Todo el mundo que lo ha probado estará de acuerdo conmigo en que la primera vez que te pones unos esquís es el peor día de tu vida. Lo odias, te frustras y te preguntas por qué narices has elegido morir tan joven y de una manera tan tonta, pudiendo estar en tu casa viendo la tele con un colacao calentico. El segundo día, si lo hay, será aún peor porque siempre siempre siempre habrá alguien te engañará y se las apañará para subirte a una pista con una pendiente para la que no estás preparado. Entonces te plantas, te enfurruñas, te sientas en la nieve y pides a gritos que venga el chico ese con el cochecito-trineo a recogerte. Pero no viene, así que te lanzas a regañadientes cual kamikaze, y que sea lo que Dios quiera. Entonces ocurre el milagro y, si llegas vivo, al tercer día, querrás más y más… y otra vez.
Y eso me pasó a mí, que además tuve la suerte de que al volver a España encontré en mi amiga Rosa el impulso para seguir esquiando, y junto a ella y al Club Universitario de Esquí, descubrí Sierra Nevada. De esto hace ya catorce años.
Para mí Sierra Nevada no es sólo nieve y esquí, Sierra Nevada es la meca de la salud mental. Será por lo bien que se duerme allí (alucinante aunque sólo sea una siesta) o por la falta de oxígeno, pero Sierra Nevada es el lugar donde más me río del mundo. Desde el momento que te explota el primer bote de crema hasta el instante glorioso en que te desabrochas las botas, ya puedes estar helá de frío y con el moquillo, herniada y amoratada, con las espinillas doloridas, los dedos de los pies hinchados como morcillas, los gemelos a la altura de las orejas, los brazos reventados de remar, la frente y la napia quemadas por el sol… que allí todos los males son menos, y estás de un buen humor...
Este año fuimos cuatro amigas para allá, las mismas cuatro que brindamos y medio juramos volver todos los inviernos pase lo que pase. También recordamos a todos aquellos que se han venido otros años y que, principalmente porque están criando, no pudieron unirse a nosotras. Por eso le dedico la columna de hoy a mi amiga Eva, incondicional de Sierra Nevada, a la que hemos echado mucho de menos este finde, con la que he vivido grandes momentos y me he reído lo que no está escrito. Mucha suerte, guapa, que vaya todo muy bien y espero volver a verte pronto sobre la tabla.