sábado, 29 de junio de 2013

Radio star

Junio, además de otras muchas cosas, está empezando parecer el mes de las entrevistas. Tras la de WIKI en la 7RM, esta semana os dejo dos más, esta vez en la radio.

En primer lugar, porque fue antes y porque se trata de "mi casa", la entrevista que me hizo mi queridísima Mónica López Abellán en su Expreso de Mediodía de Radio Online Murcia, el pasado jueves. Lo tenéis en el podcast de ese día, en la tercera hora.

La siguiente entrevista será este mediodía en Pulsa Radio por las chicas de Müsh magazine!, a eso de las 12 del mediodía. Si queréis escucharnos podéis hacerlo en el 93.9 de la FM o en este enlace.

Y para ilustrar este mini post, inevitablemente...

lunes, 17 de junio de 2013

Biruji


Photo by @SOLGARTARR

De las noches de junio me mola el biruji. Ése que de repente te roza los hombros y se te traslada a todo el cuerpo. Ése que, a pesar del escalofrío, es agradable en realidad, pues parece que lo necesitabas tras un día de mucho calor, sudor y pringosismo. Ése que se mete por la ventana justo antes de dormir y parece que te salva la vida. Y ése que, por las mañanas entra al salón de casa junto con el piar de los pajaricos. Y es que por fin, a mitad de mes que estamos ya, “es junio”, me dije mirando al cielo la otra noche en la terraza del Atomic. Que ya podían decir los agoreros que no íbamos a tener verano este año y muchos empezábamos a creérnoslo pues parecía que no llegaba este calor tan típico nuestro. Pero no, por fin, aquí está.

Así, al volver del trabajo entre semana, el biruji invita a salir aunque al día siguiente madruguemos. Una escapada a un concierto en la sala CAM que se corona con unos zagalicos y unas cañas de Los Zagales, unas catalanas de Los Navarros, unas almejas en el Egea o unos simulacros en el Jesuso. Mi escapada favorita en esta época, sin embargo, es la del Quitapesares, donde el pasado martes, debió de ser el biruji y el necesario desahogo de los exámenes y el fin de curso, que al final nos acabamos dando un señor homenaje gastronómico bajo las estrellas mirando a Murcia. El mismo que se dieron los mosquitos en nuestros pies, brazos y espalda. 

Con todo y con eso, las noches de junio en una terraza son quizá mis preferidas. Que ya podemos hablar de lo que sea, que se te olvidan todos los males. Un algo bien frío y un grupo de amigos, y que se mueran los feos. Los principales temas de conversación: los exámenes, la abandonada operación biquini, las series de televisión y las anécdotas de la semana. Sin embargo, en la recta final del curso, el tema que nunca falta son los viajes, tanto los anteriores como los planes para este julio y agosto que están aquí ya, que parece que la cuenta atrás hacia las vacaciones va más rápida. Y es que lo pienso y me vuelve el biruji: por fin viajes, conciertos, festivales, los felices días de playa, y la esperanza de que en cualquier momento todavía pueda salir otro planazo improvisado.

En junio de toda la vida también me ha gustado mucho escaparme a la playa, no sólo por empezar a fardar de los primeros baños de la temporada y de bronceado, sino porque a mí me parece que la playa hasta huele distinto. Será el biruji, seguro. Este fin de semana lo volveré a intentar, y con un poco de suerte, cuando leáis esto, estaré mostrando mi blanca barriga a Lorenzo, con los pies, que fotografiaré y subiré a las redes sociales, hincados en la arena. Y es que el pasado domingo no pudo ser. Cuando llegué, mis amigas se protegían con las toallas de la playa de un biruji que más bien parecía un vendaval. El plan de pasar el día entero allí, estrenando chiringuito, tuvo que ser abortado y trasladado a un restaurante del pueblo donde los toldos, dando golpetazos por el viento, no nos dejaban ni hablar ni escucharnos. El consuelo, sin embargo, nos lo traería la dueña del mesón, que soltó un “os pongo unos chupitos” sin consultar con nadie y enseguida apareció con unos mini vasicos de granizado de fresa coronados con nata montada y acompañados de una mini ensaimada de crema. Hablando de biruji.

Junio, mes del calor y los sudores incómodos, mes de estrenos y de cosas que nos dan biruji. Mes del momento biquini y de las quemaduras de sol, mes de me gustan las cerezas (me gustas tú), de sandalias nuevas y cajas de tiritas, de un nuevo número de la revista Müsh! (pobre azafata, por cierto, que calor debió de pasar en su stand de Santa Catalina).

