“Bitter, ¿tú hace 25 años qué
hacías?”. Tras un cálculo rápido, no dudé lo más mínimo: Cuarto de EGB. Y eso
fue todo. Yo, que siempre he creído que recordaba mi infancia, de repente me
pareció que ese año de mi vida estaba en blanco. Y es que cuando tienes 10 años
no pasa nada especial. A mí por lo menos. Ni comuniones, ni hermanos nuevos, ni
problemas, ni traumas, ni edad del pavo. Por eso no tengo ni casi fotos de ese
año, que buscando en los álbumes en casa de mis padres descubrí que, después de
mi primera comunión pasaba al verano, de ahí a la Navidad (2 fotos), luego el
Bando de la huerta (cuando podías hacerte fotos sin borrachos de fondo) y otra
vez el verano. Y ya.
Porque de cría tampoco me
llevaban de viaje, que es cuando se hacían fotos (que ahora las hacemos hasta
del carro de la compra) o al menos yo todavía no había viajado al extranjero.
Lo más lejos, Valladolid y Segovia por aquellas carreteras de España, lo que
supongo que sería tan emocionante para mí, que se lo contaría a mis amigas en
los recreos, puede que chuleándome. Lejos de verdad ya viajaría cuando fuera
mayor, imagino que pensaría. O tal vez no. Quién me iba a decir a mí entonces
que más tarde se me iría la mano con el culo este inquieto que me saldría años
después.
Culo que, por cierto, ni estaba
gordo, y estoy segura de que ni me fijaba en él, que mis preocupaciones serían
otras. Como mi pelo, que ya a hace 25 años empezaba a asomar mi pequeña gran obsesión,
pues si algo recuerdo de ese año es que me rebelé contra mi madre y me dejé
crecer el flequillo hasta hacerlo desaparecer. Supongo que además de tener un
pelazo, ambicionaría ser la más lista, la más divertida o la que mejor leyera,
cantara o bailara, que flirtear sí que recuerdo que flirteaba. Recuerdo
perfectamente además a los niños del cole que me gustaban, pues siempre eran
más de uno. Hoy, esos niños que cantaban a Duncan Dhu haciendo playback son
médicos, fisioterapeutas, dentistas, incluso cantautores… y padres de familia.
En qué momento los dejé escapar, madre mía.
Quizá soñaba con algo más grande,
que flipada sí que recuerdo haber sido toda la vida. Alguien tipo DavidHasselhoff, MacGyver y por supuesto, Tom Cruise, que nos enamoró en Cocktail y Rain Man, y ahora lo veo y me dan ganas de partirle la cara. Con
Rick Astley sin embargo no me pasa, y eso que a ése sí que no hay por donde
cogerlo. Sería por su forma de bailar, que si algo recuerdo a la perfección era
lo que me gustaba a mí mover el esqueleto y la de tardes que pasé frente al
televisor poniendo cintas de vídeos musicales grabados de Rockopop, copiando pasos y coreografías.
Era muy artística yo, que
recuerdo que todos los sábados, tras ver Cajón
Desastre, iba a clase de pintura y escultura a casa de Mercedes Martínez
Meseguer, cuya obra está actualmente expuesta en el Almudí. También en casa de
la abuela P explotaba mi faceta más creativa, que mientras mis primas preferían
aprender a cocinar, mi abuela me enseñaba a hacer ganchillo o a bordar
lentejuelas o cualquier otra manualidad que se le ocurriera.
Los domingos imagino que haría
los deberes, pues era una cría muy aplicada. Con 10 añicos no dábamos inglés
todavía en el cole, así que mi asignatura favorita era la lengua. Recuerdo lo que
disfrutaba cada vez que me mandaban escribir una redacción y lo que sufría,
avergonzada, cuando cometía alguna falta de ortografía.
Me miro en esa foto de 1988 y no
puedo evitar preguntarme: ¿Qué contestaría mi yo de 10 años si le preguntaran dónde
se vería dentro de 25? Con lo que molaba la vida entonces, seguramente diría
que casada con Rick Astley.
1 comentario:
jajajaja un poco de respeto! ...from marking hell myself.
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