Fue al verlo en la pantalla de su
ordenador, que notó que se ahogaba un poquito. Pero ya, cuando se lo
confirmaron por teléfono, a mi amiga C le faltaba la respiración. Algo nos
había adelantado en un mensaje en nuestro grupo del whatsapp, por lo que
estábamos pendientes de su estado de ánimo, pero no fue hasta que tecleó “llamadme”
cuando nos pusimos en guardia. Fue T el más rápido en reaccionar y, al
llamarla, C le cogió el teléfono sin hablar, entre sollozos. “Coge una bolsa de
plástico, respira dentro de ella y túmbate. No hables, no hace falta”.
Poco después C recuperaba el
habla, dejaba de llorar, y las chicas le prometimos unos quintos esa misma
noche. Y por qué no, subir al Quitapesares, que para eso está. O mejor todavía,
subir a lo alto del monte a gritar y desahogarse. Y respirar. “Si grito ahora,
vomito”, nos dijo.
L cumplía 35 años ese mismo día,
y decidió que ese año no lo celebraría como lo hacen los adultos. Ni copas en
un bar, ni cena con íntimos, ni un formal café con dulces en el salón de su
casa. Tampoco quería chicos en su fiesta ni amargarse por la operación biquini.
Como cuando éramos crías e invitábamos a las amigas a gofres en el Pannekuker,
L quiso celebrar su cumple con tartas y batidos en Peggy Sue’s. Y ahí que nos
juntamos quince amigas a disfrutar de pasteles, tortitas y deliciosos milkshakes rebosantes de espuma. Y que
se muera el que no nos quiera.
A las chicas del
blog Rock n’ Glam las conocí poco después del
SOS. Habían organizado un concurso para encontrar el
Mejor Look SOS 4.8 y me
pidieron que fuera la madrina en la entrega de premios que tuvo lugar esa misma
noche en el restaurante San Lorenzo 5. Así, una buena muestra de la blogosfera
de moda murciana se dio cita en ese coqueto cóctel luciendo palmito y look
fashion. También estaban allí las chicas de
CartónCartón, con las que hice muy buenas migas y con cuyas pizarras nos
divertimos posando en el
photo-call.
Tras la entrega del premio a
Lolica, del blog
Las Lolicas de Siempre, salí pitando a mi último encuentro de la
noche, quizá el más importante.
(Podéis ver todas las fotos del evento pinchando aquí)
A las 10 en punto pasaron J, B y
la tristona de C a recogerme en la puerta de la Iglesia de San Lorenzo. “Bitter,
¿al monte con tacones?”. Y es que ellos iban en plan campestre, con deportivos,
vaqueros y un pastel de carne gigante. De la cerveza se encargaron T y D a los
que nos unimos a mitad de camino.
Y así, por los Teatinos, subimos
a donde las antenas, al mirador más bello que existe en toda Murcia. Allí
intentamos animar a C, que muy callada diseccionaba su pastel de carne y le
daba sorbitos tímidos a su cerveza. En lo alto y en la oscuridad, entre las
lucecicas de la ciudad, jugamos a buscar la Catedral, las Atalayas o el Cristo
de Monteagudo, y nos emocionamos al ver el tren de Madrid entrando a Murcia,
como una oruga fluorescente trazando una línea horizontal en medio de tantas
luces y formas.
De repente, el silencio a nuestro
alrededor se vio interrumpido por unos cánticos extraños con voces femeninas.
“Callad, callad”. ¿Se estaban peleando? ¿Estaban cantando? ¿Eso es español? Y
yo, que soy muy cobardica, me imaginé un rito del que no me apetecía formar
parte. “Aleluya, aleluya” nos pareció entender, momento en el que B decidió que
era mejor largarnos.
Con las luces del coche vimos que
se trataba de unas niñas, que en corro y cogidas de la mano, entonaban una
especie de conjuro muertas de la risa. La misma risa que de repente le dio a C,
que pareció resucitar de su sueño. “Vamos al Quitapesares, a Murcia todavía
no”. Y así, al bajar del coche, nos pidió que formáramos un círculo. Y con una
sonrisa miró al cielo y gritó algún que otro improperio.
Dedicado a todos los que han recibido malas noticias esta semana, y a los amigos que nos ayudan a superarlas. Gracias.