Como para no verla. Yo, que iba
conduciendo, no pude evitar girar la mirada cuando la vi en el Cuartel de Artillería.
Inmediatamente se me ocurrió que podría ser un puntazo muy molón para la
despedida de soltera de A.
A no tenía ni idea, claro.
Quedamos con ella en el Aura, en Puente Tocinos, para tomar la primera caña y,
entre risas, le metíamos miedo diciéndole que estábamos esperando al boys.
Demetrio se llamaba además, (“¡Demetrio y medio!” soltó S) y llegaba tarde. De
repente, por fin la vimos aparecer al final de la calle: una limusina rosa chicle
más larga que mi vida se acercaba hacia nosotras entre voces de “que viene, que
viene”. “¡Estáis locas!” gritaba la novia tapándose la cara muerta de risa,
preguntándose de dónde demonios habíamos sacado semejante disparate.
Y sí, efectivamente, dentro de aquel
habitáculo de escay negro cupimos las 12, listas para nuestro paseo por la
ciudad. Antes iríamos a ver al novio, que bailaba con la peña de La Crilla en
el Mesón la Torre. Menuda liamos en el pueblo, que los niños venían corriendo
desde el parque y los mayores salían de las tiendas para vernos pasar. Incluso
a Qatar llegó la noticia, donde vive una amiga de A, que le mandó un mensaje:
“Nena, pásate por donde la Paqui, que quiere ver la limusina”.
Doce copas, una botella de cava,
otra de sidra y sonido Miami ya tú sabeh, a todo trapo cruzaba la Avenida de la
Constitución y la Gran Vía, y confieso que, seré una hortera, pero a mí me emocionaba
ver su reflejo en los escaparates, y sé que las 12 nos sentimos muy molonas. Y
más cuando esta semana hemos hablado con gente que afirma que la vio.
Menuda semana de flipes ha sido ésta
y, sobre todo, de mujeres que molan. Un proyecto de fotografía, idea de la
mente maravillosa de la diseñadora Miriam Alegría, nos reunió a un genial grupo
de mujeres, amigas suyas, “reales, lejos de medidas perfectas”, para ser
modelos por un día con el estilismo vintage de Carola Madariaga y los
complementos de Carmen Ramil. Otra ilusión de mi vida cumplida y sin duda una
experiencia chulérrima e inolvidable.
Mi aventura como modelo empezó
hace unas semanas en el atelier que ambas comparten en la calle San Patricio,
un espacio fantástico donde, desde aquí os lo digo, soñar con otras vidas y
otras épocas (y a donde volveré, que todavía no tengo traje para la boda de A).
Una bata china, un collar de cristales y un fajín de seda sería el look elegido
para mí. Y ya. En plan comando posaría para Miriam Alegría. Yo, que había
descubierto gracias a Carola y Carmen que no soy tan moderna como creía, y que
no sé posar si no llevo dos copas encima, pues no sé cómo poner las piernas ni
la cara y siento que se me encaja la cadera, con Miriam hubo un momento en el
que me solté y… aparta, Cindy Crawford, que aquí estoy yo. “Si es que moláis
mucho”, me decía la bonica de Miriam, y de ahí surgió el nombre de la
exposición.
#MujeresQueMolan se inauguró este
miércoles en La Oveja Negra, mi espacio de ocio favorito de los últimos
tiempos. Un baño de multitudes y cariño a raudales, que decía mi compi de expo
B. Y arte, moda y belleza. 17 fotacas de mujeres fantásticas provocaban la
admiración de todos, que no se decidían por su favorita. “Yo me la pondría en
grande en mi dormitorio, Conch, a modo de cabecero”, me sugería T. Otros me decían
que la querían en el salón de su casa y otros se postulaban a Miriam para una futura
edición de #Tíosquemolan.
Este viernes volví a la Oveja y,
aunque con otra iluminación, volví a contemplar a esas mujeres molonas. “Esa
soy yo”, le decía a todo quisque. Y es que es con esa fotaca, soy incapaz de
ser modesta. Mola mucho ser modelo por una semana, tanto, que se me ha
inspirado otro puntazo para la próxima despedida de soltera…