Junio, mes del biruji, lo llamaré desde ahora. Por el nocturno, el diurno, por las sorpresas, los planes y las emociones, pero sobre todo por tu biruji, ése que me das cuando te veo, o incluso, cuando recibo un mensaje tuyo. ¿Te vienes a una terracita conmigo este junio?

domingo, 16 de junio de 2013

#Müsh4

Ya ha llegado el Nº4 de müsh! y los colaboradores nos hemos convertido en portada para las redes sociales, descubre cuál es la auténtica portada de este ejemplar, y todas las sorpresas que lleva este numero, en especial mi sección BITTER Müsh y una incursión en un frontrow muy VIP!



¡Ya a la venta en los quioscos!

miércoles, 12 de junio de 2013

La última Müsh

“Vamos a vernos” – me decía – “que ya está bien, que hace dos meses de la última vez”. Sus ansias me halagaron tanto, que me hicieron escudriñar mi petadísima agenda para hacerle un hueco. De cara a la Navidad y con el fin del mundo de los mayas amenazándonos por medio, quedar con él me parecía misión imposible. “¿Nos vemos el jueves y pasamos la última noche en la tierra juntos?”. Pero es lo que tuvo esa semana, que no iba a poder ser, que el trabajo, las comidas de empresa y los compromisos típicos pre-navideños impedían nuestro encuentro. “¿Qué te parece si lo dejamos mejor para el domingo en la Fiështa Müsh?”.

No se acabó el mundo y la Fiështa Müsh tenía lugar el domingo 23 de diciembre por la tarde. Quizá el domingo más raro del año. Uno en el que las tiendas están abiertas y la gente andaba más estresada que un lunes, ultimando las compras de Navidad. Otros, tirados en casa, tras las comidas de empresa, hacían hueco para las que se avecinaban con la familia. Y otros, a pesar de la resaca, se envalentonaban y decidían salir otra vez a la calle. Adivinad a qué grupo pertenezco yo. Y es que no lo podía tener más claro, pensaba mientras me calzaba los tacones.

En la entrada de Boutique, como si de Nueva York se tratase, una chica monísima, rubia y esbelta, comprobaba la lista que tienen todas las fiestas de postín. Y qué casualidad, que me pareció que no encontraban en ella al chico que entraba justo detrás de mí con cara de tener mucha prisa. “Dejadlo entrar, que es el cantante de The Leadings y esta noche actúa”, dije yo, sintiéndome algo prota y con la necesidad de echar un cable. Sin embargo, enseguida aparté la vista de él para no perderme detalle de lo que había detrás de la puerta.

Querían hacer una fiesta diferente, trasladando el contenido del papel a la realidad, en un espacio donde disfrutar de la moda, las tendencias, las firmas y los servicios que la revista ofrece, y desde el primer momento comprobé que lo consiguieron. Para alguien que ha ido a muchas fiestas y ha estado en Boutique varias veces, el lugar se me hacía irreconocible y el tinglado allí montado me resultaba ciertamente alucinante. Reconozco que flipaba mientras pasaba entre los pequeños stands repletos de gente probando servicios y talleres, peinándose, acicalándose y hasta aprendiendo a hacer bolsos. Gente muy Müsh, blogueras de moda, fotógrafos, chicos fashion, chicas monas y hasta los novios de las chicas monas parecían estar pasándolo de lo lindo. Así, tras el paseo de reconocimiento, llegué a la barra y me pedí el que puede que fuera el cóctel más rico de los últimos tiempos. “Menuda fiesta chulérrima”, pensaba, mientras me acomodaba en un huequito, mirando al gentío y a la pasarela, que los desfiles estaban a punto de comenzar. “Yo quiero ser chica Müsh”, tuiteaba al ver a Marina de Klaus and Kinski mientras se escuchaba de fondo música de Beirut. También vi a Fran Sáez estrenando corte de pelo y a las chicas de Titis Clothing, con las que charlé en nuestro front row improvisado poco antes de que empezara el desfile de sus prendas, acompañadas de la música de The Leadings…

“Al final no he ido”, decía el whatsapp que recibí del petardo cuando llegué a casa. Ya me he dado cuenta, Einstein, pero ni falta que me hizo tu compañía.

Dos meses después de la Fiështa, la ansiosa soy yo. No sólo porque estoy deseando ir a otro evento Müsh, sino también porque espero que os guste este tercer número del que ahora formo parte. Vamos a vernos, que ya está bien, que hace ya dos meses de la última Müsh.

