La historia comienza con cuatro personas, dos chicos y dos chicas, todos parientes, trajeados para una boda. Cuatro macutos y miles de bártulos, metidos todos ellos en un coche sin maletero, un Lupo verde bitter, completan el cuadro camino de los Jerónimos. La conductora, además de prisa y frío (va en palabra de honor), lleva una coliflor malva en la cabeza y una carrera en la media a la altura del talón. Su primo y copiloto le sostiene los tacones, ella conduce con sabrinas. Al salir del coche, la coliflor choca con el umbral de la puerta y se cae. Aquí no ha pasado nada. “Jolín, sobrina, ¡estás para tener un hombre a tu lado!”- le espeta el tío P desde la puerta de la iglesia.
Durante la ceremonia, más larga que un día sin pan y con muchos, pero muchos, momentos de desconexión, la de la coliflor, ataviada con un manto súper calentico color berenjena, rezaba para no caerse cuando salga a leer las peticiones, que sólo eso le faltaba.
En el cóctel todo eran besos a familiares viejunos, cervecicas, ataque a los camareros y alegría, sobre todo alegría: “Pues estoy súper feliz, me saqué la plaza, estoy trabajando en Murcia, me compré un piso y me independicé hace 3 meses”.
"¡Sólo te falta el marido!"
"¿Pero sin casarte? ¿Vives sola? Ay, pobre"
"Con lo partidazo que eres ¿no tienes novio, nena?"
"Bueno, tú no te preocupes, que pronto llegará."
"¿Pero sin casarte? ¿Vives sola? Ay, pobre"
"Con lo partidazo que eres ¿no tienes novio, nena?"
"Bueno, tú no te preocupes, que pronto llegará."
"A ver luego en el baile, que de bodas salen bodas."
"El ramo de tu prima es para ti claramente."
"Se casa tu hermano pequeño antes que tú, qué bueno."
Situada en una esquina del salón, me alegré de la mesa que me había tocado pues no era ni la única soltera ni la mayor. Me superaban mis dos primos A y E, hermanos y también solteros, y completaban la mesa mi hermano, su novia y tres primos veinteañeros. Envidié por un momento la mesa de al lado, pues en ella había gente de mi edad, hasta que vi las cuatro parejas que lo componían y… ¡tres preñadas! Al otro lado la de los niños y al otro, la pared.
"Se casa tu hermano pequeño antes que tú, qué bueno."
Situada en una esquina del salón, me alegré de la mesa que me había tocado pues no era ni la única soltera ni la mayor. Me superaban mis dos primos A y E, hermanos y también solteros, y completaban la mesa mi hermano, su novia y tres primos veinteañeros. Envidié por un momento la mesa de al lado, pues en ella había gente de mi edad, hasta que vi las cuatro parejas que lo componían y… ¡tres preñadas! Al otro lado la de los niños y al otro, la pared.
La comida, finiquitada por una tartica Leonor, parecía interminable. ¡Sacadme de aquí! Llegó un momento en que necesitaba un bailoteo, un copazo, y hablar con gente de mi edad, aunque estuvieran casados.
“Mira la soltera, qué bien se lo pasa.”
“Nena, ¿cómo van los fichajes? Alguno de estos tiene que estar soltero.”
“Pues yo tengo un hermano que te lo voy a presentar”
“Oye, ¿qué hacías hablando con ése? ¿Y con el otro? ¿Y a ese de qué lo conoces?”
“Te tengo que presentar a mi cuñado, que también odia las bodas”
Y la mejor fue ésta. Un payo con el que había cruzado media palabra en la barra diez minutos antes se me acerca: “Oye, que no lleve anillo no significa que esté soltero, que tengo mujer e hija de 22 meses”. “Ah”. Y le sonrío. Pero no me puedo quedar así: “Pues ¿sabes lo que te digo? Que me parece muy mal que vengas a informarme. ¿Acaso te he acosado, tronco? ¿Acaso sé siquiera cómo te llamas? ¿Acaso me tienes miedo porque voy sola y tú eres un débil mental?”
“Mira la soltera, qué bien se lo pasa.”
“Nena, ¿cómo van los fichajes? Alguno de estos tiene que estar soltero.”
“Pues yo tengo un hermano que te lo voy a presentar”
“Oye, ¿qué hacías hablando con ése? ¿Y con el otro? ¿Y a ese de qué lo conoces?”
“Te tengo que presentar a mi cuñado, que también odia las bodas”
Y la mejor fue ésta. Un payo con el que había cruzado media palabra en la barra diez minutos antes se me acerca: “Oye, que no lleve anillo no significa que esté soltero, que tengo mujer e hija de 22 meses”. “Ah”. Y le sonrío. Pero no me puedo quedar así: “Pues ¿sabes lo que te digo? Que me parece muy mal que vengas a informarme. ¿Acaso te he acosado, tronco? ¿Acaso sé siquiera cómo te llamas? ¿Acaso me tienes miedo porque voy sola y tú eres un débil mental?”
La música me salvó de liarla fruto de la desubicación, la desesperación y la depresión. Dios bendiga la música de las bodas, las córeos peretas y a mis primos bailongos. A Dios pongo por testigo que no volveré a ir a una boda familiar sin pareja, aunque sea alquilada.
Dedicado a la novia, mi prima C. Enhorabuena, bonica.