Hoy, día mundial del pasteleo descontrolado, me enorgullezco de anunciaros que me he despertado sola y más feliz que un piojo. Muchos pensaréis que para mí, más que del amor, éste será el día del odio y la depresión. Pues no, de todos los días del año, creo que el 14 de febrero es el día en que más me chifla estar soltera.
El pasado viernes, emocionada por el pedazo fin de semana (de cuatro días, que tengo puente) que estaba a punto de comenzar, les pregunté a mis compañeras de trabajo casadas o ennoviadas por sus planes: "Pues na, nena, ¿no lo dirás por San Valentín? Si es que... qué vas a hacer... pasando de chorradas... Nosotros esas cosas...". Y es que claro, ¿qué se hace? ¿Qué se hace si no eres un poco pereta? Que si tienes pareja en los tiempos que corren te las das de modernete y pasota y dices que no haces na, que “se lo inventó el Corte Inglés”, que “yo paso”, que “qué cursilada”... o te tiras a la piscina de las flores, los regalos, la cena e incluso el fin de semana fuera spa incluido, cosa que por tu dignidad y reputación mantienes oculto. Digo yo. Porque si no, que alguien me explique lo siguiente: si las parejas no hacen nada especial ¿quién demonios ha reservado todos los restaurantes, los hoteles, los vuelos y las pistas de esquí? ¿No estábamos en crisis? Vale que también hay grupos de solteros, pero la mayoría son parejas de enamorados que se juntan en grupos para que no se note tanto que están celebrando San Valentín los muy cursis, que a mí no me engañan.
Mis amigas y yo celebramos San Valentín, pero no nos estresamos en reservar en un restaurante donde además seríamos la comidilla del local (que es que somos unas cuantas) y llevamos ya dos años organizando en mi casa la cena perfecta del Día de los Enamorados. El Gran Aquelarre del año, con su mantel rojo, su champán, sus fresicas y hasta su regalo. Ocho fuimos las comensales de anoche, una menos que el año pasado, y no admitimos emparejadas, que se ponen envidiosas e intentan por todos los medios flexibilizar los requisitos de acceso. El menú está estudiadísimo y es, además de variado, delicatessen. Este año se pudo degustar desde los más exquisitos ibéricos hasta unas piezas de un sushi divino. Sin embargo, lo mejor de la cena sin duda son las conversaciones. Creamos verdaderos foros de debate en torno al amor en el siglo XXI. He aquí algunos ejemplos de anoche:
- ¿Se acabaron los besos en el portal?
- ¿Para qué quieres mi móvil si no me vas a llamar nunca?
- Maletas rojas, bolas chinas y otros amores alternativos.
- Las mejores frases del año (“Entre tú y yo no hay nada”, “No me creo que esté contigo, es un sueño”, “Estarás de acuerdo conmigo en que necesitábamos distancia”, “Ya no me mandas mensajes”…).
- Ranking de los pavipollos del año.
- Y el eterno: Respuestas a la pregunta “¿Cómo es que no tienes novio?”
Tras eso, salimos de marcha a juntarnos con los otros solteros desparramados por Murcia celebrando San Ballantines, San Solterín, San Calabacín... cada grupo con su denominación. Mucha risa, mucho tonteo, que si el facebook, que qué guapa estás, ji ji, ja ja, dirty dancings en el Faceclub, pero na, que no cuaja, que seguimos sin besos.
Aún así, hoy me alegro de haber disfrutado del amor de mis amigas, de mi cama para mí sola donde he dormido en forma de aspa, y de haber descansado, jolín, que entre la dieta y el curro llevo un estrés que estoy yo pa amores, regalos y chorradas. Déjate déjate. Es más, creo que, de haber tenido novio, habría cortado con él esta semana para evitar tensiones, rollos y gastos innecesarios. Bah, menudo alivio estar soltera.