Artículo publicado en la Müsh! nº3. Hoy ha salido a la venta la nº 4.

domingo, 9 de junio de 2013

#Mujeresquemolan


 
Lo que dio de sí un día de mal pelo. Un bad hair day transformado en arte...

Mil gracias, Miriam, por pensar que molo. Gracias también por supuesto a Carola y a Carmen por ese estilismo chulérrimo y tan... yo al fin y al cabo. A las 3, gracias por haber sacado a la luz lo que sea que habéis visto en mí :)

Foto: Miriam Alegría. Estilismo: Carola Vintage y Carmen Ramil
Podéis ver a todas las molonas aquí

Os dejo también algunas fotos de la inauguración de la exposición en la Oveja Negra el pasado miércoles 5 de junio.

Con Carola, Carmen, Claudia Shopper y Ana Peyrés






Con la molona de la Unzu


Con otra molona, Vanessa de los Ríos
Podéis leer la crónica de Vanessa de los Ríos aquí.

Mujeres que molan



Como para no verla. Yo, que iba conduciendo, no pude evitar girar la mirada cuando la vi en el Cuartel de Artillería. Inmediatamente se me ocurrió que podría ser un puntazo muy molón para la despedida de soltera de A. 

A no tenía ni idea, claro. Quedamos con ella en el Aura, en Puente Tocinos, para tomar la primera caña y, entre risas, le metíamos miedo diciéndole que estábamos esperando al boys. Demetrio se llamaba además, (“¡Demetrio y medio!” soltó S) y llegaba tarde. De repente, por fin la vimos aparecer al final de la calle: una limusina rosa chicle más larga que mi vida se acercaba hacia nosotras entre voces de “que viene, que viene”. “¡Estáis locas!” gritaba la novia tapándose la cara muerta de risa, preguntándose de dónde demonios habíamos sacado semejante disparate. 


Y sí, efectivamente, dentro de aquel habitáculo de escay negro cupimos las 12, listas para nuestro paseo por la ciudad. Antes iríamos a ver al novio, que bailaba con la peña de La Crilla en el Mesón la Torre. Menuda liamos en el pueblo, que los niños venían corriendo desde el parque y los mayores salían de las tiendas para vernos pasar. Incluso a Qatar llegó la noticia, donde vive una amiga de A, que le mandó un mensaje: “Nena, pásate por donde la Paqui, que quiere ver la limusina”.

Doce copas, una botella de cava, otra de sidra y sonido Miami ya tú sabeh, a todo trapo cruzaba la Avenida de la Constitución y la Gran Vía, y confieso que, seré una hortera, pero a mí me emocionaba ver su reflejo en los escaparates, y sé que las 12 nos sentimos muy molonas. Y más cuando esta semana hemos hablado con gente que afirma que la vio.

Menuda semana de flipes ha sido ésta y, sobre todo, de mujeres que molan. Un proyecto de fotografía, idea de la mente maravillosa de la diseñadora Miriam Alegría, nos reunió a un genial grupo de mujeres, amigas suyas, “reales, lejos de medidas perfectas”, para ser modelos por un día con el estilismo vintage de Carola Madariaga y los complementos de Carmen Ramil. Otra ilusión de mi vida cumplida y sin duda una experiencia chulérrima e inolvidable. 

Mi aventura como modelo empezó hace unas semanas en el atelier que ambas comparten en la calle San Patricio, un espacio fantástico donde, desde aquí os lo digo, soñar con otras vidas y otras épocas (y a donde volveré, que todavía no tengo traje para la boda de A). Una bata china, un collar de cristales y un fajín de seda sería el look elegido para mí. Y ya. En plan comando posaría para Miriam Alegría. Yo, que había descubierto gracias a Carola y Carmen que no soy tan moderna como creía, y que no sé posar si no llevo dos copas encima, pues no sé cómo poner las piernas ni la cara y siento que se me encaja la cadera, con Miriam hubo un momento en el que me solté y… aparta, Cindy Crawford, que aquí estoy yo. “Si es que moláis mucho”, me decía la bonica de Miriam, y de ahí surgió el nombre de la exposición.

#MujeresQueMolan se inauguró este miércoles en La Oveja Negra, mi espacio de ocio favorito de los últimos tiempos. Un baño de multitudes y cariño a raudales, que decía mi compi de expo B. Y arte, moda y belleza. 17 fotacas de mujeres fantásticas provocaban la admiración de todos, que no se decidían por su favorita. “Yo me la pondría en grande en mi dormitorio, Conch, a modo de cabecero”, me sugería T. Otros me decían que la querían en el salón de su casa y otros se postulaban a Miriam para una futura edición de #Tíosquemolan.

