En la vida iba yo a imaginarme
que lideraría una mesa redonda en el Salón Erótico del Levante. Ni siquiera ir
a visitarlo, las cosas como son, que ya estuve a punto el año pasado y no
me imaginé cómoda en semejante hábitat.
Y por lo que te cuentan que hay ahí, leyendas urbanas e historias
irreproducibles del porno más hardcore. Pero dije que sí. Accedí sin mucho
pensar, pues en principio me pareció muy divertido, una experiencia nueva, con
lo que a mí me gustan las novedades y meterme en fregaos. ¿El motivo? El
bestseller del momento, del que muchos hemos hablado ya largo y tendido, y parece
que seguiremos hablando per secula seculorum, Cincuentas Sombras de Grey.
No pude encontrar mejores
contertulias, a las que no puedo estar más agradecida. Por una parte, mi amiga
P, acérrima defensora de la trilogía, y por otra, A, que como yo, sufrió el
libro desde la primera página, pero fue aún más masoca, pues se leyó la
trilogía entera. Eran las compañeras perfectas y las necesitaba conmigo, y no pude
más que saltar de alegría cuando me contestaron que sí. Sus maridos vendrían
con ellas, de escoltas, pues también habían oído esas tremebundas historias de
las que hablábamos antes.
Al llegar a Ifepa, la diosa que
llevo dentro no sabía si quedarse en el parking o entrar al Salón a echarse
unas risas conmigo. Nos tocaba después de la charla de tuppersex y antes de la
de eyaculación precoz. Hasta ahora, la más popular de las charlas había sido la
de sexo tántrico, nos dijeron. Al parecer petó el salón de actos. Teníamos
entonces tiempo para pasear y ver lo que allí se cocía… ejem. Los stands, en su
mayoría sex shops, estaban bastante concurridos, pero más aún estaba la zona
junto al escenario donde tenía lugar un concierto, tengo entendido, de porno-rock,
donde además de músicos y guitarras, dos chicas medio en cueros le daban su
merecido a un chavalote que se ve que se había portado mal. Ale, palotes en el
culo en directo, nada más llegar.
Pronto llegó nuestro momento y el
salón de actos se fue llenando con gente de todo tipo y todas las edades, lo
cual me hizo muchísima ilusión. La manera que lo planteamos, tras exponer
nuestras opiniones, era que el público participara dándonos las suyas, y
participó. Que otra cosa puede que no, pero si algo hemos de agradecer a esta
novelucha rosa mal escrita es que hace hablar a las personas y las une. Como a
nosotras tres, que al final nos acabamos poniendo de acuerdo y le dimos a la
novela el indulto ante la hoguera.
Se nos hizo corto y sé que a P y
a A se les quedaron muchas cosas por decir. Tanto es así que nos fuimos a la
cafetería a seguir charlando, brindando con unas cervecicas bien frías y sin
perder la vista del escenario, donde los del porno-rock seguían en to lo suyo.
Tras la experiencia en el Salón
Erótico, creo que a partir de aquí… ¡lo que me echen! Y qué casualidad que,
precisamente esta semana, mi local favorito del momento, La Oveja Negra,
organizaba un tuppersex especial Cincuenta sombras de Grey, al que por supuesto
asistí. Aceites, dildos, consoladores, balas negras y estimuladores varios
pasaban de mano en mano entre las asistentes. Mucha risa floja y algún que otro
momentazo de carcajada. Que es que había un grupo de matures en una esquina que
no paraban de cascar y comentar, pero lo mejor es que la hija de una de ellas
estaba presente, muy cerca de mí, aconsejando a su madre sobre qué comprarse.
“Lo que pasa en La Oveja Negra,
se queda en La Oveja Negra”, dijo una de las chicas del tuppersex para
anunciarnos que, para finalizar, jugaríamos al “Yo nunca”. “Mamá, tú no mires”,
decía la hija justo en el momento que decidí pirarme.
Y fue al cruzar la puerta, que me
encontré a M y a L, que me felicitaron por la tertulia y me pidieron que se
repitiera. Yo les conté todo lo que había aprendido esa noche y me quedé hablando
con ellos, de Cincuenta sombras de Grey una vez más, hasta altas horas de la
madrugada.
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