Si escribo esto, significará que
habré sobrevivido a la semana del amor. Y a la del desamor, las preguntas y las
respuestas, tanto de otros, como las que nos acabamos haciendo sin querer a
nosotras mismas, y al examen, y finalmente toma de conciencia de nuestra
situación actual real, patética en la mayoría de los casos. Que si algo tiene la
semana ésta de martirio chino (que es que no es un día sólo, sino siete) para
las que no tenemos pareja, es que parece que te obliga a definirte y a dar
explicaciones de tu vida. ¿Te han regalado algo por San Valentín? ¿Tienes
novio? ¿Y por qué no? Que si ya es cansino, a la par que inevitable, que al
hablar de amor hables de su ausencia, de historias felices del pasado y de
otras no tanto, y de, volvemos a lo de siempre, de lo mal que está el mercado y
lo decepcionante que es todo, en una semana como ésta, yo no he podido sino
hacer balance de mis últimos meses de existencia. Más concretamente, balance de
los maromos que se han cruzado en mi camino o en el de algunas amigas mías y,
sinceramente, la conclusión a la que llego es que no son ellos, soy yo… la que
no ha podido tener peor suerte al conocerlos. O mejor.
Que dice mi amiga C, y con razón,
que las últimas citas que ha tenido con chicos han sido un estrepitoso fracaso.
Bienaventurada ella, le digo yo, que al menos ha quedado con alguno. Porque si
hasta hace poco conseguir un tercer encuentro con un tío era un súper logro,
hoy en día lo que importa es que puedas seguir wasapeándote con él durante más
de una semana. Y la verdad es que nos reímos con estas historias, aunque
realmente sean para llorar, porque hemos decidido darles la vuelta y disfrutar
con ellas, en lugar de que nos amarguen la existencia. Los motes que surgen,
las frases y hasta las teorías absurdas (como la de las tres semanas o la de
los guapos imbéciles) nos dan la vida, y al final, nos hacen darle gracias a
Dios y a todos los santos del cielo por que se hayan delatado ellos mismos
enseguida. Como Darwin, que hablaba de la supervivencia del más fuerte en la
piscina genética, si el tío es un débil mental, un petardo y un mierder, que lo
será en un altísimo porcentaje, que se descubra pronto es lo mejor que le puede
pasar a la mujer que lo conoce, y que aparte sus genes de nuestro camino. Fuera
de mi piscina ahora mismo.
Sentadas alrededor de un café y
una pecaminosa cupcake (y que se mueran los feos), entonábamos el “Virgencica,
virgencica, que me quede como estoy” y el “mejor sola que mal acompañada”, que
ya tiene que aparecer un hombre lo suficientemente estupendo para que nos haga
querer cambiar lo bien que estamos. Sin embargo, M, a la que se le nota que
todavía cree en el amor, se preguntaba si es que somos demasiado exigentes, y propuso
que enumeráramos las cualidades que tiene que tener un hombre para que nos haga
abandonar la soltería. Yo podría enumerar mil, al igual que ninguna, porque
llega un momento en el que ya cualquier “ojos negros tienes” se agradece igual
que un anillo de diamantes. Y es que cuando nos llaman exigentes, me suena a
reproche injusto, pues parece que en nuestra puerta tenemos una fila de maromos
partidazos preparados para pasar revista. Nada más lejos. Quitando unos
mínimos, que en ocasiones tampoco cumplen (ducha diaria y un poco de
intelecto), el resto de posibles exigencias pasan a un segundo plano. Al final,
que ya no tengan con nosotras ningún gesto romántico, que no muestren un atisbo
de interés por conquistarnos y que no practiquen el bello arte del cortejo, nos
está haciendo tirar nuestro listón y nuestros principios por la borda. Así
pues, todo se reduce finalmente a un requisito, le insistí a M, y es que tengan
ellos ganas de cambiarnos el estado civil.
Definitivamente, he sobrevivido a
la semana del amor y a la de las charlas sobre el amor. Si he querido flores o
bombones me los he comprado yo, si he querido cenas en buena compañía y noches
de amor, me he ido con mis amigos. La semana que viene no habrá más preguntas y
podré, tranquilamente, volver a nadar en mi piscina.
2 comentarios:
UF!!,ánimo Conch, que te leo mas bitter que nunca!!
Pero no te puedes hacer una idea, nena! Está la cosa muy mal!
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