La boda de R se nos fue de las
manos. Varios días antes ya había quedado el plan definido: que a las 2 de la
madrugada, como muy tardísimo, y habiendo cuidado muy mucho la ingesta de
alcohol, nos volveríamos a casa. Para así, a eso de las 9 de la mañana,
ponernos en marcha rumbo a Madrid, para asistir al Festival de Series de Canal
+. Además, era mi primer viaje en Blablacar y no podía cagarla.
Para los que no saben de lo que
hablo, empezaré definiendo el Blablacar como una de las grandes invenciones del
siglo XXI. Sostenible, ecológico y anti-crisis, es el medio de transporte más
rentable que hay ahora mismo en el mercado. El carpooling de toda la vida, que dice mi amiga O, que es americana,
ha llegado por fin a España de manera oficial. Se trata de una web, con tintes
de red social, en la que sus usuarios publican sus viajes en sus vehículos
particulares con plazas libres o buscan otros donde acoplarse. Yo publiqué mi
viaje a Madrid, que a final de mes y con la que me está cayendo, pensé que
sería genial compartir los gastos de gasolina, probar de una vez el Blablacar
del que tanto hablan mis amigos y por qué no, conocer gente nueva, que eso
siempre es algo guay.
Conseguí bajarme de aquella
tarima maldita pasadas las tres de la mañana. El sorbete de mojito, Raffaella
Carrá, ese disc jockey rebotao con nosotros, y un par de micrófonos que se
quedaron abiertos tuvieron la culpa. Sin embargo, sorprendentemente, me
desperté como un resorte y hasta diría que como nueva, 6 horas después,
dispuesta a recoger a mis pasajeros en la Plaza Circular.
Llegamos todos puntuales, y
resultó que, tanto J como N, mis blablacars desconocidos, eran ambos actores.
Uno murciano y el otro argentino, se conocían de antes, lo cual me congratuló,
porque garantizaría buena conversación y buenrollismo, y que a I y mí todo ese
mundo artístico también nos va.
Así fue, un viaje fantástico, con
grandes temas de conversación, buenas risas y buena música. Igualmente, tal y
como dicta la costumbre, hicimos la parada de rigor para tomar café y miguelito
en La Roda. Allí fue cuando de repente, el camarero le pidió un autógrafo a N,
el actor argentino, y acto seguido salía de la barra, junto a un par de
camareros más, a hacerse fotos con él con el móvil. I y J se sonreían y yo no me
enteraba de nada. Tampoco tuve ocasión de preguntarle a I secretamente “¿Quién
es?”, pues él también se subió al carro de las fotos con el actor argentino
misterioso. “¿Me puedo hacer una yo también? Es que a mi padre le va a hacer
mucha ilusión”.
Qué dos horas restantes hasta
Madrid pasé, sin saber quién era y sin poder preguntarle a I. La curiosidad me
comía y no encontré la manera de averiguarlo en nuestra charleta sin que se me
viera el plumero ignorante. Y es que yo no veo la tele si no son series guiris
o programas de reformas y claro, en ninguna de las dos cosas podría cuadrar
este hombre.
Lo primero que hice, cuando nos
despedimos de nuestros actores en Atocha, antes siquiera de poner el GPS, fue
preguntarle a I de una vez por todas. “Es Néstor Gutiérrez, el que hace de
Aconcagua, uno de los camareros de Aída”.
Claro, ahora tenía todo sentido.
Horas más tarde, en una de las
proyecciones del Festival de Series, en un fantástico reportaje sobre las
series españolas, lo veríamos en su papel, detrás de la barra del bar de
Mauricio Colmenero.
Néstor G, fuera de serie |