, se interesó y me salvó como no era la primera vez. “Tengo ya planes. Otro día”, le escribí al payo. Y ahí la coletilla mentirosa de nuevo.

Tras la obra de Diana, N y yo comentábamos especialmente la historia de la mujer que se volvía loca porque su novio era incapaz de soltar mentiras. Me hizo darle la vuelta al concepto de la verdad, la mentira y de si preferimos sinceridad o trolas piadosas que no hacen casi daño. De si deberíamos contarlo todo o simplemente nunca hacer preguntas de las que puede que no nos guste la respuesta.

“¿Sigues interesada en quedar conmigo, Conch?”, me escribió más tarde. En otro momento le habría contado la milonga de que había conocido a alguien, o quizás debía haberle contestado con un “claro” o un mono, pero esta vez, algo me impulsó a utilizar unas palabras sinceras. “Espérame sentado o… Mejor, no.”

lunes, 20 de mayo de 2013

El planazo

“Tú lo que tienes es un planazo”, me decía A la otra tarde cuando le conté mi idea de quedarme a dormir en Lorca. Me ahorraría dos viajes en coche y un madrugón, que no está la vida como para maltratarse tanto. Y es que tenía razón con lo del planazo, y cierto es que esa palabra me dio alas y me reafirmó en mis propósitos: “planazo”. Como la alta ejecutiva que siempre quise ser, tenía una reunión a primera hora de la mañana del miércoles. Pasaría la noche del martes en un céntrico hotel, con mi maletica, a mi rollo, viendo la tele que nunca veo, acostada en una cama bien hecha del tamaño de una plaza de toros.

Ya que me quedaba a dormir les dije a mis compañeros que, después de trabajar, me sacaran por Lorca, a cenar, y que me llevaran a un sitio chulo. Y tan chulo, que no podían haber dado más en el clavo con mis gustos. El FBI o Freak Burguer International de la calle Granero fue el lugar elegido, y como esos tesoros que no te esperas encontrar, el sitio me moló desde que crucé la puerta. “¿Has visto que cada silla es de su padre y de su madre?” Claro que me había fijado, pues no hay otra señal más clara de modernez y hipsterismo que un mobiliario que parezca descuidado y traído de una antigua oficina o fábrica. Estaba encantada.

En la carta abundaban, junto con unos entrantes tipo restaurante americano, unas hamburguesas de lo más variadas, curradas y cachondas. Con nombres todas ellas de mafiosos y chorizos conocidos. Desde la hamburguesa Al Capone, pasando por la Joe Bonanno y hasta una llamada Jesús Gil. Y claro, pronto surgieron los chistes y las gracias, que de repente se nos ocurrieron otro montón de nombres de actualidad como para abrir tres restaurantes más. Quizá con menos sabor americano y más a lo España cañí, con sillas de patio sevillano… Lo estoy viendo. 

Y luego que las hamburguesas tenían una pintaca… Que si a elegir de pollo o vacuno, o incluso de, agarraos, Angus traído de Australia y Kobe del mismísimo Japón. Que como soltó A, “muy hipster, pero tampoco es necesario con los productos tan buenos que tenemos en la Región”, y empezó a soltarnos el rollo de siempre del fomento de lo local si queremos salir adelante. “Mira, ahí tienes una hamburguesa de chato murciano”. Calla ya y disfruta de la cena.

Para finiquitar, tras la infleta, pedimos tres postres con seis cucharas, cuál de ellos más rico. Confieso que, ya que estaba, me habría tomado una copa y me habría quedao bien, pero en martes me pareció demasiado vicio. Lorca además estaba desierta, pero hacía una noche buenísima para pasear, y la tentación de un gintonic fresquito volvió a aparecer cuando pasamos por la puerta del Thai, uno de los bares de copas más de moda de la noche lorquina.

Cuatro años llevo trabajando en Lorca y todavía me pierdo un poco por sus calles. Y más de noche. Así, mis amigos decidieron, también para bajar la cena, hacerme un pequeño tour guiado por el casco antiguo de Lorca la nuit. Subimos entonces a casa de M, que vive en un ático con vistas al castillo junto a la iglesia de Santiago. Sin crucero ni cúpula, y de noche, la imagen es desoladora. “Si llego a estar aquí cuando se derrumbó, me muero”, dijo M. Otra cosa que ha perdido es la intimidad, pero también ha hecho amistad con los operarios, a los que saluda cuando se pone a tender las bragas en su terraza. Tomar el sol a sus anchas tampoco puede, aunque cubriendo esa verja con una esterilla…

A la mañana siguiente, bajo un sol imponente, bajé Juan Carlos I haciendo unas mil reflexiones, inevitables cuando pasas frente a lo que queda del IES Ramón Arcas. Porque si hablábamos de planazos, cuando se cumplen dos años del terremoto, una no puede evitar preguntarse dónde quedaron todos aquellos planes de ayuda y por qué parece que se han olvidado de nosotros. Yo de momento no me olvido, y pienso volver a pasar una noche en Lorca todas las veces que haga falta.

domingo, 19 de mayo de 2013

Eurovision 2013

No fueron las que quedaron en los mejores puestos, ni (menos una) pertenecen al top 3, pero os pongo mis canciones favoritas del festival de Eurovisión 2013, que vi anoche en la inmejorable compañía de M&M y el pequeño Carlitos, con una deliciosa cena que recordaré siempre. Gracias, hermosos.

