by Gonzalo Inigo |
“¿Dónde te metes? Que ni llamas,
ni te dejas ver…”. En la recta final del curso, que para algunos se trata del verdadero fin de año, las frases del estilo se repiten. Que no se me ve el pelo,
que no hay quien me pille y que no paro. Y lo sé. Que ya no soy lo que era, que
parece mentira, con lo Gunilla que yo he sido, que da la impresión de que ya no
estoy en ninguna. “Hago lo que puedo”, respondo, y procuro, aunque sea con
cachitos de mi tiempo, abarcarlo todo aunque sea en pequeñas dosis, pero ya lo
dice el refrán que me ha dado por repetir en plan mantra: el que mucho abarca…
Y así me va. Que la carga de cosas y la falta de tiempo hacen que no libere
toda esa tensión hasta que estoy tranquilamente durmiendo en mi cama. Entonces
me despierto en plena noche, alterada con la idea más peregrina sobre vete a
saber qué y empiezo a darle vueltas y vueltas. Luego ya, si me rindo, suelo
meterme a twitter y, con suerte, me encuentro con algún insomne, o incluso algún
amigo médico de guardia, con el que me pego unas risas tontas. Si puedo, además
me atraso el despertador de la mañana siguiente, que me proporciona una horica
más de sueño que me da la vida.
El pasado martes no me atrasé el
despertador, y la falta de sueño no me dejaba ni salir de la cama, ni abrir los
ojos, ni encontrar en mi mente, ni rebuscando, las ganas de na o siquiera la
sombra de algún pensamiento positivo. Que dicen que, estadísticamente, el
martes es el peor día de la semana y yo, que en ese mismo instante me acordé del
dato, presentía un grandísimo día de mierda. Y ya el mismo pensamiento negativo
te da rabia porque sabes que todo es actitud y que, efectivamente, como sigas
así, no va a haber quien te salve de la hecatombe. Decidí entonces pirarme al
gimnasio, para ver si la liberación de endorfinas mejoraba mi perspectiva, pero
nada. Lo que es no dar pie con bola, que hasta el profe me preguntó que si
estaba bien, lo mismo mis compas del vestuario, que observaban mi mañana más
torpe. “Eso es que tienes demasiadas cosas en la cabeza”.
Al llegar a casa, me tiré al sofá
y di por inaugurado el día del bicho de bola. Lo que habría dado por quedarme
ahí, en posición fetal y que el mundo siguiera girando, que yo pasaba de todo.
En las siguientes horas se
sucedieron todo tipo de anécdotas y desgracias dignas de un día catastrófico. Yo
intentaba animarme leyendo señales: una canción, un rayo de sol, una frase
graciosa oída en la calle… Sin embargo, los elementos seguían en mi contra.
Desde la báscula cabrita, hasta la pared de mi garaje que rocé aún no sé cómo,
se empeñaban en hacerme la vida imposible. Luego, en el trabajo, no pudo la
tarde estar más llena de sorpresas e imprevistos y, pese a que no se me
olvidaba lo que me anunció la báscula por la mañana, acabé ahogando mis penas
con medio bocata de nocilla en la cantina, y que se mueran los feos.
En el coche de vuelta, mis
compañeras intentaban animarme estableciendo que, por un simple cálculo de
probabilidades, si hoy era un día malo, mañana tenía que ser bueno. Y que ya estaba
a punto de llegar a casa y allí estaría a salvo y, podría, si quería, hacer el
bicho de bola hasta la mañana siguiente.
Así hice, hasta que de repente me
pareció oír llover. En estos días de tiempo disparatado no me extrañó, pero aún
así decidí asomarme al patio de luces a comprobar si era cierto. Entonces pasó
lo que sólo puede pasar un día como ése. Sin que yo pudiera remediarlo, se me
cayeron las gafas en plena oscuridad, desde cuatro pisos de altura.
Definitivamente, tenía que acostarme y respirar hondo, sobre todo para evitar
el infarto.
Al día siguiente, cuando salí de
casa de la vecina que rescató mis gafas intactas, no pude si no apretarlas con
fuerza, cerrar los ojos y repetirme unas mil veces: Hoy va a ser un gran día.
3 comentarios:
jajajajjajaja, nena me meo con lo de las gafas!!, que bueno. Siempre he dicho que el lunes cuesta pero el martes es un día sin fuste, lejos del finde y muy cerca del lunes, como si fuera un segundo lunes pero el doble de amargada,jeje.
Un beso. Me ha encantado como siempre.
¡Buf, hay días en los que está uno deseando acostarse!
Hola bonicas, ahora os contesto.
Pues sí, Anica, te hará gracia pero... a mí se me salía el corazón por la boca y hasta eché unas lagrimillas :´(
Y sí, cuaren, ojalá hubiera podido.
Feliz semana a ambas y ánimo, que seguro que os queda poco para las vacaciones!
Publicar un comentario