Me fascina sobremanera la manía que tenéis algunos de asignar a los días de la semana una cosa o tarea determinada. Y más en verano y con la que está cayendo aquí en Murcia, que tiene menos sentido todavía si cabe, pues cualquier día es bueno para salir de casa y para cualquier otra cosa. ¿Qué más da si la fiesta es en viernes, en lunes o en miércoles? Si total, tampoco vais a poder dormir del calorapio. Si me vais a parar los pies, ponedme una excusa de peso, por favor.
Yo sabía lo del color. Que algunos friquis como yo, lo confieso, vemos, sin querer, algunos conceptos abstractos de un color determinado. Los números del 1 al 10, los meses del año y los días de la semana tienen cada uno un color cuando pensamos en ellos. Así, para mí el lunes, por mucho que lo deteste y por muy negro que se me presente, siempre lo veo blanco. Que será, digo yo, por lo de empezar la semana de cero, como una hoja en blanco para escribir un nuevo capítulo de tu vida. Lo cual me hace pensar ¿es que todo ha de empezar los lunes? Las dietas por supuesto, tras una despedida por todo lo alto en un restaurante tex-mex a poder ser, para luego hacer lo que dice mi amiga N, los lunes hervido, los jueves cocido.
Los martes “ni te cases ni te embarques” son granates, color del rubí, por lo que me pregunto si el que compuso Ruby Tuesday sufría también esta sinestesia absurda. Como la canción, empiezo a pensar que son unos días tristísimos. Por eso quizá son los martes mi noche favorita para ir al Quitapesares al salir del trabajo.
Los miércoles son naranjas y según mis amigas, no se cena. Me explico. Teníamos muchas cosas que celebrar y decidimos quedar para unas cañas. Al cuadrar agendas, el miércoles fue el día elegido. De repente nos juntamos siete tías y vi necesario no salir al tuntún, sino elegir sitio y reservar. “¿Pero es que vamos a cenar? ¡Si es miércoles! Con unas cañas y almendras con parmesano nos sobra” me increparon. Sin querer contradecirlas, acabé yendo merendada, que este cuerpo no se alimenta de aire y paso de que me dé un vahído así, en miércoles. “¿Qué os pongo, chicas?”. “Pues un picoteo típico de miércoles”- le contesté al camarero. “Operación biquini, entiendo”. “No, que es miércoles.” Y lo que pasa, que acabó por imponerse el sentido común, y tras las cañas y el parmesano, pedimos una ensalada, unos rollitos primavera, un plato de sushi y coronamos el festín con una tarta de queso. De repente, las más reacias a cenar se convirtieron en las más fans. “¿Un gintonic?” ¿Pero no era miércoles? ¿En qué quedamos?
Los jueves, color bermellón, son días estupendos para lo que sea. Jueves bribones, jueves cabrones o jueves de farra sin anestesia. O coger carretera y manta con una amiga y largarte a Bilbao a ver a Coldplay y empezar un particular Come,reza, ama.
Los viernes y sábados, amarillos y celestes respectivamente, son días para subir el felicímetro (happymeter según M) al máximo, cada uno a su manera: Videoclub, golosinas y pizza ya te dan un 8. Playa, helado, rebajas, y cine lo menos un 9.
Así, llegar al domingo, color negro, que suelo dedicarlo a la reflexión y a mis pensamientos. Todo lo contrario que M, que dice que los domingos no quiere dramas. “Quiero comedia, una hamburguesa o un masaje, pero nada de cosas transcendentales”. Yo los domingos quiero música, siesta y sacarle el dedo corazón a Dukan y a todas las dietas martirio, aunque para eso cualquier día es bueno.
Esta semana os la deseo diferente, olvidaos la cuadrícula y dejad lugar a la improvisación y la sorpresa. Os invito a hacer el experimento, pero antes… ¿Veis los días de colores?
2 comentarios:
Eres genial..."olvidaos la cuadrícula y dejad lugar a la improvisación", muy buena reflexión!! Te descubrí hace poco pero tus posts me tienen enganchada! Mónica
Muchas gracias, Mónica!
Saludicos
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