En la última reunión de
departamento debatíamos sobre, entre otros, la posibilidad de que algún guiri
británico de ésos que tienen tiendas de segunda mano por los pueblos de la
costa murciana, viniera a nuestra escuela a dar una charla. Al fin y al cabo
esas tiendas son pequeñas ONG y tienen como trasfondo un proyecto solidario, un
pequeño servicio a la comunidad, por lo que la idea de que contaran cuál era el
destino de esa ayuda nos pareció bastante atractiva en principio. “Pues no
estéis tan seguros – interrumpió alguien – que yo creo que al español medio
esto de comprar objetos usados no le
va”. “Pues va a tener que empezar a gustarle”, señaló G algo agorero con los
tiempos que corren.
Inevitablemente pensé en mi amigo
N, de cuya impredecible cabeza pensante surgió, poco antes de la Navidad, un
grupo en facebook llamado “Trueque”, por el que, como su propio nombre indica,
sus miembros intercambian cosas. Objetos innecesarios o abandonados, cosas
útiles que ya no se utilizan, artículos y moda vintage, libros y hasta obras de
arte, pequeños tesoros olvidados en un rincón de la casa que, quién sabe,
pueden hacer feliz a alguien o incluso a ti mismo con otro tesoro inesperado.
“Llevamos un mes haciendo trueques y todavía nadie ha mencionado la palabra
euro”, me contó N. No tardé en unirme y pronto N publicaría una oferta que no
pudimos rechazar: “Ofrezco tres sábados de curso de introducción a la Historia
del Arte a cambio de diez kilos de comida, una bolsa de ropa usada y juguetes
que se destinarán a Cáritas o similar”.
Pasó la Navidad y con el año
nuevo N puso fecha al curso que nos prometió. Así, el primer sábado, nos
convocó a las 11 de la mañana en el Museo de Bellas Artes de Murcia. Y debería
darme vergüenza admitirlo, pero por fin tenía una excusa para visitar el MUBAM,
pues nunca antes había estado. Y es que… Que levante la mano a quien no le
pasa, que cuando vamos a cualquier ciudad del mundo nos hinchamos a ver museos,
pero no conocemos los tesoros que posee la nuestra. Porque yo creo que el MUBAM
es un tesoro y poco tardé en darme cuenta de ello. Con una mezcla entre, como
decía, vergüenza y emoción, crucé las puertas del museo para, enseguida,
escuchar atentamente las explicaciones de N, que nos hablaba del Gótico, del
Renacimiento, de retablos, técnicas y anécdotas, sirviéndose de las obras del
museo. Con lo que a mí me gustan las visitas guiadas. Una maravilla también poder
volver a asistir a una clase de arte, y más entre amigos, que lo mejor vino
después, pues decía N que para eso nos habíamos reunido.
Tras el arte y, con la
satisfacción de sentirnos todos un poquito más sabios, nos dirigimos a tomarnos
el aperitivo, y el lugar elegido fue otro tesoro de nuestra Murcia, el
archiconocido e histórico Garrampón. Entre cañas y salchicha seca seguíamos
comentando obras y preguntando dudas a N, que hacía de anfitrión en un grupo de
desconocidos en el que pronto surgió la amistad.
Desgraciadamente no pude quedarme
mucho tiempo, pues ese día comía con mis compañeras de trabajo en el quiosco
del Parque de la Seda, otro tesoro escondido al que nos gusta mucho ir. Sin
embargo esta vez no teníamos el cuerpo para fiestas, pues la comida fue la
excusa para reunirnos e irnos juntas al funeral de un amigo.
Dicen que el que tiene un amigo,
tiene un tesoro y, aunque puedo considerarme millonaria, la semana pasada me
sentí muy pobre al perder a uno. AL, compañero de trabajo, nos dejó
inesperadamente hace dos viernes. A él, que siempre fue un amigo al otro lado del
teléfono, a él, que pacientemente contestaba mis dudas absurdas y siempre
siempre siempre me hacía reír, a él, que tenía la capacidad de sacarme una
sonrisa con tan sólo sus iniciales al final de un email, a él, que me leía
todos los domingos, van dedicadas hoy estas letras.
1 comentario:
Cierto, quien tiene un amigo tiene un tesoro. Lo siento Conch.
Un abrazo
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