Malta: TOMORROW. El rollito happy-ukelele-anuncio-de-estrella-damm nos mola. Quedaron 8º.



Italia: L'ESSENZIALE. Qué nos gusta un italiano de voz rota... Ains. Quedó 7º.



Países Bajos: BIRDS. Sí, un poco muermo, decían, pero es preciosa. Quedó 9ª.



Y sí, estoy loca, pero a mí me moló mucho Suecia: YOU. Quedó 14ª.



Por último, la que ganó, que me gustó desde el primer momento que la escuché.
Dinamarca: ONLY TEARDROPS

domingo, 12 de mayo de 2013

Made in Murcia



La última vez que M estuvo aquí me pidió que la llevara de compras, aunque no quería ir las tiendas de siempre, las grandes cadenas de los centros comerciales que están en todas partes. “No me lleves a sitios a los que puedo ir en Madrid”. Y tenía razón, con lo fan que yo soy de invertir en el negocio pequeño y local, siento que tiendo a olvidarme de mis principios en cuanto se trata de comprarme ropa. Así, no sin antes echarle un vistazo a la mejor guía de comercios de la región, la Müsh! Magazine, elaboré una ruta bastante apañada con la que me sentí un poquito personal shopper por un día. 

Foto de Víctor Soriano
Y es que, aunque no lo parezca, en Murcia, prestando un poco de atención, es muy fácil rodearse de moda y diseños autóctonos. Hemos de dejarnos de auto-prejuicios de provincias que sólo nos perjudican, y convencernos de que Murcia está de moda, pues así se demostró con creces el pasado mes de abril en la Murcia Fashion Week. Organizada de manera exquisita por el equipo de Müsh! Magazine, esta modesta semanica de la moda incluía charlas y talleres de DIY (hazlo tú mismo), una pasarela fabulosa de jóvenes modistos murcianos que tuvo lugar en mi adorado MUBAM y un novedoso showroom en el hotel Nelva. Decenas de diseñadores, no sólo de ropa, sino también de bisutería, accesorios, tocados y hasta ropa de bebé, invadieron una por una las habitaciones de la 4ª planta del hotel y, tras customizar cada estancia a su gusto, nos mostraban sus obras a los que por allí pasamos.

La siguiente ocasión para disfrutar de nuevo de la moda de esta región fue tan sólo quince días después en la otra punta de la ciudad. One Living Bar acogía su primera pasarela con un ambiente inmejorable. Y yo, como si de una celebrity se tratase, disfruté como una enana viendo a los maniquíes humanos desfilando desde el front row versión Murcia, dándole sorbitos a un quintico de Estrella de Levante.

No obstante, en lo que a experiencias fashion se refiere, he descubierto que a lo que a mí verdaderamente me gusta es visitar ateliers. Estos talleres o pequeñas tiendas situadas normalmente en pisos, me intrigan antes de entrar y me fascinan cuando cruzo el umbral de la puerta e inevitablemente suelto un "guau". Será por la emoción de tener ante mí una habitación llena de ropa y accesorios a mi disposición, o porque también me recuerdan, no sé por qué, a una casa de muñecas. 

 
En Murcia tenemos muchos ateliers. Tengo pendientes de visitar, entre otros, el de Fanfan et Poupi, ElAtelier de Liz y el de Carola Vintage, que tuvo su Open Day el pasado miércoles y no pude asistir. Sin embargo, no se me escapó este jueves el atelier de TitisClothing, que celebraba su Primavera days para presentar la ropa de nueva temporada y una colección de alpargatas fantásticas. Ni qué decir tiene que arrasé, que para las que vivimos en un continuo fin de mes, tienen una sección de outlet donde se pueden encontrar tesoros. Y luego el trato, el ponerse de palique con un cafelico con pastas, y la bolsa que me regalaron con conchitas, que me tiene emocionada.

Hoy domingo tendrá lugar otro evento de moda, el mercadillo Murcia D-Muestra en el Jardín de los Perros, que concentrará a una treintena de diseñadores murcianos independientes bajo este sol de calurosa primavera. Julieta sin Romeo, Tres Jolie e Inake serán algunas de las diseñadoras que ya conozco y que no me pienso perder. 

Por último y por si fuera poco, el fin de semana que viene volverá el Mmod (Murcia Open Design), con los encuentros de moda y fotografía “Mira el pajarito”. Otro mercadillo de jóvenes diseñadores nos sorprenderá en la Plaza Belluga, un Urban Beach Market, que hará que hasta los escépticos se apunten a la moda made in Murcia. Y tú, ¿te has apuntado ya?

sábado, 11 de mayo de 2013

Müsh in progress

Hace un par de semanas fui modelo por un día para Müsh! Magazine. Una sesión de fotos muy divertida, cuyo resultado veréis en el próximo número de la revista, que saldrá a finales de este mes. No os diré nada más, que tendréis que esperar a ver el resultado, pero ya que mi maquillaje y mi pelo quedaron espectaculares, obra y gracia de Jesús García (Gracias, Jesules!), y estuve haciendo el indio con mi móvil en un momento de espera... ¡Tenía que enseñarlo! 

Y lo que mola sentirse Paula Echevarría por un día.