Este viernes volví a la Oveja y, aunque con otra iluminación, volví a contemplar a esas mujeres molonas. “Esa soy yo”, le decía a todo quisque. Y es que es con esa fotaca, soy incapaz de ser modesta. Mola mucho ser modelo por una semana, tanto, que se me ha inspirado otro puntazo para la próxima despedida de soltera…

lunes, 3 de junio de 2013

El día del bicho de bola


by Gonzalo Inigo

“¿Dónde te metes? Que ni llamas, ni te dejas ver…”. En la recta final del curso, que para algunos se trata del verdadero fin de año, las frases del estilo se repiten. Que no se me ve el pelo, que no hay quien me pille y que no paro. Y lo sé. Que ya no soy lo que era, que parece mentira, con lo Gunilla que yo he sido, que da la impresión de que ya no estoy en ninguna. “Hago lo que puedo”, respondo, y procuro, aunque sea con cachitos de mi tiempo, abarcarlo todo aunque sea en pequeñas dosis, pero ya lo dice el refrán que me ha dado por repetir en plan mantra: el que mucho abarca… Y así me va. Que la carga de cosas y la falta de tiempo hacen que no libere toda esa tensión hasta que estoy tranquilamente durmiendo en mi cama. Entonces me despierto en plena noche, alterada con la idea más peregrina sobre vete a saber qué y empiezo a darle vueltas y vueltas. Luego ya, si me rindo, suelo meterme a twitter y, con suerte, me encuentro con algún insomne, o incluso algún amigo médico de guardia, con el que me pego unas risas tontas. Si puedo, además me atraso el despertador de la mañana siguiente, que me proporciona una horica más de sueño que me da la vida.

El pasado martes no me atrasé el despertador, y la falta de sueño no me dejaba ni salir de la cama, ni abrir los ojos, ni encontrar en mi mente, ni rebuscando, las ganas de na o siquiera la sombra de algún pensamiento positivo. Que dicen que, estadísticamente, el martes es el peor día de la semana y yo, que en ese mismo instante me acordé del dato, presentía un grandísimo día de mierda. Y ya el mismo pensamiento negativo te da rabia porque sabes que todo es actitud y que, efectivamente, como sigas así, no va a haber quien te salve de la hecatombe. Decidí entonces pirarme al gimnasio, para ver si la liberación de endorfinas mejoraba mi perspectiva, pero nada. Lo que es no dar pie con bola, que hasta el profe me preguntó que si estaba bien, lo mismo mis compas del vestuario, que observaban mi mañana más torpe. “Eso es que tienes demasiadas cosas en la cabeza”.

Al llegar a casa, me tiré al sofá y di por inaugurado el día del bicho de bola. Lo que habría dado por quedarme ahí, en posición fetal y que el mundo siguiera girando, que yo pasaba de todo.

En las siguientes horas se sucedieron todo tipo de anécdotas y desgracias dignas de un día catastrófico. Yo intentaba animarme leyendo señales: una canción, un rayo de sol, una frase graciosa oída en la calle… Sin embargo, los elementos seguían en mi contra. Desde la báscula cabrita, hasta la pared de mi garaje que rocé aún no sé cómo, se empeñaban en hacerme la vida imposible. Luego, en el trabajo, no pudo la tarde estar más llena de sorpresas e imprevistos y, pese a que no se me olvidaba lo que me anunció la báscula por la mañana, acabé ahogando mis penas con medio bocata de nocilla en la cantina, y que se mueran los feos.

En el coche de vuelta, mis compañeras intentaban animarme estableciendo que, por un simple cálculo de probabilidades, si hoy era un día malo, mañana tenía que ser bueno. Y que ya estaba a punto de llegar a casa y allí estaría a salvo y, podría, si quería, hacer el bicho de bola hasta la mañana siguiente.

Así hice, hasta que de repente me pareció oír llover. En estos días de tiempo disparatado no me extrañó, pero aún así decidí asomarme al patio de luces a comprobar si era cierto. Entonces pasó lo que sólo puede pasar un día como ése. Sin que yo pudiera remediarlo, se me cayeron las gafas en plena oscuridad, desde cuatro pisos de altura. Definitivamente, tenía que acostarme y respirar hondo, sobre todo para evitar el infarto.

Al día siguiente, cuando salí de casa de la vecina que rescató mis gafas intactas, no pude si no apretarlas con fuerza, cerrar los ojos y repetirme unas mil veces: Hoy va a ser un gran día.